La llegada tardía de las 50.000 vacunas ha despertado esperanza en muchos colombianos y la oportunidad de iniciar un proceso complejo de inmunización contra el tiempo, donde Bogotá tiene el reto de aplicar, con celeridad, las primeras 12.582 dosis al personal de salud que ha estado en el primer frente de batalla.
Y aunque se esperaban más dosis, y varios países nos llevan una considerable ventaja, no se puede desconocer que ya dimos el primer paso, pequeño y modesto, aunque acompañado de un show mediático, fotos y discursos políticos victoriosos, que desconocen que aún seguimos en pandemia y que el número de fallecidos no para de crecer. Esta situación preocupa y más en un año electoral.
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Las vacunas son un derecho que tenemos todos los ciudadanos, quienes hemos cedido, en esta crisis sanitaria, parte de nuestras libertades civiles y económicas a favor de la sociedad en general. De allí que los gobiernos deben garantizar que el proceso de vacunación sea equitativo, incluyente y gratuito y que las decisiones estén respaldadas por criterios técnicos y epidemiológicos, y no por intereses electorales.
No en vano, el país cuenta con un plan de vacunación y cada ciudad ha desarrollado su respectivo plan de acción. Bogotá lo ha hecho bien de la mano de la academia, los expertos y las instituciones prestadoras de salud.
Sin embargo, aún hay temas pendientes por resolver como, por ejemplo, depurar y actualizar las bases de datos y la información de contacto de los afiliados y sus beneficiarios, en particular las personas de la tercera edad y los mayores de 85 años, quienes tienen dificultades de acceso y pocas habilidades digitales para navegar en la plataforma virtual y conocer dónde y cuándo será llamado a vacunarse.
En la misma línea, la ciudad necesita desarrollar un plan de apoyo a mayores de edad, migrantes, población indígena y en discapacidad. Nadie se puede quedar atrás. En particular, hay que prestarle mucha atención a la población que tiene mayor interacción social, como vendedores ambulantes, conductores de transporte público y domiciliarios, entre otros, quienes tienen más riesgo de contraer y propagar el virus hoy en la ciudad.
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Lo cierto es que ante la escasez de vacunas se debe tratar de optimizar su impacto inicial y concentrar esfuerzos en los entornos urbanos y en los modelos matemáticos para garantizar una distribución equitativa sin criterios políticos.
Adicionalmente, se debe fortalecer el componente pedagógico pues hay miedo y desconocimiento frente al proceso de vacunación, situación que puede estar influenciada por creencias religiosas, mitos o temores sobre los efectos de la vacuna. La gente debe estar bien informada para tomar una decisión con criterio.
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ÓMAR ORÓSTEGUI
FUTUROS URBANOS