El impacto de la suspensión de clases en colegios, ordenada por el presidente Iván Duque, no es cosa menor, mucho menos en la capital.
Bogotá tiene 398 colegios públicos que reciben, cada día, 785.171 estudiantes, el equivalente aproximado a la población de Bosa. Y para los padres de ese enorme grupo de niños y adolescentes comenzó una travesía para buscar una alternativa para sus hijos.
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Sandra, por ejemplo, llegó a las 6:30 a. m. con sus dos niñas de la mano al colegio San José de Castilla, en el occidente de Bogotá. Las pequeñas venían uniformadas y con tapabocas agarradas de la mano de mamá esperando algo de suerte.
“Escuchamos las noticias anoche. Pero venimos a ver qué pasa”, dijo Sandra antes de acercarse a la portería.
Allí, la celadora, con tapabocas y alejada de la reja, les confirmó que no había clase presencial y que, al momento, no estaban listas las guías. “Busquen más tarde en la página del colegio. O mañana ya les avisan”, les contestó a varios padres que se acercaban.
Sandra se dio la vuelta, resignada. “Habrá que ver quién me las cuida”, dijo. Es madre soltera y no conoce a nadie. Este domingo, el presidente Iván Duque ordenó que se suspendieran clases en los colegios públicos del país ante el brote de coronavirus, que sigue avanzando y afecta, hasta el momento, a 54 personas.
Las indicaciones fueron claras: se suspenden sesiones presenciales mientras en los próximos días los docentes preparan el ‘plan B’ (clases virtuales o trabajo en casa). Del 30 de marzo al 20 abril habrá vacaciones adelantadas y, solo hasta entonces, se sabrá si la situación de salud pública permite un regreso a clases presencial o si habrá que seguir con virtualización.
Por lo pronto, el panorama en los barrios ayer fue este: niños que regresaron uniformados a casa u otros que iban, de particular, de la mano de sus padres, para la casa del abuelo, el tío, la prima o el amigo. Algunos adolescentes llegaron también a la puerta de los colegios y regresaron con las manos en los bolsillos.
“Vamos a dar una vuelta en la cuadra, parce”, le dijo un amigo a otro. En Corabastos, un poco más hacia el sur, se veía a pequeños acurrucados entre bultos de papa. Algunos jugaron y otros optaron por ayudarles a sus padres: hicieron mandados, lavaron productos o llevaron las cuentas.
En TransMilenio se vieron algunos pequeños que iban al trabajo con sus padres.
Murmuraban, “qué más hacía uno hoy”. Otros conversaban sobre qué pasaría con las guías impresas, las clases virtuales o con los refrigerios.
A pesar de que la orden del Gobierno Nacional es suspender las clases, las instituciones de carácter privado tienen autonomía en la decisión. Algunas ya cerraron aulas, otras están en proceso mientras encuentran opciones.
Lo cierto es que los padres de los 530.000 niños que estudian en los 1.747 colegios privados de Bogotá tampoco la tienen fácil.
“Las abuelitas de ellos (dos niños) ya son muy viejitas y no pueden cuidarlos, o si acaso pueden hacerlo por raticos, pero no podría hacerse cargo de las guías académicas”, relata Carol Sánchez, madre de dos niños del colegio Claustro Moderno.
Así que, mientras pueda teletrabajar, como se lo permitió su empresa, ella los supervisa.
Otro es el caso de Alexandra Cortés, quien contó con menos suerte: dejó a su niña de ocho años sola en casa y así seguirá por un tiempo.
“Soy contratista y mi trabajo es 70 % presencial. Aunque tengo facilidades, debo venir a trabajar. Hoy la dejé solita porque mi mamá, la única que me la cuida, no está aquí”, relata Alexandra. También dice que llama a la pequeña cada hora, para saber si está bien y si está adelantando las tareas virtuales que le dejó el colegio.
Por ahora, en el caso de los padres de niños de colegios públicos parece haber una luz en el camino, “No se preocupen. Cualquier padre que tenga dificultades en casa puede acudir al jardín o al colegio para pedirnos ayuda. No vamos a dejar a ninguna mamá ni a ningún papá solo”, afirmó la alcaldesa Claudia López ayer, cuando la medida escolar ya tocaba no solo las vidas de los pequeños, sino la de sus padres que, a pesar de todo, saben que por estos días, por sus hijos, la pandemia les exige una milla extra de esfuerzo.
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BOGOTÁ
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