Ambientalmente, la cuarentena ha valido la pena en Bogotá. Después de superar los altos niveles de material particulado PM 2.5 por cuenta de los incendios de la Orinoquía y de Venezuela, Bogotá empezó a respirar una mejor calidad del aire. La Secretaría de Ambiente calcula que a inicios de abril la concentración de material particulado cayó hasta en un 80 %. Luego, hubo un nuevo pico de incendio y una nueva disminución de contaminantes afectada, ahora, por la progresiva reactivación económica.
Las razones de esa reducción histórica son sencillas: hubo menos presencia de fuentes móviles (transporte) y fijas (industrias). Una medición comparativa de la Secretaría entre 2019 y 2020 demostró que la emisión por combustión vehicular se redujo hasta en un 60 % (ver gráfico).
En el mundo el comportamiento fue el mismo. El IQ Air Visual, destacado por sus mediciones globales de calidad del aire, publicó un documento que revelaba cómo las emisiones se habían reducido en todo el mundo a partir de las acciones implementadas por los gobiernos para contener la velocidad de contagio de covid-19.
El ranking contempla 10 grandes ciudades del mundo y detectó que 9 de cada 10 habían tenido ese comportamiento. Dentro de las ciudades electas para el estudio, las que más redujeron sus niveles de PM 2.5 fueron Nueva Delhi, India (-60 % con respecto a 2019), Seúl, Corea (-54 %), Wuhan, China (-44 %), Mumbai, India (-34 %) y Sao Paulo, Brasil (-32 %). (Aquí puede consultar todo el informe)
Y en el índice de cumplimiento de Objetivos de Desarrollo publicado esta semana por el Centro ODS para América Latina y el Caribe de la Universidad se demostró que Bogotá fue una de las ciudades de la región con menores niveles de contaminantes (medido en dióxido de nitrógeno) a partir de la crisis. “Las principales ciudades latinoamericanas registraron una mejora en la calidad 86 Índice ODS 2019 para América Latina y el Caribe del aire, siendo Bogotá (-81 %), Ciudad México (-53 %) y Lima (-47 %) las que mayor reducción de contaminación medida por concentración registraron", dice el informe. El llamado fue a apostar por la conversión tecnológica a energías limpias.
La pregunta radica en si la capital está dispuesta a echar esta buena noticia por la borda y volver a la ‘normalidad’. Esa misma normalidad le ha costado a la capital alertas amarillas por calidad del aire y al menos 2.000 muertes cada año por enfermedades respiratorias relacionadas a los niveles de materiales contaminantes. (Además: Vea los dibujos del niño que retrata a los superhéroes con tapabocas)
Yo creo que va a ser igual. Pero ese es uno de los dilemas grandes, para reactivar la economía vamos a volver a lo mismo o a peor
Expertos prevén que se vuelva a lo mismo. “Creo que esas ganancias son temporales y circunstanciales. La única forma de que no regresemos a los niveles son las mismas: atacar las fuentes móviles y las fijas, no solo industriales, sino comerciales y residenciales”, dice Ricardo Morales, Director del Centro de Investigaciones en Ingeniería Ambiental de la Universidad de los Andes.
“Yo creo que va a ser igual. Pero ese es uno de los dilemas grandes, para reactivar la economía vamos a volver a lo mismo o a peor. Son tres meses de pérdidas económicas que las empresas van a tener que compensar y ahí puede decirse que ya qué controles ambientales”, manifiesta Daniel Bernal, dedicado a proyectos de ciencia y a monitoreos de calidad del aire.
Los datos lo confirman: la Secretaría de Ambiente ha visto en sus mediciones que la primera reactivación nacional, los promedios diarios de concentraciones se hicieron más similares a los de 2019.
Pero, hay que decirlo, la cuarentena permitió hacer un experimento sin precedentes del cual se pudieron aprender varias lecciones.
Por ejemplo, Ricardo Morales, Director del Centro de Investigaciones en Ingeniería Ambiental de la Universidad de los Andes, quien ha puesto la lupa sobre el aporte de contaminantes desde las quemas del oriente del país, pudo entender mejor qué tanto afectan estas prácticas a la calidad del aire.
“Las restricciones dieron lugar a un experimento natural único que nos permitió reducir en un 85 % las fuentes en la ciudad. A pesar de que bajaron los óxidos de nitrógeno y los monóxidos de carbono, el PM 2.5 duró unos 10 o 12 días con unos niveles altos, incluso superiores a los que hubo antes del 20 de marzo. Eso permitió ver que hubo una asociación muy clara entre la resistencia de disminución por su relación con las quemas nacionales de la orinoquía. Es decir, la crisis nos ayudó a ver que la calidad del aire no es exclusiva de las fuentes locales, sino que se necesita una coordinación a escala país”, explica Morales.
Este fenómeno externo es común en los tres primeros meses del año y es uno de los factores que ha llevado a las alertas amarillas ambientales en la capital. Su abordaje y tratamiento es competencia del Gobierno Nacional.
En la misma línea de las acciones nacional. El índice de ODS publicado por la Universidad de los Andes muestra que aún falta mucho por hacer a nivel nacional en materia de contaminación del aire. La tasa de mortalidad atribuible a polución del aire doméstica y del ambiente (por 100.000 personas) tiene un puntaje de 37.00 (moderado) y el promedio anual de concentración de material particulado PM2.5 en áreas urbanas (μg/m3), uno de 16 (moderado).
En segundo lugar, demostró que una mejor calidad del aire salva vidas y mejora los niveles de salud. La alcaldesa Claudia López lo celebró públicamente a inicios de mayo cuando las cifras de la Secretaría de Salud indicaron que los niveles de morbilidad por infecciones respiratorias agudas en menores de cinco años se redujeron de manera considerable. La tasa fue de 10,5 entre enero y marzo de 2019; en ese mismo periodo en 2020, fue de 2,1 con apenas unos días de cuarentena. Y siguió bajando en las siguientes semanas.
En tercer lugar, evidenció que hay bastante por hacer en fuentes para mantener un aire óptimo para el ambiente y la salud.
“La tendencia es volver a lo que conocemos usualmente, si no hacemos algo diferente. Sería clave lograr los horarios diferenciados, para evitar los picos más fuertes, pero la infraestructura de movilidad en Bogotá está tan saturada, que no creo que vaya a haber mejora con respecto a lo anterior. Pero la micromovilidad eléctrica sí podría jugar un papel importante en el nuevo escenario, habría que continuar forzando el cambio de uso de las vías, de automóviles a bicicletas y patinetas eléctricas”, apunta Néstor Rojas, phD. en combustibles y energía e investigador de la Universidad Nacional. (Le puede interesar: ¿Por qué la bicicleta es tan importante en medio de la pandemia?)

Bicicletas en Bogotá.
César Melgarejo / EL TIEMPO.
En la misma línea, Bernal alerta en que es importante hacer mayor control a las fuentes móviles para proteger la salud de los ciclistas, por ejemplo. Él y otros colectivos han medido las emisiones a las que se exponen estos actores en las rutas más frecuentadas y en las nuevos 80 kilómetros de ciclorrutas implementadas por la Secretaría de Movilidad. “Yo he medido la de la calle 72, y como ahí va tanto bus del sitp es terrible ver esas columnas de humo cómo nos afectan. Juan Carlos Pachón ha medido el de la calle 13 Juan Carlos Pachón ha medido y es bastante regular”, afirma Bernal.
De otro lado, Juan Pablo Orjuela, investigador asociado de la unidad de estudios en transporte de Oxford y miembro de la mesa técnica ciudadana de calidad del aire de Bogotá, advierte que el impacto económico podría tener efectos incluso en la calidad del aire. “Hay crisis financiera y puede pasar que renovar tecnologías limpias deje de ser una prioridad para las empresas. A largo plazo, el efecto financiero en el sector industrial puede llevar que prioricen invertir en temas más urgentes como pagar nóminas o seguridad social que en buscar créditos para la reconversión. Un reto es eso, de dónde vamos a sacar plata para seguir mejorando la calidad del aire”, asegura Orjuela.
También ve que debe haber una apuesta por esquemas de financiación para el transporte de cargo, uno de los mayores contaminantes, y para las fuentes fijas informales. “En el caso de carga, las grandes industrias con buen músculo financiero ya tienen sus carros financiados. Pero para quienes tienen flotas más pequeñas no es tan fácil pedir un préstamo y los bancos ven riesgo financiero. Se debe apostar porque ellos sean vistos como de menor riesgo para los bancos y que ellos puedan hacer el cálculo para que la inversión valga la pena”, dice Orjuela. (Además: Todo lo que falta para lograr la Región Metropolitana de Bogotá)
Muchos de estos objetivos podrían materializarse en el Plan de Desarrollo de Bogotá. El documento pone como metas “Reducir en el 10% como promedio ponderado ciudad, la concentración de material particulado PM10 y PM2.5, mediante la implementación del Plan de Gestión Integral de Calidad de Aire” y “A 2024 reducir en un 5% la mortalidad por contaminación del aire por material particulado PM 2.5”.
A la primera meta hubo comentarios de los expertos. “Reconocer que la calidad del aire necesita un seguimiento cuidadoso e incluir metas específicas en el PDD es un avance enorme”, concede Orjuela, pero hace una observación: “No haber puesto una meta específica para las zonas más contaminadas y que incumplen la norma nacional es algo que queda faltando. El suroccidente de Bogotá tiene un aire que no cumple con la norma nacional, entonces porqué ponerse una meta de reducción promedio en vez de dejar explícito las estaciones o las zonas. Eso debió ser una meta innegociable”.
Apunta,que incluso si se redujera el 10 % en la estación Carvajal, una de las más problemáticas, se seguiría incumpliendo la norma.
Además, anota que a ese ritmo, no se lograrían las metas de sostenibilidad que exige el mundo para 2020. "Si los alcaldes siguen con la meta de 10 %, cuando pase la década vamos a estar lejísimos del objetivo. Es un poco dejar ese problema como herencia. Dentro de cuatro años cómo le decimos al siguiente alcalde que reduzca más", dice Orjuela.
Frente a la meta de reducción de mortalidad, expertos consultados por Bogotá Cómo Vamos, basados en cálculos, aseguran que “la meta entonces debe expresarse en términos de carga de enfermedad y en este sentido la disminución de la carga de enfermedad-mortalidad debe ser al menos de 10%”.
Pero, en medio de todo, hay puntos por destacar. El PDD hablar de “Articular los planes de gestión de calidad de aire de la región Bogotá-Cundinamarca”, lo que le daría un abordaje regional al asunto. El aire no tiene fronteras y las soluciones no se deben reducir a los límites administrativos.
En este punto, Orjuela advierte que sería importante tener estaciones de monitoreo en zonas de borde e, incluso, fuera de la ciudad, para tener un panorama más completo del problema. Un documento de la Secretaría de Ambiente evidencia que de las siete nuevas estaciones que tendría la red de monitoreo de calidad estarían en borde y permitirían tener data cercana a Soacha y Sabana Occidente. (Siga leyendo: La calidad del aire de Bogotá ahora se puede monitorear desde celular)
Además, Bernal destaca que se tuvo en cuenta la participación ciudadana: "La Secretaría de Ambiente se está acercando a los ejercicios de ciencia ciudadana como nosotros. La participación es clave porque empodera a la gente".
Del desempeño de las autoridades y del compromiso ciudadano depende que el aire de Bogotá aproveche esta segunda oportunidad.
ANA PUENTES
En Twitter: @soypuentes