Bogotá se está contando a sí misma una pequeña gran mentira sobre los niveles de contaminación en el aire que hoy respiran sus cerca de ocho millones de habitantes.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la media anual de material particulado inferior a 10 micras (PM10) –uno de los agentes contaminantes que se mide para determinar la calidad del aire– no debe superar los 20 microgramos por metro cúbico (ug/m3). No obstante, el PM10 en la capital fue de 52 ug/m3 (promedio) durante el 2014, y de 44 ug/m3 en el transcurso del 2015, según datos de la Secretaría Distrital de Ambiente (SDA).
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Otro de los agentes contaminantes medidos en las grandes urbes es el material particulado inferior a 2,5 micras (PM2,5). En este indicador, la OMS recomienda que el promedio anual no sea mayor a 10 ug/m3, pero Bogotá registró en el 2014 y el 2015 medias de 21,5 y 18,7, respectivamente.
Todo esto significa que la ciudad duplica los estándares máximos de PM10 y PM2,5 establecidos por el máximo ente rector de la salud a nivel mundial. Y, sin embargo, Óscar Ducuara, subdirector de Calidad del aire, auditiva y visual de la SDA, no duda en afirmar que Bogotá tiene un aire “bueno”, porque los niveles de PM10 y PM2,5 cumplen con los estándares nacionales.
“Estamos incluso por debajo de la norma –la Resolución 610 del 2010 del Ministerio de Ambiente–. Por eso es importante decir que Bogotá no tiene un aire contaminado sino episodios como los incendios que colocan los niveles de contaminación por encima de la reglamentación”, aseguró el funcionario.
La Resolución 610 fija cuáles son los niveles de agentes contaminantes, como el PM10 y el PM2,5, permitidos en Colombia. La norma señala que el promedio anual de la primera partícula no debe ser mayor a 50 ug/m3, mientras que para la segunda no puede superar los 25 ug/m3.
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En opinión del ingeniero Néstor Rojas, director del grupo de investigación Calidad del aire de la Universidad Nacional de Colombia, afirmar que el aire de Bogotá es bueno no corresponde a la realidad que vive la ciudad. “Me parece irresponsable que la Secretaría diga eso. Lo que sí corresponde a la realidad es que el nivel de contaminación es moderado, pero no quiere decir que está bien”, comentó el académico.
Un análisis hecho por ese grupo de investigación, en el que compararon los niveles de PM10 y PM2,5 de distintas ciudades del continente en el 2014, demuestra que la contaminación del aire en la capital colombiana es mayor a la de São Paulo y Buenos Aires, urbes mucho más pobladas –20 y 12 millones de habitantes, respectivamente–. Aunque no llega a los niveles de Santiago de Chile o Ciudad de México, donde en mayo de este año el gobierno local decretó medidas para proteger la salud de los ciudadanos.
El problema en Bogotá, dice Rojas, es que “si la Secretaría de Ambiente considera que el aire está bien, entonces nunca se preocuparía por mejorar la calidad del aire que respiran los bogotanos, por ejecutar un plan de acción de descontaminación efectivo”.

Zonas con mayor polución
Hace seis años el Distrito presentó el Plan Decenal de Descontaminación del Aire para Bogotá 2010-2020. El objetivo principal, de acuerdo con el documento, es establecer un programa integral de mejoramiento del aire para cumplir con la Resolución 610, norma que no se ajusta a las recomendaciones de la OMS.
Los dos principales generadoresBogotá no es la única ciudad del país con una red de monitoreo de calidad del aire. Ciudades como Medellín, Cali y Barranquilla también tienen las suyas. Pero de acuerdo con el grupo de investigadores de la Universidad Nacional, la más completa del país es la de la capital.
La Red de Monitoreo de Calidad del Aire de Bogotá (RMCAB) tiene 13 estaciones fijas con la capacidad de medir los niveles de concentración de PM10, PM2,5 y otros agentes contaminantes presentes en los sectores donde fueron instalados. También cuenta con 15 unidades móviles para el monitoreo de la contaminación en zonas puntuales de la ciudad.
Las dos fuentes que más aportan material particulado a la atmósfera de Bogotá están claramente identificadas: “los vehículos e industrias que utilizan combustible fósil (gasolina, diésel y carbón, principalmente) y el material de resuspensión, como el polvo generado por las construcciones y por calles sin pavimentar o con muchos huecos”, explicó Ducuara.
Estas fuentes originan partículas gruesas y finas. El PM10 y el PM2,5 pertenecen a la segunda categoría y tienen efectos nocivos para la salud de las personas. “El material particulado inferior a 10 micras puede alojarse en la nariz y la garganta, mientras que el inferior a 2,5 logra quedarse en los pulmones”, anota el ingeniero Rojas.
De acuerdo con las mediciones de la red de monitoreo de Bogotá, el suroccidente de la ciudad es el sector en donde más se concentra material particulado. La estación Carvajal-Sevillana, que puede medir buena parte del aire de las localidades de Bosa, Tunjuelito y Ciudad Bolívar, registró en el 2015 un PM10 anual de 86 ug/m3 y un PM2,5 de 31 ug/m3: cuatro y tres veces por encima de los niveles máximos de la OMS.
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La estación ubicada en la localidad de Kennedy también registró altos niveles de contaminación en el 2015. Según la RMCAB, el nivel de PM10 fue de 66 ug/m3 y el de PM2,5 marcó una media de 27.
“El suroccidente tiene las peores condiciones de Bogotá porque allí se concentra un buen número de industrias, hay un alto flujo vehicular y la meteorología en este sector no ayuda. Los vientos que provienen del oriente arrastran el material particulado hasta la zona”, indicó Ducuara.
Pero esta área de la ciudad no es la única que concentra la contaminación. La SDA ha identificado que Fontibón, Engativá, Chapinero y Los Mártires también tienen niveles importantes de polución.
Y eso que Bogotá se beneficia de un régimen de lluvias y vientos que la ayudan mucho a limpiar su aire.
Rojas y otros expertos aseguran que la tecnología empleada por el Distrito en las estaciones de medición es equivalente a la utilizada en otras grandes ciudades. Sin embargo, consideran que la ‘foto’ que la red toma es demasiado general, que faltan estaciones (solo Kennedy es una ciudad en sí misma y tiene apenas un punto de monitoreo), y que, además, no hay una cuantificación de la exposición directa, de cuando los ciudadanos sufren la contaminación cuando están a nivel del suelo.
“Los policías de tránsito, los vendedores ambulantes, los conductores de servicio público y todo el que trabaje en la calle está muy expuesto y la medición no refleja eso. Entonces el modelo actual solo nos da una aproximación de la calidad del aire en la ciudad”, dice Néstor Rojas.
Por eso el ingeniero Edison Yesid Ortiz, investigador de la Universidad Nacional y miembro del grupo Calidad del aire de dicha institución, cree que la SDA debe preocuparse más por la contaminación visible (el humo emitido por los vehículos, por ejemplo) porque “afecta más a las personas y generalmente la metodología usada por la red dificulta la publicación de una alerta temprana u oportuna en estos casos”.
Medidas contra la contaminaciónEn el plan decenal de descontaminación se contempla que una de las medidas para mejorar la calidad del aire es el control a las fuentes generadoras de contaminación. Entre enero y junio de este año, la SDA ha revisado el estado de emisión de 34.379 vehículos. De esos controles, 2.795 resultaron negativos, se impusieron 930 comparendos y 924 automotores –entre carros y motocicletas– fueron inmovilizados. En el mismo periodo, 2.526 buses del SITP y 4.423 articulados de TransMilenio pasaron bajo la lupa de la Secretaría. Pero basta darse una vuelta por cualquier avenida bogotana para constatar que la impunidad de que quienes contaminan con vehículos en mal estado que no deberían circular, es una nota bastante notoria en nuestras vías.
En cuanto a las fuentes fijas de contaminación (fábricas, calderas y demás industrias que usan combustibles fósiles), la entidad aplicó diez medidas preventivas y 259 actuaciones jurídicas a establecimientos que estaban incumpliendo las normas ambientales.
De acuerdo con Ducuara, en Bogotá no se han activado alertas tempranas –como ocurre en Santiago de Chile o en Ciudad de México–, pues el Distrito no ha tenido la necesidad. Pero asegura que la ciudad cuenta con todos los protocolos para atender cualquier emergencia ambiental. “Estamos afinando todas nuestras herramientas con el fin de saber responder en el momento en que se presente una alerta temprana y así proteger la salud de la gente”.
Rojas piensa todo lo contrario. Considera que la ciudad no está preparada para enfrentar una emergencia de alta contaminación del aire. “En el papel, sí. Pero no en la práctica. En el incendio forestal de febrero nos dimos cuenta de que esto no se está haciendo como se debería hacer”.
Lo que queda claro es que una urbe del tamaño de Bogotá tiene que avanzar más en esta materia, y que el primer paso, sin duda, es dejar de contarse la historia de que estamos bien en materia de contaminación del aire, porque eso no es cierto.
En el mundo: Doce muertos cada minuto
Situación en América Latina
Cada año la contaminación del aire mata a 6,5 millones de personas en el planeta, lo cual, visto en términos de promedio, da la espeluznante cifra de 12 muertos cada 60 segundos. Esto, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del 2012, las últimas disponibles, con lo cual la situación podría ser hoy mucho peor.
Estudios de la misma entidad indican que el 92 por ciento de la población mundial vive en lugares donde los niveles de calidad del aire exceden los límites de peligrosidad fijados por la OMS y casi el 90 por ciento de las muertes relacionadas con la contaminación del aire se producen en países de ingresos bajos y medianos. Dos de cada tres se producen en las regiones de Asia suroriental y del Pacífico occidental.
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El 94 por ciento de las muertes se deben a enfermedades no transmisibles, sobre todo a enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, la neumopatía obstructiva crónica y el cáncer de pulmón. Y la polución también aumenta el riesgo de sufrir infecciones respiratorias agudas.
La doctora Flavia Bustreo, subdirectora General de la OMS, subraya que una de las caras más duras de la contaminación del aire es que ataca con fuerza a “las poblaciones más vulnerables: las mujeres, los niños y las personas de edad avanzada”. Entre las principales fuentes de contaminación del aire figuran los modos ineficientes de transporte, la quema de combustible en los hogares y la quema de desechos, las centrales eléctricas y las actividades industriales. Sin embargo, la actividad humana no es la única fuente de contaminación del aire. Por ejemplo, las tormentas de arena, especialmente en regiones cercanas a desiertos, también pueden influir en la calidad del aire.
Un informe reciente del Banco Mundial indica que la contaminación atmosférica se convirtió en el cuarto factor de deceso prematuro en el mundo y que hoy es seis veces más letal que enfermedades como el paludismo.
Según este organismo, las pérdidas de ingresos laborales imputables a esos decesos alcanzaron unos 225.000 millones de dólares en el 2013. Además, esta contaminación provoca pérdidas en términos de bienestar que totalizan 5,1 billones de dólares.
JOSÉ DARÍO PUENTES
Redactor de EL TIEMPO
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