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Bogotá

El verdadero origen del barrio Restrepo

Este almacén ha sido atendido por tres generaciones de
la familia Acosta Carreño.

Este almacén ha sido atendido por tres generaciones de la familia Acosta Carreño.

Foto:Colectivo trama y memoria.

Tres investigadores reconstruyeron la memoria de este reconocido epicentro del calzado nacional.

Si se trata de conseguir zapatos para la oficina, el colegio o el día a día, el barrio Restrepo es una de las primeras opciones. Tanto clientes como comerciantes piensan que en ese sector se les garantizará la calidad de un buen calzado.
Pero ese proceso cuidadoso y artesanal que tienen las fábricas y los talleres del Restrepo no llegó de la noche a la mañana. Esto es parte de una tradición en la que han participado diversas generaciones y familias dedicadas al arte de la zapatería.
Dos arquitectos, Angie Espinel y Juan Sepúlveda, junto con una antropóloga, Claudia Montagut, decidieron juntar los relatos de quienes han vivido en medio de moldes, cueros y máquinas de coser en las casas y comercios de este barrio ubicado en la localidad Antonio Nariño, en el suroriente de Bogotá.
“Ya veníamos hablando de hacer historias de barrios de Bogotá, pero que tuvieran un origen popular y que no estuviera relacionado con el patrimonio, que ya sabemos que se ha identificado como el centro histórico”, cuenta Angie.
Con esto en mente, cuando vieron la convocatoria ‘Historias de barrios y comercios tradicionales’, del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, pusieron el ojo sobre el Restrepo. Como muchas otras familias, la de Angie creció al lado del calzado. Su abuelo era fabricante, su abuela era la guarnecedora, y su papá y sus tías aprendieron de este oficio desde una edad muy temprana. El reto entonces era engranar esos relatos familiares con los demás zapateros del barrio.

Un barrio obrero

Para contar esta historia hay que remontarse a 1930, cuando se iniciaron urbanizaciones para obreros. En homenaje al expresidente Carlos E. Retrepo, su apellido quedó como el nombre de este conjunto de viviendas populares. Aunque, como en muchas zonas de la ciudad, su crecimiento estuvo marcado por procesos de autoconstrucción, su planeación incluyó iglesia, plaza de mercado, escuela y un gran parque central.
Los primeros habitantes eran, en su mayoría, personas provenientes de Cundinamarca y Boyacá que migraron a la ciudad por las condiciones de violencia política que vivía el país. En los años 50, el Restrepo todavía no era el epicentro del calzado en la ciudad. Solo en los 60 y 70 se empezó a consolidar esta industria.
Y llegó una época dorada. Tanto así que a Jesús Dorado, quien tiene 67 años y vivía en Timbío, Cauca, un allegado le dijo que en el barrio Restrepo de Bogotá podía conseguir trabajo como zapatero. 
Jesús, quien no sabía nada sobre calzado al llegar a la ciudad, aprendió en los talleres. Una vez conoció los secretos del oficio, ya no debía preocuparse por conseguir trabajo. El Restrepo estaba lleno de fabricantes que no solo producían para vender en Bogotá, sino que hacían recorridos por municipios aledaños para vender todo tipo de zapatos.
Para él, siempre estaba en mente hacer un zapato durable. Pensaba en que a sus clientes les durara el par un año. Por eso cuidaba el proceso de tal manera que se usara un buen pegante, los cortes quedaban bien ajustados.

Uno sabía que la gente era pobre, entonces tocaba hacer un zapatico de calidad para que les durara un año a los muchachos

“Uno sabía que la gente era pobre, entonces tocaba hacer un zapatico de calidad para que les durara un año a los muchachos”, dice Jesús.
Así le fue llegando clientela, los que alguna vez usaron sus zapatos para ir al colegio empezaron a tener de a dos o tres hijos, por lo que los pedidos se incrementaban con el pasar de los años, a tal punto que se vio en la necesidad de construir su propio taller.

Una época de cambios

Aunque las ventas iban bien y el Restrepo se consolidaba como un epicentro del calzado, no solo en la ciudad, sino a nivel nacional, llegaron los retos. Con la apertura económica empezó a arribar mercancía desde otras partes del mundo con precios que ponían más difícil la competencia en el mercado. “Ahora ha cambiado mucho todo porque se está haciendo un calzado de combate. Es hacer montones de zapatos, pero no tienen en cuenta hacerlos bien y de calidad”, asegura Jesús.
No obstante, el proceso de industrialización también permitió que se fuera tecnificando más el trabajo. “Antes no había herramientas tecnificadas, por lo que era un proceso mucho más largo para producir cada zapato. Hoy, así sean pequeños talleres, usan algunas máquinas y se valen de herramientas un poco más modernas”, explica Juan.
Por ejemplo, el proceso de guarnición del zapato se hacía completamente a mano, pero ahora es habitual ver en los talleres una máquina de coser Singer, aunque en la actualidad, por pedidos personalizados, en algunas zapaterías siguen haciendo los procesos a mano.
Los materiales también han cambiado. Lo que antes era un zapato hecho solo en cuero ahora contiene otro tipo de elementos, como el caucho en las suelas, y para bajar algunos costos se recurre a materiales sintéticos.
Sin embargo, ha sido la misma tradición de las familias zapateras lo que ha logrado mantener vivo este sector. Angie cuenta que siguen existiendo pequeños talleres, de cinco trabajadores, donde el proceso de producción es personalizado y hacen el zapato como el cliente quiera.
“Esto es un proceso de resistencia porque te garantiza algo diferente, que no es ir a comprar en los almacenes de cadena”, dice. Y, por otro lado, quienes siguen en el negocio lo han logrado porque se adaptan a los modelos de tendencia. Pero, como lo dice Juan, se siguen distinguiendo por una buena calidad de los productos.
“La gente compra un par a 30.000 pesos, pero luego se da cuenta de que no le dura nada, entonces termina volviendo a su zapatero de confianza que haga los productos con buenos materiales y procesos”, señala. 
Estas memorias las guardó el colectivo Trama y Memoria, integrado por Angie, Juan y Claudia. Con el apoyo del IDPC publicaron una cartilla visual –El Restrepo y el arte de la zapatería–, un álbum fotográfico del barrio y un recorrido virtual por los lugares más emblemáticos, que así pregonan sus productos: ‘Cálcelo sin compromiso’.
GABRIEL GONZÁLEZ
REDACCIÓN BOGOTÁ
TWITTER: GGONZALEZCA

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