A Oliver Baillie le atravesaron dos veces la espalda con un puñal. Estaba a media cuadra de llegar al restaurante que inauguró en febrero pasado, en La Candelaria, en toda la esquina de la carrera 3.ª con calle 12.
La noche del 5 de octubre tenía programado ir a un concierto en el norte de la ciudad, pero antes de abordar el taxi, para dirigirse al lugar, decidió pasar a su negocio a dejar unas cosas. Eran las 7:30 de la noche.
“Ey, gringo, gástese un trago”, le gritó un joven desde la cuadra del frente a Oliver –que no es gringo, es de Nueva Zelanda–. “No, hermano, qué pena, no tengo nada”, le replicó en su español pausado.
De inmediato, el extranjero clavó la mirada en el suelo y aceleró sus pasos. A pocos instantes del cruce de palabras, de nuevo, pero esta vez en su oído y en voz baja: “Ey, gringo, que se gaste un trago”. La respuesta de Oliver fue la misma: “No, hermano, qué pena, no tengo nada”.
“Yo sentí ¡pam! ¡pam! en la espalda, como dos puños. Me di vuelta y me puse en posición para pelear, pero cuando miro al joven, veo que tiene un cuchillo en la mano lleno de sangre. Me toco por un costado y estoy desangrándome”, relató desde el consultorio 501 de la clínica universitaria Colombia este hombre de 42 años.
A Oliver no lo robaron, el atacante simplemente huyó después de casi matarlo. Con la sangre escapándosele por dos agujeros, el chef corrió hasta la carrera quinta en busca de un taxi que lo llevara a un hospital.
“Paro el primero que veo, me tiro adentro y le pido al taxista que me lleve rápido al hospital”, narró Baillie, quien continuó: “El señor me dijo que me bajara del carro, que se lo iba a ensuciar”, agregó.
Esto no es culpa de Colombia. Estas agresiones pasan en todo el mundo, en mi país también hay gente estúpida
Este hombre robusto, de ojos azules y barba gris y blanca, perdió la consciencia cuando el conductor lo dejó en el CAI de la Policía ubicado en la carrera 5.ª con avenida Jiménez. Un pulmón y un riñón fueron los afectados.
Los uniformados lo llevaron de inmediato a la clínica Santa Clara. En este lugar, la profesional que lo atendió dijo que se había salvado por dos minutos, y fue sometido a seis cirugías que le devolvieron la vida.
“Gracias a Dios estoy vivo, me siento bien, veo una luz en el final del túnel. Me han hecho muchas operaciones y pasé mucho tiempo en el hospital”, contó este neozelandés que pisó Colombia por primera vez en 1996.
En ese entonces vino como turista y se enamoró de Gisela, una barranquillera. Se fueron a Nueva Zelanda y vivieron allí unos 15 años, donde tuvieron dos hijos. Sin embargo, en el 2012 decidieron volver a Colombia y continuar su vida en Bogotá. Ella trabajaba en El Dorado y él enseñaba inglés y preparaba cenas para eventos.
Sin embargo, tiempo después, Oliver y Gisela se separaron, aunque siguen siendo amigos. Él decidió, en febrero, abrir el restaurante Spqr, que en pocos meses ya ocupa el lugar 277 entre 2.380 en la lista de Tripadvisor en Bogotá y en el que venden desde el corrientazo de 10.000 pesos hasta exquisitos platos europeos.
Según denuncia César Baillie, el hijo mayor de Oliver y quien tiene 18 años, las averiguaciones de las autoridades para dar con el agresor de su padre han sido insuficientes e incluso, señala el joven, el investigador asignado al caso le ha pedido que se encargue de reunir los videos de cámaras de la zona y demás elementos probatorios.
“Esto no es culpa de Colombia. Estas agresiones pasan en todo el mundo, en mi país también hay gente estúpida”, narra Oliver, quien asegura que no piensa irse del país y que no tiene temor de volver a su restaurante ni caminar por La Candelaria, donde actualmente vive.
Por lo pronto, el ciudadano de Auckland, la ciudad más poblada de Nueva Zelanda (1’500.000 habitantes), se recupera de una infección en el riñón, después de que ya había sido dado de alta.
Las unidades de inteligencia han manifestado que están cerca del delincuente y algunos videos reunidos por César y entregados a los funcionarios, han sido claves para continuar con la búsqueda.
Oliver dijo que quien lo atacó llevaba una camiseta de Millonarios, que era joven, flaco y moreno.
ÓSCAR MURILLO MOJICA
EL TIEMPO
@oscarmurillom
Comentar