Cerca de 20 hombres y mujeres exhabitantes de calle en Bogotá le están pedaleando a un nuevo comienzo con el programa Bici a la Calle. Esta es una iniciativa de la Secretaría Distrital de Integración Social que busca que la bicicleta sea un aula pedagógica para que ellos y ellas se reconecten con su ciudad a través de tres procesos principales: aprender a montar correctamente en bici y moverse por la ciudad, capacitarse en mecánica de la bicicleta a través de cursos certificados del Sena y, finalmente, si lo desean, obtener una oportunidad laboral en algún eslabón de la industria de la bicicleta en Bogotá.
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Esta alianza ha sido una bonita herramienta para que ellos adquieran conocimiento y habilidades, y podría ser una forma de generación de ingresos o un proyecto de vida.
“Uno de los objetivos es que ellos puedan redefinirse y resignificarse en la sociedad. Que la gente no los vea como el ‘desechable’, como el ladrón y eso… sino que ellos puedan integrarse con otros en espacios comunitarios, que la gente los conozca”, asegura Alexánder García, líder del proyecto Bici a la Calle, y agrega: “La bicicleta a más de uno nos ha cambiado la vida”.
A Alexánder, por ejemplo, la bicicleta le cambió la vida entre 2015 y 2017, cuando emprendió un viaje en bici de más de 1.000 kilómetros desde Bogotá hasta la Patagonia en el proyecto Paz por Colombia. “Lo que buscaba era socializar en todo el continente los diálogos de paz que tenía el Gobierno Nacional con las Farc y desmentir todos los mitos que hubo alrededor de eso. Había que explicarlo y llevar respuestas sensatas”, cuenta Alexánder. La historia de esa travesía –con todas sus locuras– la cuenta también a sus alumnos de Bici a la Calle, para que ellos también sueñen en grande y sueñen con rodar lejos.
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Gustavo Piraján, alumno de Bici a la Calle y uno de los beneficiarios de la Comunidad de Vida El Camino, uno de los hogares de la Secretaría de Integración, está corriendo su propia ‘travesía a la Patagonia’: la de rehabilitarse después de haber pasado una temporada habitando la calle, enfrentando todas sus inclemencias. “Tomé malas decisiones. Eso fue antes de mi primer proceso. Ahorita (volví a las calles) fue por economía... estaba muy berraco allí afuera; pero gracias a Dios me están abriendo las puertas otra vez”, cuenta este bogotano de 37 años.
Gustavo ha pasado dos veces por la Comunidad de Vida, pero ahora, con el curso de mecánica básica, parece tener un rumbo más claro. “Con lo que he aprendido, me gustaría poner una empresa. O la segunda opción chévere sería poner un taller de bicicletas: así podría dar empleo y oportunidades, más que todo a pelados... cuando ellos vean que no hay motivos, que no sepan que hacer”, asegura Gustavo, y confiesa: “Yo ya sabía una que otra cosa de mecánica de bicicleta. Pero me faltaban partes por aprender, en estos cursos le ayudan a uno a pulirse más, a manejar la herramienta, a ser atento con el cliente”. Para Gustavo, la bicicleta es una vieja amiga: pedalea desde los 9 años y llegó a ser deportista: practicó bicicrós y otras disciplinas relacionadas. La dejó hace cuatro años, cuando la vida se puso difícil, “pero ahorita volví a retomar. Me gustaría no volverla a dejar”, dice Gustavo.
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De acuerdo con Alexánder, las oportunidades laborales que la bicicleta y las capacitaciones abren para personas como Gustavo son infinitas. “Afortunadamente, hay varios oficios que se desprenden de la bicicleta: hoy, por ejemplo, en Bogotá está muy de moda la bicimensajería. O, también, podemos capacitarlos para que sean guías turísticos de recorridos en bicicleta. Como todo lo estamos haciendo de la mano con el Sena, ellos llegan con sus certificados”.
Para Harold Casallas, otro de los alumnos de estos cursos, ese certificado es un escalón más en su proceso de rehabilitación y resocialización. Hoy asiste con entusiasmo a las clases y ayuda a abrir y descargar el aula móvil que les envía el Sena hasta el Hogar El Camino para obtener su certificado y lograr su verdadero sueño: estudiar cocina. “Aquí todo es por mérito. Entonces, empiezo por estos primeros cursos para avanzar en mi ciclo de aprendizaje y que luego las profesionales de aquí me ayuden a llegar a mi curso de cocina”, dice Harold, quien llegó hace un mes a El Camino. Hace cuatro meses salió de la calle: un ataque que por poco le cuesta la vida fue el detonante de un cambio. Tiene 40 años, pero desde los 21 estuvo en las calles, atado al consumo de drogas: “Por amigos y por rebeldía hice todo lo que dice y terminé mal. Pero el 9 de diciembre se acabó todo, tengo la voluntad de volver a empezar. Después del accidente, me encontré otra vez con mi mamá: no la veía hace cuatro años. Ella me da la energía para seguir”, afirma Harold. Anota, además, que le encanta la bicicleta y que seguirá moviéndose en ella: “uno hace ejercicio y se comunica con la ciudad”.
“Esta alianza con Bici a la Calle y el SENA ha sido una bonita herramienta para que ellos adquieran conocimiento y habilidades y, ¿por qué no?, podría ser para una forma de generación de ingresos o un proyecto de vida, montar sus talleres, especializarse, ir profundizando, ir avanzando. Hoy estamos con un curso de bicicletas de gama baja, que dura 40 horas, y estamos en el proceso de gestionar si se pasa a una capacitación para gama alta”, afirma Nilson Gutiérrez, líder la Comunidad de Vida El Camino.
Bici a la Calle, además, también trabaja en alianza con programas como La Escuela de la Bici para enseñar a exhabitantes de calle a pedalear. “Buscamos que la bicicleta se convierta en un elemento no solamente deportivo o recreativo, sino también terapéutico. Empezamos desde cero con la población que nunca se ha montado en una bicicleta: tenemos un espacio todos los viernes en la mañana donde les enseñamos. Hoy, por ejemplo, trabajamos con un señor de 70 años, que llevaba 50 años sin subirse a una cicla. Ver su alegría por poder hacerlo y moverse libremente es algo increíble y a ellos los toca profundamente”, explica Alexánder. Esta experiencia no solo es una terapia para el cuerpo, sino también para su inserción en la ciudad; con la bici, muchos exhabitantes de calle han podido salir a rodar por Los Mártires y otras localidades para reconocer sus calles.
“Les enseñamos también las señas para girar y moverse en la vía: queremos que sean ejemplo. Les damos la charla de la Ley 1811, de la cultura bici y todo eso. La bicicleta les permite resignificarse en la sociedad como personas activas, que conocen la norma, que cuidan lo público y que se apropian de su territorio”, agrega García, con orgullo.
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Un instructor da una clase de mecánica de bicicletas de gama baja. Sus alumnos pertenecen a la Comunidad de Vida el Camino, en Bogotá.
Sergio Cárdenas / EL TIEMPO
Si le gustó Bici a la Calle, sepa que usted los puede apoyar. Desde la coordinación del programa, se reciben donaciones de distintos tipos:
- Bicicletas viejas, en mal estado o que ya no utilice.
- Herramientas de mecánica de bicicletas.
- Otros insumos de trabajo.
Además, se buscan aliados privados para sacar adelante un proyecto para convertir las bicicletas en máquinas del hogar, como bicilicuadoras, bicilavadoras o bicimolinos.
"Para los casos en los cuales la ciudadanía desea hacer donaciones para el apoyo de estos procesos, la Secretaría Distrital de Integración Social definió un proceso liderado por la Subsecretaría de la entidad, donde el potencial donante debe manifestar su intención con una comunicación dirigida a la Secretaría de Integración Social (integracion@sdis.gov.co) de modo que por parte de la entidad se revise y acepte su realización. Las personas interesadas pueden comunicarse con la línea de atención a la ciudadanía (6013808330) y mediante la plataforma de PQRS, disponibles en la página de la entidad www.integracionsocial.gov.co
ANA PUENTES
En Twitter: @soypuentes