Hacer balances de fin de año es bastante relativo. Es como la encuesta de percepción que anualmente elabora el programa Bogotá Como Vamos: depende de cómo se sienta la gente o de cómo le haya ido con determinados temas.
Con Bogotá pasa lo mismo; hacerle un proceso de ‘liquidación’, algo así como el P&G de las compañías, también depende de cómo le haya ido a uno. Al que atracaron o sufre a diario el trancón dirá que mal. El que consiguió empleo, dejó el carro y ahora usa bici o tuvo la fortuna de que al fin le arreglaran una calle dirá que Bogotá pasó el año.
Pero si dejamos de lado lo obvio y vemos más allá del metro cuadrado que solemos defender, hay que reconocer que este fue un año particularmente especial para la ciudad. La visita del papa Francisco fue simplemente espectacular. Sus discursos en la plaza de Bolívar o el parque del mismo nombre simplemente fueron conmovedores y retumbaron en toda la ciudad. Y aunque no gozó de la misma espectacularidad ni de la misma parafernalia mediática, haber congregado a casi todos los nobeles de paz del mundo en nuestro suelo reviste una importancia infinita. Fuimos declarados la ciudad mundial de la paz.
Todo esto sin contar con otros nobeles y otros brillantes académicos que pasaron por nuestra ciudad gracias al esfuerzo de las universidades. Y qué tal la congregación sin antecedentes de 1.300 jóvenes de todo el mundo que vinieron a inspirar con sus experiencias a otros jóvenes. Fue la cumbre mundial de jóvenes más exitosa que se ha hecho.
Pocos saben que Bogotá es hoy reconocida como una de las más atractivas para la realización de eventos, a tal punto que el recién estrenado centro de convenciones Ágora ya está reservado hasta el año 2019. Eso no es otra cosa que confianza en Bogotá para hacer ferias y negocios.
Y si queremos seguir viendo el vaso medio lleno, pues los conciertos de Bruno Mars y la banda U2 volvieron a hacer relevante a la capital, sin contar otros menos publicitados pero igual de significativos: Sép7imo día del Circo del Sol y Soda Stereo, las 90.000 personas que asistieron al tradicional Estéreo Picnic o la programación de música clásica Bogotá es la Rusia Romántica, en el teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo.
Cada año, la capital es epicentro de 450 eventos, el 33 % de ellos internacionales.
Y aunque muchos quieran minimizar su importancia, Bogotá es hoy por hoy la ciudad que aporta el 40 por ciento de la reducción de homicidios en el país; es la misma ciudad que se hizo merecedora de un premio internacional por contratar de forma transparente la alimentación escolar mientras en otras partes del país se la roban, y la que viene dotando de canchas de fútbol duraderas a decenas de barrios en todas las localidades.
No es demagogia ni vamos a ignorar lo malo que también sucede. Cómo olvidar el crimen de la niña Samboni o el de Daniela, la estudiante de los Andes; cómo desconocer que aún siguen siendo indignas las condiciones del transporte público para los usuarios o que se nos va media vida en un trancón. Solucionar todo esto debe ser un propósito de todos para el año que comienza y no solo del Gobierno. Reconocer que pese a tanta adversidad Bogotá logró sacar arrestos para decirnos que hay otra ciudad posible, también debe ser motivo de orgullo. ¿Por qué nos cuesta tanto reconocerlo? No seremos la ciudad perfecta, es verdad, pero al menos mantenemos intacto el deseo de querer hacerla mejor.
Les deseo un año de solo cosas buenas. Feliz 2018.
A propósito: Que el nuevo año, muy electoral por cierto, no sea para que los politiqueros irresponsables hagan campaña a costa de la ciudad. ¿Mucho pedir?
Ernesto Cortés Fierro
Editor Jefe EL TIEMPO
Twitter: @ernestocortes28
erncor@eltiempo.com
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