Con la adrenalina a todo vapor y la aventura a flor de piel, más de 3.000 ciclistas se sumergieron en la ruta de 40 kilómetros de recorrido por los cerros orientales sobre todos los terrenos: pavimento, destapada, barro, trocha. Hubo de todo.
La salida fue a las 7:30 de la mañana del pasado domingo, en medio de un amanecer fresco, relajado, desde el parque Nacional, hacia la vía a Choachí, la misma que lleva a la virgen de Guadalupe.
Cuando comenzó el ascenso y atrás fue quedando el tapiz urbano, se comenzó a ver la majestuosidad de los cerros orientales, el pulmón que le bombea oxígeno a Bogotá y sus más de 8’200.000 habitantes que respiran ciudad.
En todo caso, no era una jornada competitiva, pero los duros de los fierros del todoterreno pactaron sus propios duelos a cambio de un arepa con queso, jugo o aguapanela en Patios, la cima de la llegada. De resto, cada uno tenía su propio reto: hacer este trayecto, el primero que en su género se realiza en Bogotá, y conocer de paso qué es lo que esconde en las entrañas de las montañas que rodean a esta ciudad.
La subida fue hasta el kilómetro 11, un punto acordado para hidratación y donde algunos compartieron proteína para poder seguir adelante. Los primeros mil participantes llevaban chip de registro; los otros, el número asignado impreso. Fue que la convocatoria desbordó todos los pronósticos.
De allí se siguió rumbo a la vereda El Verjón. En el camino para los expertos en temas ambientales fue doloroso ver cómo el retamo espinoso, esa especie que fue ‘importada’ para reforestar los cerros pero que en realidad es una especie invasora que no deja crecer nada al lado y que tiene un poder de combustible, tiene invadidas grandes extensiones de terreno.
Pero eso, a vuelo de ciclista primíparo, poco se entiende. Tiene uno que ir al lado, por ejemplo, del Secretario de Ambiente, Francisco Cruz, un aficionado a la bicicleta, para que le cuente el impacto negativo de esa especie invasora.
Pero este no fue el único funcionario al que se le vio pedaleando por esa ruta. También estaba Orlando Molano, el director del Instituto de Recreación y Deporte (IDRD), quien llevaba la batuta de la organización. Esta travesía, que para muchos fue una superexperiencia, para él fue un bálsamo después de pasar la prueba de fuego en la organización de la visita del papa Francisco, en el parque Simón Bolívar.
De camino, la mayoría terminó en un tapón: muchos quedaron embotelladas en un paso cerrado donde solo pasaba un ciclista con barro hasta los tobillos. En ese momento se desgajó un aguacero que les permitió a los más veteranos sacar sus chaquetas impermeables, para evitar una lavada. Todo fue diversión.
Tras salir de ese embotellamiento, se siguió por Santiamén; y desde allí, a salir a la ruta pavimentada que de La Calera lleva al peaje de Patios.
Algunos iban con las fuerzas diezmadas por la falta de ejercicio frecuente, pero otros pasaron volando en medio de un aguacero que recordó que lo mejor, en estos casos, es tener buenas luces recargables, un impermeable reflectivo para que lo identifiquen y mucha paciencia.
Otros tuvieron tiempo para la arepa, la aguapanela. Luego vino la bajada desde Patios. Las gotas de lluvia picaron el rostro como agujas afiladas y como pasa en este trópico, al llegar a la carrera 7.ª el sol abrió.
En el lote general, en ritmo promedio iba con rumbo al parque Nacional el director Molano cuando de golpe el funcionario vio que una caravana de una organización particular estaba deteniendo el paso de los vehículos. El funcionario les dijo que eso no estaba permitido y que, precisamente, la legitimidad de la bicicleta es respetar a los conductores y los peatones.
Ahí se evidenció, en tiempo real, que muchos biciusuarios tienen más pasión por salir a montar bici que una cultura como medio de transporte sostenible en armonía con los otros. Al llegar a la meta, nos dieron los tiempos: la subida al km 11 fue de 53 minutos y la llegada a la meta, de 1 hora 54 minutos. Pero, mala noticia: los tiempos fueron para los duros del todoterreno e incluso los que iban en ruta, porque de ahí en adelante el trancón, la lluvia, el pavimento mojado y los más veteranos pasamos de las 3 horas de recorrido.
Luego de esta experiencia, el director del IDRD anunció que se trabaja en el mapa de las rutas para que los ciudadanos salgan a recorrer por otras zonas.
HUGO PARRA
Redactor de EL TIEMPO
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