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Bogotá

La historia detrás de dos viejos y olvidados teatros de Bogotá

Edificio donde funcionaba el teatro Caldas; adentro queda la nave con butacas; hoy es una bodega.

Edificio donde funcionaba el teatro Caldas; adentro queda la nave con butacas; hoy es una bodega.

Foto:EL TIEMPO

Hace 80 años, los bogotanos acudían a estas salas a ver cine y otros eventos.

Felipe Motoa
Uno anda por la carrera 13 con calle 57, en el puro corazón de Chapinero, y el agite de buses, ventas ambulantes y toda suerte de locales comerciales no invita a imaginar que allí, en el número 57-35, funcionó por décadas un cine-teatro muy concurrido.
Su nombre: teatro Caldas; su cantidad de butacas: 480; otros servicios: cantina y baños; su estado actual: bodega empolvada y llena de chécheres. Los datos históricos se leen en el libro Santa Fe de Bogotá, IV Centenario -1938, Guía Ilustrada, escrito por el autor Ricardo Valencia Restrepo.
Al ver la fachada actual se observa que allí abren sus puertas una tienda de cucos y calzones, un consultorio odontológico y un gimnasio. Nada de arte o cultura; todo ventas, mercadeo y dinero. Al entrar por el lobby principal, que tendrá unos seis metros hacia el fondo, el visitante se imagina a los cachacos, en las décadas de 1940, 1950 y 1960, muy tiesos y muy majos, dispuestos a ver el estreno cinematográfico de turno. Programación que se podía consultar en las ediciones cotidianas del periódico EL TIEMPO.
La estructura fue encargada por el propietario, Bonifacio Vélez, al ingeniero Arturo Jaramillo, en un punto de máxima cercanía a la ruta del tranvía.
En 1946, agrega una reseña del estudio urbano ‘Salas de cine’, firmado por Jairo Andrés Ávila Gómez y Fabio López Suárez, un tiquete para ver una película costaba 40 centavos de peso. Fue aquella la denominada ‘época de oro’ de las proyecciones en Bogotá, antecedida por las etapas de ‘los primeros templos’ (1913-1929) y ‘los edificios de la Modernidad’ (1930- 1939), precisan Ávila y Gómez: “Durante esta fase nacen los grandes e imponentes edificios diseñados para la exhibición de filmes. Se puede comprobar, por la cantidad de noticias sobre el cine, la importancia creciente que esta actividad tenía para la vida de la ciudad, superior a la expectativa generada por cualquier otra oferta destinada al esparcimiento”.
En la etapa que sobrevendría, 1970-1992 (crisis y nuevas propuestas), el lugar cambiaría de nombre, y en adelante se conocería como cinema El Prado. Serían las últimas décadas de supervivencia, pues la llegada de los centros comerciales, con su oferta de ventas y servicios, le haría una suerte de corte final a esta pantalla popular.
Teatro Rialto, en la calle 62 con carrera 28; hoy funciona allí un ancianato.

Teatro Rialto, en la calle 62 con carrera 28; hoy funciona allí un ancianato.

Foto:EL TIEMPO

“Hace unos 17 años que vivo por aquí, y le cuento que desde entonces ya estaba cerrado el teatro. Antes no tenía ni idea de que aquí quedaba un lugar de esos, porque la verdad es que sí debe haber cambiado mucho el sector desde hace 80 años”, señala José Barliza, dependiente del gimnasio aledaño.
Así pues, la próxima vez que camine por el sector o, incluso, pase en carro o SITP, permítase mirar esta fachada e imaginarla con gente que ingresa vestida de paño y sombrero, cachacos en el más tradicional sentido de la palabra, felices porque iban a disfrutar de la magia de los 35 milímetros, en un tiempo en que aún se gozaba de aire limpio y sin esmog.

Olvidado

¿Sabe dónde se ubicaba el cine-teatro más al norte de Bogotá en 1938? Si desconoce la respuesta, déjese advertir de que difícilmente le atinaría al nombre y la localización, porque este no era muy popular y hasta hoy es poco lo que se guarda de su memoria. Se trata del teatro Rialto, emplazado en la calle 62 con carrera 28, sector de El Campín.
Cantidad de butacas: 500; otros servicios: restaurante, cantina y sanitarios. ¿Qué se ve hoy? La nave posterior de un ancianato donde las Hermanitas de los Pobres realizan su obra de beneficencia y cuidado de los viejos.
No deja de llamar la atención que un recinto con capacidad para medio millar de espectadores, donde en 1938 debió proyectarse Alarma en el expreso, de Alfred Hitchcock, haya sido borrado del sector y queden tan mínimos testimonios bibliográficos de su existencia: no obstante una ardua búsqueda en la Biblioteca Nacional, el periodista apenas halló una reseña de este espacio en la Guía ilustrada de 1938.
A lo mejor, y si la buena suerte lo permite, algún lector estudioso o memorioso se tope con esta crónica y nos pueda compartir lo que sabe para escribir una segunda entrega con más detalles de lo que fue el olvidado teatro Rialto. Bien valdría la pena para seguir recobrando la memoria de esos espacios que tanto ocio les permitieron a los bogotanos.
FELIPE MOTOA FRANCO
En Twitter: @felipemotoa
BOGOTÁ
Felipe Motoa
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