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Taxista cuenta cómo terminó contagiando a toda su familia
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Taxista cuenta cómo contagió a toda su familiaaxista que contagió a toda su familia cuenta su experiencia. Edwin Velandia tuvo coronavirus y su esposa e hijos resultaron infectados también.
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HECTOR FABIO ZAMORA

Taxista cuenta cómo terminó contagiando a toda su familia

Edwin Velandia estuvo en una UCI junto a su esposa. Al tiempo, sus dos hijos estaban infectados.

El viernes 20 de marzo, mientras la mayoría de bogotanos se guardaron en sus casas para cumplir el primer día de simulacro de cuarentena, la vida para Edwin Enrique Velandia continuó normal.

Tenía que conseguir lo del diario y podía salir a trabajar en su taxi. Como siempre, a las 4 de la tarde empezó a recorrer la ciudad. Alcanzó a realizar algunas carreras. Pero cerca de la medianoche, el dolor de huesos y el agotamiento lo obligaron a regresar más pronto que de costumbre a su apartamento en Suba La Campiña.

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Al otro día, el cansancio persistió y además tenía dolor de cabeza y fiebre. Los paños de agua tibia no funcionaron. El domingo, los síntomas se tornaron insoportables. Entonces decidió coger el taxi que manejaba, un Kia Picanto, y salir para una clínica. Lo aterrorizaba pensar que podía ser uno de los primeros contagiados de covid-19 en la ciudad. Dos semanas antes se había confirmado el primer caso del nuevo virus.

Al llegar a la clínica, fue hospitalizado, le hicieron un electrocardiograma y horas después le tomaron una prueba. Al quinto día le dieron el resultado. Era positivo. Pero como se encontraba estable lo enviaron pronto a casa a pasar la cuarentena.

Apenas llevaba tres horas en su apartamento cuando los síntomas volvieron a aparecer. Esperó al otro día y al ver que no tenía mejoría pidió una ambulancia. A las dos horas, al ver que no llegaba, pidió un taxi. Edwin salió cubierto, con guantes y tapabocas y estuvo con las ventanas abiertas.

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A ella le entró desespero, ansiedad, quería irse para la casa. En algún momento me culpó porque la había contagiado

En la clínica le detectaron una inflamación en el pulmón. Esa misma tarde, estando en la unidad de cuidados intensivos, escuchó la voz de su esposa. Se quejaba y tosía. Ella llegó en la ambulancia que habían pedido para él. Edwin la había contagiado, y también a su hijo de 11 años, y este a su hijo mayor, quien no vivía con ellos, pero los visitaba casi todos los días.

Desde ese momento, el mundo se le desplomó. Se sentía culpable. Temía por la suerte de su familia. Lloraba todo el tiempo. Día a día se fue deteriorando su salud. No fue intubado, pero sí llegó a pensar que la vida se le iba. No tenía fuerzas. Hablar algunos segundos lo agitaba. Por eso, a los médicos solo les podía contestar con un sí o un no, y tampoco recibía llamadas.

Su esposa, mientras tanto, sufría por su pequeño hijo y todo el tiempo estuvo impaciente. “A ella le entró desespero, ansiedad, quería irse para la casa. En algún momento me culpó porque la había contagiado”, dice este bogotano de 46 años y quien siempre ha sido creyente de Dios y de la Virgen.

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Taxista

Hace 21 años, este bogotano se gana la vida como taxista.

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HECTOR FABIO ZAMORA

Cuando ya sus fuerzas se habían desvanecido, apareció un joven enfermero de nombre Óscar, quien no lo miraba como bicho raro ni evitaba estar cerca o hablarle. Óscar empezó a darle ánimo y esperanzas; le decía que su esposa estaba mejorando y que iba a salir de esta. Ella pudo salir de la clínica antes.

“Mi estado de ánimo era terrible y Óscar me hizo sentir mejor, yo empecé a cambiar de semblante. El resto de enfermeros empezaron también a tener una actitud diferente”, cuenta el taxista, quien después de seis días pasó de cuidados intensivos a una habitación y estuvo otro tanto en observación.

El Viernes Santo, Edwin fue dado de alta. Salió en silla de ruedas en medio de aplausos de médicos y enfermeras. Después de 12 días de hospitalizado regresó con su esposa y sus hijos, quienes resultaron asintomáticos. Solo les dio dolor de cabeza.

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El 20 de mayo, dos meses después de que fue hospitalizado y luego de que tuvo que volver a aprender a caminar, sintió las fuerzas para volver a conducir un carro y trabajar en el mismo oficio que ha realizado durante 21 años, el de taxista, una profesión que -según las pruebas de covid-19 tomadas a 3.000 de estos conductores por la Universidad de Los Andes- es considerada como de alto riesgo de contagio, igual que los conductores de buses de servicio público. Por eso, y por su propia experiencia, Edwin Velandia es ahora más precavido.

Un pasajero me dijo que no creía en el virus y que no conocía al primer contagiado. Yo le respondí: ‘Si no cree, acá está viendo al primero'

Todos los días, mañana y tarde, desinfecta el Hyundai Atos (conocido como ‘zapatico’) que ahora conduce, mantiene alcohol, tapabocas y guantes para el uso de sus clientes. Pero, además, hizo instalar una cortina de material sintético que separa al conductor del pasajero.

Este hombre no sabe cómo se contagió, cree que pudo ser el 18 de marzo, cuando recogió en el aeropuerto a una pasajera que había estado dos meses fuera del país. Tal vez fue cuando le ayudó con las maletas o a lo mejor durante el recorrido. Tampoco descarta que se haya infectado el día que cogió un bus del SITP. En fin, esa siempre será su incertidumbre.

“Dios me dio a mí y a mi familia una oportunidad de vida”, dice Edwin, al reconocer que lo positivo de su tragedia es que le ha permitido replantearse muchas cosas. “La rabia y el odio que alguna vez pude haber sentido por alguna cosa desaparecieron. Soy más espiritual”.

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Lo único que le preocupa es que aún haya personas que creen que el covid-19 es invento y que sigan los casos de discriminación del personal de la salud. Él es un sobreviviente de una enfermedad que puede matar y así lo replica entre sus clientes, colegas y amigos.

“Un pasajero me dijo que no creía en el virus y que no conocía al primer contagiado. Yo le respondí: ‘Si no cree, acá está viendo al primero. No me morí porque Dios y la Virgen no quisieron y eso no se lo deseo a nadie’”. Al escuchar su historia, cuenta, el hombre salió aterrado y manifestó que en adelante se iba a cuidar no solo por él, sino por su familia.

Guillermo Reinoso Rodríguez
Editor de Bogotá
Twitter: @guirei24
guirei@eltiempo.com​
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