Su rostro delgado, de mejillas sonrosadas y ojos brillantes, refleja sabiduría y calidez. Habla con detalle, es un gran contador de historias y relata hechos de hace muchos años como si hubieran sucedido ayer.
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El amor por la naturaleza y la seguridad de sus palabras al explicar cada especie de fauna o flora que han habitado el páramo de Guacheneque contagian de emoción. Sus pasos son lentos, seguros, como si cada uno de ellos estuviera lleno del conocimiento que lo hace una ‘biblioteca humana’ del río Bogotá.
Nació en Villapinzón, población de cuyas montañas brota esta arteria fluvial a la que le ha dedicado más de 30 años a cuidarla, a sabiendas de que es el afluente más importante del centro del país.
Su nombre parece un presagio de lo que ha sido su historia: Vidal, del latín Vitalis, relativo a la vida.
Vidal González López es el reconocido vigía del río Bogotá, labor que ha desempeñado de manera cabal y con entusiasmo desde que fue nombrado guardabosques del municipio. Hoy, cuando está ad portas de pensionarse, recorre a diario esta maravilla natural verdosa, con diversidad de plantas, con árboles añosos y con una historia que él conoce casi de memoria.
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La mañana es luminosa, aunque el frío es intenso y el resplandor que se cuela entre las nubes grises enmarca el mirador del Mapa, uno de los lugares de mayor importancia ecosistémica de Cundinamarca por ser la cuna del río Bogotá.
Al ver el panorama se entiende perfectamente el porqué del nombre de este lugar, en medio de la inmensidad aparece un perfecto croquis de Colombia trazado sobre una membrana verdosa bordada graciosamente por frailejones de hojas amarillas y afelpadas.
De ese pequeño pozo emanan las primeras palpitaciones acuosas del río, que se extiende a lo largo de 375 kilómetros hasta su desembocadura en Girardot, en el sur del departamento. Aquí, a 3.300 metros sobre el nivel del mar, se respira un vaho de vegetación húmeda.
“Llevo 30 años cuidando este nacimiento del páramo de Guacheneque, donde están las 8.900 hectáreas de reserva natural. Donde nace el río Funza o Bogotá y 37 quebradas en esta zona de reserva”, cuenta, refiriéndose a que esa es la conexión que tiene con este paraíso natural.
Habla de su labor con orgullo, conoce los nombres de pequeños riachuelos, de árboles y plántulas, un saber que ha recopilado durante décadas, desde cuando cambió su labor de fontanero por la de guardián del páramo para evitar talas, cultivos y quemas que pudieran afectarlo.
Sabe que de su trabajo depende, en gran medida, que el agua llegué a 46 municipios de Cundinamarca y a Bogotá. Por eso, Vidal se convirtió en un aliado de las autoridades ambientales, como la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), a la que le reconoce muchas acciones para recuperar este paraíso natural y de esta forma contribuir a que el río Bogotá siga vivo.
“Desde 1996 se empezó a hacer compra de predios por parte de la CAR, como en el Boquerón, que son 4.900 hectáreas de reserva virgen que nunca ha sido tocada por el hombre. Ahí la CAR tiene 420 hectáreas, que están protegidas y cercadas. Nunca ha habido incendios ni talas”, asegura.
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El tío Vidal, como lo llaman los habitantes de Villapinzón, se desplaza a diario hasta la parte alta del páramo de Guacheneque, tierra que por su valor ecosistémico fue adquirida por la CAR Cundimanarca como parte de una estrategia para evitar que fuera afectada por la actividad agrícola o la tala, principales amenazas del equilibrio natural en estas zonas.
“La CAR tiene otra finca por la parte de Tierraventana, es de 446 hectáreas, allá hay bosque secundario porque hubo un incendio hace 70 años, según dicen, ahora estoy siempre pendiente para que no hagan quemas”, dice el tío, mientras consiente un arbusto, lo limpia y lo acaricia como a uno de sus hijos e insiste en que la compra y el cerramiento con cercas de los terrenos cercanos al nacimiento de los ríos y quebradas evita afectaciones.
Además de vigilar y dar alerta ante cualquier amenaza, Vidal es un dedicado sembrador de especies nativas, actividad que favorece la restauración ecológica. “Yo acá, desde hace 18 años, siembro especies nativas: raques, arrayanes, tunos, rodamontes y encenillos…”.
Y agrega: “Si la CAR no hubiera prohibido talas y cultivos, protegiendo todo, de esto ya no quedaría nada, habría cultivos y ganadería. La gente debe saber que los páramos hay que cuidarlos porque de allá sale el agua y el agua fluye porque es vida”, sentencia este vigía que dice que quiere que cuando muera lo recuerden como “Vidal González, el guardián del páramo que protege la vida para las nuevas generaciones, porque el agua es vida”.
JORGE ERIC PALACINO ZAMORA*
PARA EL TIEMPO
* PERIODISTA DE LA CAR CUNDINAMARCA
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