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Bogotá

Un atraco y la pobreza llevaron a un abuelo a enterrarse en su rancho

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Se cansó de buscar subsidios del Distrito. Solo quiere un plante para desempeñarse como artesano.

En un rancho erigido con viejos ladrillos y latas, ubicado en el barrio Tocaimita de Usme, Luis Miguel López, de 74 años, decidió abrir un hueco en la tierra y enterrar su cuerpo hasta el cuello. Solo se ve su rostro pálido y cansado, el mismo que ha tenido desde que fue atracado, cayó en la pobreza absoluta y perdió lo único que tenía: su trabajo.
Sobre las paredes envejecidas del rancho por el que paga arriendo ha pegado carteleras en las que ha escrito su drama. Dice que no quiere limosnas, sino la oportunidad de volver a sentirse útil y no depender de alguien, un auxilio para el adulto mayor, una vivienda digna, poder comer tres veces al día, recuperar su taller de confecciones y trabajo, además de estudio para sus hijos.
Con la voz debilitada, producto de las horas que ha pasado enterrado en lo que ha denominado su propia tumba, cuenta que tenía una microempresa de la confección y que solía vender sus productos en El Madrugón, en San Victorino.

Decidí enterrarme, sí, llamar la atención, para que alguien me voltee a mirar y me ayude, ya que como un ciudadano normal nadie quiso escucharme

No ganaba mucho, pero sí lo suficiente para vivir hasta que fue víctima de un atraco en octubre del año pasado, cerca de las oficinas de Integración Social en El Virrey. Duró tres meses hospitalizado y su brazo quedó lisiado desde entonces debido a una puñalada que le asestó un atracador. No logró acabar con su vida, pero sí con su futuro.
Luego la desgracia golpeó peor su vida. Perdió todos sus insumos para vivir. “Todo este tiempo he rodado para arriba y para abajo, sin lograr que nadie me dé una ayuda o una oportunidad para trabajar. Decidí enterrarme, sí, llamar la atención, para que alguien me voltee a mirar y me ayude, ya que como un ciudadano normal nadie quiso escucharme”.
Luis Miguel lleva dos días enterrado en el suelo, pero meses en sus propias penurias. Cuenta que, ante la crisis, tuvo que vender su maquinaria para poder comer y de ahí en adelante todo ha sido sufrimiento porque no ha logrado que el Distrito lo auxilie de alguna manera, ni siquiera con un subsidio, como el adulto mayor que es.
Sin temor, dice que ha sido un padre responsable que ha ayudado a sus hijos a salir adelante, pero que ellos no han podido seguir estudiado o conseguir trabajos estables que les permitan salir adelante ni mucho menos salvar a la familia de la crisis. “Cuando yo tenía mi microempresa los ayudaba mucho, pero después de que me quebré todo se vino al piso. Mis hijos pasan hojas de vida, pero las oportunidades nunca les llegan”.
Habla con orgullo de su hijo enfermero, al que le gustaría ser médico y que está agotado de pasar sus hojas de vida, del otro que fue despedido del trabajo en días recientes y de la impotencia que le da verlos a ellos y a sus nietos pasar por tantas necesidades.

Cuando tenía mi microempresa ayudaba a mis hijos pero después de que me quebré todo se
vino al piso. Pasan
hojas de vida pero
las oportunidades nunca les llegan

Cuando sus vecinos se percataron de la situación hicieron lo posible para socorrerlo, pero don Luis se negaba a salir de su tumba. Quería que alguien se diera cuenta de su sufrimiento.
Fue necesario el arribo del Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá y la Secretaría de Salud para asistir al adulto mayor y sacarlo del lugar en donde se enterró durante varias horas, afectando gravemente su salud.
La noche del martes, el abuelo fue trasladado en una ambulancia hacia un centro médico donde pasó la noche y la madrugada bajo valoración y supervisión médica, pero luego de salir volvió a su rancho para enterrarse.
Luis Miguel López, de 74 años, se enterró ante la mirada atónita de sus hijos y sus vecinos del barrio.

Luis Miguel López, de 74 años, se enterró ante la mirada atónita de sus hijos y sus vecinos del barrio.

Foto:Milton Díaz. EL TIEMPO

Como él, en ese mismo rincón de la ciudad, hay unos diez adultos mayores en las mismas condiciones de miseria. “Aquí hay muchos ancianos totalmente abandonados. Hay una abuelita recicladora, de casi 90 años, a la que nunca le ha llegado ayuda por vivir en un barrio informal. Ni la alcaldía local ni la distrital les han ayudado en nada”, dijo María Helena Herrera, presidenta de la junta de acción comunal de Tocaimita.
En ese sector viven además comunidades indígenas y afrodescendientes, muchos desplazados por la violencia, que están en completo desamparo. “Llevamos 35 años de existencia de este barrio. Somos víctimas que luchamos todos los días por subsistir, pero los viejos se llevan la peor parte”, agregó la representante de la comunidad.

¿Qué dice el distrito?

En la madrugada del 24 de mayo, don Luis Miguel fue trasladado en la móvil 6926 de la Secretaría Distrital de Salud al hospital La Victoria a eso de las 12:27; allí fue atendido por los profesionales de salud de esta unidad. No se le encontraron síntomas respiratorios como tos o fiebre, en general presentó buenas condiciones de salud.
Estuvo acompañado por uno de sus hijos y firmó de manera voluntaria la salida de la institución, aunque el profesional de turno les explicó los riesgos que implica la no realización de los exámenes, que por rigor se deben hacer en este tipo de casos. Él quería seguir con su protesta.
Por su parte, la secretaria de Integración Social, Margarita Barraquer, dijo que desde lunes el equipo de la entidad viene acompañando a Luis Miguel y ya lograron llegar a algunos acuerdos. “Ya fue evaluado en la Clínica La Victoria, en donde le dieron una atención inicial, y ratificamos algunos acuerdos. Vamos a mejorar su condiciones”.
Sin embargo, no aclararon las razones por las que este adulto mayor no había recibido las ayudas del Distrito, aunque él dice haberlas solicitado. Por lo pronto, la primera atención que recibirá este ciudadano será un chequeo médico completo.
CAROL MALAVER
SUBEDITORA BOGOTÁ
Escríbanos a carmal@eltiempo.com 
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