Taichung, en el centro occidente de Taiwán, hace mirar con ojo crítico la ganada reputación de Bogotá como capital latinoamericana de la bici. ¿Por qué? Esa urbe asiática, con 2’769.000 habitantes, alcanza 600 kilómetros de ciclorrutas, mientras que la capital colombiana, con cerca de 8 millones de ciudadanos, ronda los 400 kilómetros.
Esas cifras invitan a que el Distrito no se conforme con su liderazgo regional y le apunte a medirse o seguir la estela de ciudades de vanguardia como la taiwanesa, cuyo enfoque administrativo conjuga la calidad de vida y el desarrollo económico basado en las industrias tecnológicas (hardware y software).
Los logros en el uso de ese medio de transporte sostenible no se restringen a adecuar vías seguras para los biciusuarios. Su sistema de bicicletas compartidas (denominado Bike 369), por las cuales el usuario paga para la primera media hora de uso una módica suma (algo así como la décima parte de lo que cuesta un pasaje en bus), se ha construido con al menos dos décadas de política sostenida. El dato es revelador: 9.000 bicicletas disponibles en 300 estaciones por toda la ciudad. La oferta apunta a que el último kilómetro y medio de recorrido de los ciudadanos (tras dejar el bus, el metro o su vehículo particular) se realice en este medio de transporte.
Para seguir comparando –e invitar a no caer en el conformismo–, recordemos que Bogotá no cuenta con un sistema de bicicletas públicas. En la actual administración se ha avanzado en la consolidación de este, que se llevará a cabo por asociación público privada y del cual supo EL TIEMPO que contaría con unas 3.000 ciclas en su primera fase. El cobro por uso se haría con el pago de una membresía inicial e igual costo reducido para los primeros 30 minutos de uso.
En lo referente a sus sistemas viales, una de las soluciones más audaces y con resultados positivos para la movilidad se generó al construir tres autopistas circunvalares en igual número de anillos: una que rodea el centro urbano, otra que circunda el centro ampliado y una tercera que bordea por la periferia de la ciudad. Sobra decir que abundan los viaductos, y los semáforos no caben en estas vías de descongestión.
En el 2015, la gigante IBM le otorgó a Taichung el rótulo de ciudad inteligente: esto significa que el gobierno y los privados usan internet y los datos masivos para generar soluciones dentro de la vida cotidiana. El tráfico, el sistema de salud pública, los espacios de ocio y la gestión de residuos, entre otros, se benefician de esa gestión inteligente.
Una de las claves para alcanzar esa denominación es la recolección de impuestos y rentas derivadas de las industrias tecnológicas que se localizan en el Parque Científico del Centro de Taiwán (PCCT), que permiten invertir en el desarrollo urbano y la calidad de vida de la gente.
Fundado en el 2003, ocupa 1.708 hectáreas de terreno, constituyéndose en una ciudadela empresarial, industrial, tecnológica e investigativa. Para conquistar a los 186 gigantes tecnológicos que allí establecieron sus cuarteles se enfocaron en enriquecer sus redes de transporte aéreo, terrestre y marítimo. Pantallas LCD, paneles solares, microprocesadores y aplicaciones de todo tipo se elaboran en este complejo.
La investigación y el emprendimiento van de la mano con este megacomplejo: hay nueve incubadoras de emprendimiento en las cuales el gobierno les paga unos 1.000 dólares mensuales (algo menos de 3 millones de pesos) a cada uno de los jóvenes que trabaja en su startup tecnológica (emprendimiento basado en la tecnología), además de ofrecerles acomodación en las residencias del señalado parque, gracias a lo cual ellos se dedican a su trabajo sin tener que pensar en su sostenimiento.
Una vez finalizada la startup hay una red de conexiones que les ayuda a conseguir inversores, patrocinadores o capitales de riesgo para masificar su proyecto.
Según una medición de The Guardian, Taichung ocupó el puesto 99 del ranking global de ciudades con calidad de vida, y es hasta diez veces más fácil realizar negocios en ella, comparada con Londres (Reino Unido).
El enfoque verde es otra de las apuestas. Al 2016 contaban con 34 restaurantes, 67 hoteles y 1.235 tiendas ecoamigables (que contaminan lo mínimo y reciclan más del 50 por ciento de sus residuos). En total, la ciudad cuenta con seis plantas para reciclaje de agua y avanza en la construcción de cinco más. El activismo ciudadano, en este renglón, es esencial: existen 587 equipos voluntarios para la protección ambiental.
El periodista visitó Taichung por invitación del Gobierno de Taiwán.
FELIPE MOTOA FRANCO@felipemotoa
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