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Bogotá

Coronovarius y ética del cuidado / Opinión

Foto:Cesar Melgarejo / EL TIEMPO

Estamos ante algo mucho más profundo. Está en juego la ética ciudadana.

El mundo entero ha entrado en shock. Los noticieros de TV nos muestran cómo el coronavirus se ha ido esparciendo por el mundo, y el cuerpo humano carece de los anticuerpos para dar la batalla. Ante la ausencia de vacunas, la única barrera es la prevención.
Hace algunas semanas pensábamos que era un problema remoto. Ahora Europa ha encendido las alarmas. Y ya llegó a Colombia. No se trata de una gripa, como afirmaron algunas personas. Todos estamos amenazados, particularmente los adultos mayores y los niños.
Aplaudimos y ponemos en práctica las medidas tomadas por el Ministro de Salud y por la Alcaldesa de Bogotá. Sabemos que cada día está cambiando el escenario epidemiológico y las autoridades deberán tomar medidas más radicales.
Nos impresiona ver, en los noticieros de TV, patrullas de Policía recorriendo las ciudades europeas para obligar a los ciudadanos a permanecer en sus casas. Ante estos hechos, el mensaje que quiero comunicar a través de este escrito se refiere a la ética ciudadana. Los desafíos que nos presenta el coronavirus no son un asunto de patrullas de policía, multas y sanciones. Estamos ante algo mucho más profundo. Está en juego la ética ciudadana.
El coronavirus no es algo distante y exótico. Ya llegó y estará entre nosotros varios meses. No se trata de fake news, transmitidas por las redes sociales. Es una amenaza real que está causando muerte. ¿Qué hacer? No podemos entrar en pánico, sino que debemos actuar responsablemente. Dejando a un lado los legítimos intereses particulares, debemos priorizar el bien común. A todos nos ha tocado aplazar o cancelar eventos y celebraciones. Esto nos causa tristeza, la pérdida de muchos millones de pesos y el esfuerzo de varios meses.
Ciertamente, es un costo muy alto, que en este momento no podemos cuantificar con precisión. Pero, por encima de las cifras en rojo, está la vida de nuestros padres y abuelos, de los niños y de la ciudadanía en general. Dejando a un lado el egoísmo, que es legítimo y hace parte del instinto de conservación, debemos pensar en el bien común. Esperamos superar esta pesadilla en pocos meses y recuperar parcialmente las pérdidas.
En los últimos años, se han escrito reflexiones muy profundas sobre la ética del cuidado. ¿Cuál es el mensaje? No somos seres aislados. Estamos conectados los unos con los otros. No podemos salir adelante si el entorno está en problemas. Existe una solidaridad que, querámoslo o no, crea vínculos entre nosotros y el mundo que nos rodea. La pandemia del coronavirus pone en evidencia la sabiduría de las palabras del papa Francisco en su encíclica sobre el Cuidado de la Casa Común, donde afirmaba que “todo está conectado con todo”. La salud de cada uno de nosotros depende de los hábitos de limpieza y de prevención que tengan mis vecinos, las personas con las que trabajo y los ciudadanos con los que comparto el transporte público. Por encima de las preocupaciones por las pérdidas económicas que voy a tener en mi negocio, debo pensar en la salud de nuestros viejos y de los niños, y en lo que significaría para el país el colapso de los hospitales por la avalancha de pacientes necesitados de tratamiento. El bien común está por encima de los intereses particulares.
Veamos el coronavirus no sólo como una amenaza. También es una oportunidad para revisar la rutina de nuestras organizaciones. En Colombia se han dado avances muy importantes en cuanto a la conectividad. Como respuesta al coronavirus, podemos tomar decisiones de gran impacto en cuanto al tele-trabajo sin sacrificar la productividad. En las organizaciones, podemos establecer horarios flexibles de ingreso y salida, de manera que evitemos las aglomeraciones, y el transporte público no sea sobrecargado. Las instituciones educativas debemos utilizar las herramientas digitales para permitir que nuestros estudiantes continúen, desde sus casas, sus procesos formativos.
Ciertamente, el coronavirus nos exige cambiar nuestras rutinas y ritmo de vida. Tendremos restricciones. Pero no debemos verlas como una agobiante imposición de las autoridades sino como una exigencia de la ética del cuidado, que da la prioridad al bien común sobre los intereses particulares.
Jorge Humberto Peláez
Rector Universidad Javeriana
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