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Bogotá

Así desvalijan un barrio en ruinas por obras de TransMilenio

Así quedan las casas demolidas después de que los vándalos entran en las noches, saquean los hogares y los tiran abajo para vender ese material.

Así quedan las casas demolidas después de que los vándalos entran en las noches, saquean los hogares y los tiran abajo para vender ese material.

Foto:Néstor Gómez. EL TIEMPO

La construcción de la troncal en la av. Ciudad de Cali trajo consigo delincuentes oportunistas.

No habían pasado ni 10 minutos desde que llegamos al barrio La Primavera, en la localidad de Bosa, cuando gritaron una amenaza. “Aquí no queremos sapos, tienen 20 minutos para salir”. Esas palabras generaron zozobra, pero también aumentaron el interés por saber lo que estaba ocurriendo allí.
En esta zona hay cerca de 1.330 predios, de los cuales 236 serán comprados por el Distrito para hacer el primer tramo (de cuatro) de la troncal de TransMilenio de la avenida Ciudad de Cali, desde la Circunvalar del sur hasta la avenida Bosa, en la calle 61A sur. A la fecha, el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) ha ofertado cerca del 50 por ciento del total de ellos.
Con mucha ilusión, José Pulido, jefe de la junta de acción comunal, líder social del barrio y quien lleva muchos años viviendo en el sector, cuenta cómo era antes La Primavera.

Estos llegan con macetas, cuchillos y pistolas, son entre 30 y 40, y ahí qué puede hacer uno, nada. Entregar la casita que con tanto esfuerzo construyó

“Todo muy tranquilo, rara vez se conocía de un robo o que algo malo pasaba. Este es un espacio de gente trabajadora y muy humilde, pero eso cambió totalmente con el inicio de las compras para la Cali, porque al IDU hay que entregarle las casas con los servicios taponados (es decir, suspender el agua, luz y gas) para que al Distrito no se le vayan a generar otros gastos adicionales después de adquirir el predio. Pero ni bien quitan el primer servicio cuando ya llegan los vándalos a saquear y demoler las casas para vender el material del que están hechas”.
Hoy, gran parte de este sector está lleno de casas semidestruidas, con huecos en las paredes. Personas con macetas y palas recogen lo poco que queda de las viviendas de estrato 2, que en su mayoría eran de dos y tres pisos.
Hay que decir que la construcción y la adquisición de los predios también se vieron retrasadas debido a la pandemia, lo que se convirtió en una oportunidad para los delincuentes y agravó la inseguridad.
Nos dirigimos hacia unas viviendas que parecían desocupadas, pero tenían en un letrero en las ventanas: ‘casa habitada’. “Ponemos los avisos porque como toca entregar los servicios taponados, los operadores se demoran mucho en quitarlos. Entonces un día quitan el gas, que es el más rápido, pero no se sabe hasta cuándo quitan la luz y el agua. Por eso, a uno le toca ir sacando sus cositas, pero por nada del mundo se puede ir de la casa, porque ahí mismo llegan los bandidos estos. Ayer, una viejita de unos 70 años pasó toda la noche afuera cuidando su casa porque le quitaron la luz”, cuenta una vecina que prefirió no dar su nombre.
Personas que no pertenecen al IDU sacando el material de una de las casas vandalizadas.

Personas que no pertenecen al IDU sacando el material de una de las casas vandalizadas.

Foto:Néstor Gómez. EL TIEMPO

Y agrega: “Estos llegan con macetas, cuchillos y pistolas, son entre 30 y 40, y ahí qué puede hacer uno, nada. Entregar la casita que con tanto esfuerzo construyó”.
Otra vecina se atrevió a hablar y contó las dificultades que ha traído esta obra. “No pudimos ponernos de acuerdo con el precio para la compra de nuestro terreno, y en ese proceso me desocuparon la casa los ladrones. Hablé con el IDU, pero ellos nos dijeron que no pueden hacer nada”, cuenta Diana, una de las habitante de La Primavera.
Y claro, el IDU no puede hacer nada hasta que las personas que estén allí desocupen y le hagan entrega formal de los predios. “Ahí nosotros nos encargamos de velar por que no sucedan estas cosas. Sin embargo, dispusimos a tres personas de seguridad para que quienes aún no han entregado, tengan seguridad. Ellos están en contacto directo con la policía”, nos explica días después María del Pilar Grajales, directora de Predios del IDU.
No obstante, en un recorrido, que duró alrededor de dos horas y media, no se pudo evidenciar la presencia de la vigilancia. “Son tres en motos, pero se la pasan siempre juntos, y cuando uno los necesita nunca aparecen, dicen que estaban almorzando (...) yo tengo conocimiento de que los delincuentes les pagan 200.000 pesos por cada casa que dejen robar”, denuncia Diana.
En medio de las charlas con los vecinos, José dice: “Vea, esos son. Como buitres mirando qué casa ya van a desocupar para ellos llegarles en la noche”.
Tiene sentido que sean todos jóvenes, unos 15, de entre 17 y 25 años (calculo). Estaban en frente, con mirada de ira, y entre ellos reconocimos al moreno de saco gris y pantaloneta negra que intentó espantarnos cuando llegamos al barrio.
“Así se la pasan todo el día, tirando piedritas a las ventanas. Si el dueño de la casa sale, pasa la noche tranquilo. Pero si no, al otro día solo están los escombros”, insiste José.
Duraron unos 20 minutos mirándonos y se fueron, pero llegaron tres niños, de no más de 9 años, en una carreta, y se posaron muy cerca de nosotros. “Esos son campaneros”, concordaron todos los vecinos.
¿A qué se dedican ustedes? –preguntamos–. “A recoger ladrillos limpios. Por cada uno que encontremos, una señora de aquí a la vuelta nos da 600 pesos”, contestaron.
Hicimos dos o tres preguntas más, ¿ustedes conocen a las personas que tumbaron esta casa? ¿No les da miedo esa gente? En ese momento les cambió la mirada y con enojo prefirieron darse la vuelta e irse.
“Ojalá esto salga, a ver si se acaba este calvario. Todas las noches en las que se desocupa una casa, el grupo de WhatsApp del barrio tiene un mensaje pidiendo ayuda porque se les están metiendo. La Primavera aquí se marchitó hace rato”, concluyó José.

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ANDRÉS FELIPE ORJUELA PÉREZ
Especial para EL TIEMPO
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