Este domingo era la corrida de los colombianos. Y fue una tarde colombiana, de no somos muchos pero somos machos. Porque, tal vez por el petardo que unos terroristas pusieron a una cuadra de la plaza, o porque no hay tanta fe en nuestros toreros, solo fue un cuarto de entrada.
Bajo un cielo plomizo, que casi lloraba, se rindió un minuto de silencio por tantos, entre ellos el ganadero Ernesto González Caicedo. Y se vivó a los toreros nacionales y a la Policía.
Se lidió un encierro de Santa Bárbara, castaño quemado en mayoría. Bellos, bien presentados, con leña, complicados unos, uno rajado. Pero dos fueron buenos y uno mereció la vuelta al ruedo.
Sebastián Vargas lució con la capa en su primero por verónicas rematadas con media. Y en banderillas, para recordar quedan sus dos pares al violín en cada uno de sus toros. Y vino el momento de la tarde. Porque les brindó la faena a un oficial y a un patrullero de la policía, y en ellos a la institución. La ovación parecía de plaza llena, sonaba más duro que cualquier petardo.
Y se fue a torear, con tres cambiados por la espalda. Y tuvo buenas tandas por la derecha. Por la izquierda no tanto, y mató de espadazo. La presidencia consideró que le faltó un pelo para la oreja y solo autorizó la vuelta al ruedo al toro. Y él dio otra, que pidió el público. En su segundo toreó con técnica a un astado que mirada mucho para las tablas, pero él le tapaba los ojos y le robaba los pases. Así lo embarcó en circulares. Y como mató bien, vino la codiciada oreja.
El primer toro de Cristóbal Pardo salió a comerse el mundo. Pero Pardo, que puso banderillas a lo normal, tuvo vientos en contra y no pudo templar. Y el toro resolvió subir la cara. Sin temple y con vientecillo. Y casi nada en el otro, un torito rajado.
Triunfó Ramsés Ruiz, con justicia. Por torero de arte, con oficio, además de entrega. Las mejores verónicas, quieto, y tres chicuelinas, con el cuerno en el fémur. Pero el toro se quedaba debajo, buscaba. Hacerle faena era imposible. Tuvo que decirle adiós, castaño. Pero cortó dos orejas en el sexto de la tarde al ejecutar una faena completa, de toreo serio sobre ambas manos, plantado, largo, rematado. Y era el remate también de la feria.
LUIS NOÉ OCHOA
Comentar