La pelea entre un ‘cono ciudadano’ y un motociclista ha circulado a través de videos en las redes sociales. Los múltiples comentarios al respecto han transitado desde el humor capitalino hasta la feroz descalificación política de la que, al parecer, nada puede salvarse hoy en Colombia.
El cono fue agredido y reaccionó mal. El cono pidió disculpas. ¿El desenlace desafortunado debe generar una revisión de la iniciativa pedagógica? Sí.
La necesidad de desarrollar una agenda pedagógica desde el gobierno, buscando involucrar a la ciudadanía en la mejora de muchos de los problemas que tenemos, es una necesidad. Tanto así, que todos los últimos alcaldes de la ciudad han reconocido la importancia del rol pedagógico del gobierno de la ciudad y todos han desarrollado –a su manera– acciones de cultura ciudadana.
El problema de los mal parqueados es un factor crítico en la mejora del tráfico de la ciudad y el Secretario de Movilidad es un académico juicioso que tiene claro que el problema no se resolverá exclusivamente a punta de multas o desarrollo de infraestructura.
Ahora bien, gracias a científicos sociales como Norber Elias, hemos comprendido que la vergüenza y las normas sociales tienen un papel importante en la construcción de cohesión social y han sido fundamentales en el proceso de civilización.
No obstante, con la vergüenza hay que tener cuidado. Esta emoción, que parece caracterizar tan particularmente a los seres humanos, es muy poderosa y agobiante.
Exagerar con el uso e intensidad de la vergüenza puede ser problemático. La vergüenza puede ser insoportable y llegar a tal punto que la sensación de humillación anule el proceso pedagógico y ponga a las personas en actitud de confrontación.
Desde Corpovisionarios, cuando pensamos en acciones de cultura ciudadana, apelamos cada vez más a emociones positivas y a mecánicas de interacción con los ciudadanos que no caigan en la “infantilización” o el reproche. La idea de los conos en principio es llamativa; sugeriríamos suspender las arengas, los gritos y el megáfono. Los conos silenciosos podrían generar más empatía y sí, algo de vergüenza, pero de manera sutil y más constructiva.