Juan Sebastián Galvis, quien vive con su madre y su hermano mayor en la localidad de Bosa, afirma que su más grande sueño es convertirse en conductor de TransMilenio, y está muy cerca de lograrlo.
Juanse, como lo llama Yeimi Romero, su madre, nació con discapacidades físicas y cognitivas. "Tuvieron que hacerle tres cirugías en una, porque la cadera la tenía hacia adentro, igual que sus dos pies. Aún falta realizarle una más en las rodillas, pero ya puede caminar casi sin ningún inconveniente", explica Yeimi.
Esto los obligó a trasladarse hasta diferentes centros médicos en el sur de la ciudad para realizarle terapias, y el TransMilenio fue el cómplice de todos y cada uno de sus recorridos.
"La primera vez que me subí, me quedé impactado con los conductores, las puertas que se abrían y la voz. Cuando llegamos a la casa, con mi hermano, cogimos unos carros, les armamos las sillas con plastilina y empezamos a jugar", dice Sebastián.
Y se volvió costumbre tomar los buses articulados, al punto que, antes de la pandemia, los frecuentaban hasta tres veces por semana para asistir a los controles médicos. "Se aprendió gran parte de las estaciones, e imitaba la voz. De hecho, un día una señora se dio cuenta que se tenía que bajar porque lo escuchó, y entre risas le dio las gracias", cuenta su mamá.

Barrio Santa Bárbara en la localidad de Bosa, y donde vive Juan Sebastián.
Joaquín Delgadillo
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Pasó el tiempo y su hermano lo fue dejando solo con la idea de la conducción. Pero poco importó. De hecho, con un balde y una vasija se las ingenió para hacerse un bus imaginario, repartiendo saludos por la ventana, controlando puertas y anunciando paradas.
"Un profesor y varios familiares le han dicho que en ese trabajo se la pasan sentados y se vuelven amargados. Pero él no piensa lo mismo, le encanta y es feliz con esa idea", dice Yeimi.
Aunque con el sistema se acortan las distancias, hay que hacer maromas para pagar, porque el subsidio por discapacidad que tenían ya no aplica. Y cuando se terminan los recorridos y hay que volver a casa, no es tiempo para descansar, "toca ponerse a hacer las guías del colegio, porque nos dan una esperita los profesores, pero igual hay que cumplir", insiste Yeimi, la que, aún sin servicio de internet, se las ingenia para que sus hijos estén al día con su educación.
Los sueños se cumplen, solo hay que insistir en ellos. El 7 de octubre de este año, Juanse se animó a escribirle un mensaje a TransMilenio, "los felicito (...) es el mejor servicio de transporte que hay", está escrito en uno de los apartes.
Al día siguiente el sistema se puso en contacto con esta familia y los llevaron a conocer su funcionamiento puertas adentro. "Me dieron una chaqueta junto con un carné. Conocimos los patios, y me monté en esa silla al frente, hasta me dejaron abrir las puertas", cuenta con entusiasmo Sebastián.
Añadió que entiende que este medio de transporte tiene muchos inconvenientes, pero piensa que en gran medida se debe a los usuarios. "Uno se sube y lo empujan, no esperan, andan con afanes a toda hora y eso no es culpa de los conductores", agrega.
El hecho animó todavía más a este pequeño en su intención de convertirse en uno de los conductores de buses articulados en la ciudad, y quien tiene claro cual sería uno de sus retos. "Cuando se meten al carril exclusivo, eso pasa mucho y hay que estar muy despierto", asegura.
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REDACCIÓN BOGOTÁ