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Bogotá

La guerra contra el carro / Opinión

La ciclorruta de la carrera 7.ª es la última intervención que se ha hecho sobre el corredor para mejorar la movilidad.

La ciclorruta de la carrera 7.ª es la última intervención que se ha hecho sobre el corredor para mejorar la movilidad.

Foto:Mauricio Moreno.

Pedirle a la gente que se baje del carro es lo ideal, pero insensato hoy en día.

En las últimas semanas han surgido varias propuestas desde la administración en torno a uso del carro privado. Desde subirle el impuesto a quienes tengan más de 2 vehículos, seguir reduciendo carriles y destinarlos exclusivamente a bicicletas, aumentar los costos de parqueaderos públicos, hasta modificaciones a las restricciones de pico y placa a quienes hoy se movilizan en carro particular.
Todas estas medidas se amparan en argumentos como el impacto ambiental por la contaminación que generan los carros y la congestión vehicular de un parque automotor que no para de crecer; hoy están matriculados en Bogotá cerca de 1.946.229 vehículos, cifra que pueden ser mayor si incluyeran aquellos matriculados en municipios como Chía, Cajicá, Mosquera, Funza, y Soacha.
Se estima que de los 13 millones de viajes diarios que hay en la ciudad, 2 millones se realizan en vehículo particular. Prácticamente el 15% de los bogotanos prefiere moverse en su automóvil mientras un 5,5% en moto y un 18% en TM.
Aunque es una proporción baja comparada con otros medios de transporte, la ciudad recibe por impuesto de vehículos el 7,6% de sus ingresos tributarios, cifra que puede ser mayor si se incluye un 4% por sobretasa a la gasolina.
En temas de contaminación, los camperos, camionetas y automóviles aportan el 34% del material particulado PM10, porcentaje ligeramente menor al aporte que realiza el transporte de carga con un 38%
El problema no es solo de Bogotá. Muchas ciudades del mundo afrontan retos similares. Las soluciones planteadas en los últimos años se enfocan en desincentivar el uso del carro privado vía restricciones de movilidad, impuestos, cobros por congestión, mayores tarifas de parqueo en vía, ampliación de carriles para viajes no motorizados, transición energética en la flota de transporte público, acompañado de un mejor servicio y de mayor infraestructura multimodal: metro, bus, bicicleta, patineta y todas las apuestas por la micromovilidad.
A pesar de todo lo anterior, la gente sigue usando el carro particular y la moto. Esta ultima se ha triplicado en la última década. Más de medio millón circulan por las vías capitalinas. Para muchos es un vehículo de trabajo y el medio más eficiente de desplazamiento. Pero también, es un medio que registra un incremento en la accidentalidad vial.
Durante la pandemia es posible que la gente prefiera moverse en trasporte privado, sea carro o moto, como resultado de la narrativa negativa que se construyó alrededor del transporte público, sumado a la inseguridad que son victimas los usuarios.
Aunque resulta positivo que más personas se muevan en bicicleta, quienes han optado por este medio son aquellos que otrora se movían en transporte público y no en carro particular.
Pedirle a la gente que se baje del carro y tome un bus del SITP o Transmilenio es lo ideal, pero insensato hoy en día, cuando no han resuelto los problemas de aglomeración en los accesos y estaciones, cuando hoy se comenten homicidios a los pasajeros que se oponen a un atraco, y cuando las frecuencias y coberturas de las rutas no son la mejores en muchos barrios.
Igual se podría mencionar de quienes deciden moverse en bicicleta, en un momento en que las estadísticas de robos están en lo más alto. Ni que decir de los peatones, quienes siguen registrando los porcentajes más altos de víctimas de siniestros viales, al igual que los hurtos en vía pública.
Ahora, tenemos un nuevo debate urbano asociado a la transición hacia energías menos contaminantes. El concejo de la ciudad aprobó el acuerdo sobre emergencia climática, que obliga a que la totalidad de la flota de transporte público sea eléctrica y cero emisiones. La administración no ha estado de acuerdo, pues dicha transición podía costarle a la ciudad billones de pesos y más cuando las prioridades en la pospandemia la concentran en otros sectores.
En el fondo, quedo claro, que para la administración actual, la alternativa de financiamiento será vía propietarios de vehículos privados, quienes de una u otra manera tendrán que cubrir el déficit financiero que hoy tiene el transporte público. De allí las más recientes propuestas de aumentar impuestos, cambiar el modelo de pico y placa con mayores alternativas de pago, y otra seria de iniciativas que terminan afectando el bolsillo de quienes tienen carro. Desconociendo que no necesariamente son los más ricos quienes se mueven en este medio, sino la clase media, que lo utiliza para ir al trabajo, llevar a sus hijos al colegio o citas médicas, e incluso para muchas familias, se ha convertido en un sustento para recibir ingresos a través de las aplicaciones móviles de transporte compartido.
En conclusión, el carro es parte de la solución, pero no es el culpable de todos los males de la movilidad urbana.
ÓMAR ORÓSTEGUI
En Twitter: @OmarOrostegui
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