La casa de Jesús Antonio Correa parece un árbol de Navidad. A escasos 20 metros de la estación Mirador El Paraíso, la más alta de TransMiCable, su fachada luce guirnaldas, materas, luces y colgandejos propios de diciembre. Pero su mejor regalo no se lo dieron en la Nochebuena, sino este jueves con la inauguración del sistema de transporte que, asegura, le cambiará la vida.
Para llegar hasta la morada de Jesús, de un solo piso, en colores verde, blanco y naranja, se asciende desde el portal Tunal en una de las 163 cabinas que empezaron a transportar gente en Ciudad Bolívar. Son 13 minutos y medio de subida, pasando por las estaciones Juan Pablo II y Manitas, a través de 24 pilonas o columnas que soportan todo el cableado y aparataje.
“Me demoro hora y media desde el portal El Tunal si subo en bus. Y más si hay trancón”, cuenta este hombre de 68 años, que se ganó la vida como zapatero, para volver oficial de construcción a un hijo, profesionales a dos hijas –administradoras de empresas– y velar por su esposa.
Erguido al pie de su vivienda, quizás la más colorida del sector, agrega que en adelante “nos mejorará la vida en un ciento por ciento. Es mucho el ahorro de tiempo”.
Desde allí observa el ingreso a la estación, repleta de gente trabajadora como él, que por primera vez se montará en una góndola. Una comparsa recibe con baile y chirimía esta megaobra del suroccidente distrital.
Jesús conoce el barrio como pocos. Fue de los primeros, digamos colonos, que se aventuraron a levantar un techo sobre lomas que hace 40 años no eran más que páramo y zona rural. Su deseo de brindarle una casa a la familia pudo más que la falta de acueducto, luz, alcantarillado y vías de acceso. Una época en que la Empresa de Acueducto venía cada semana y depositaba agua en un tanque comunitario a dos cuadras de allí; con canecas al hombro a cada familia le correspondía ir por su ración de líquido, que cuando no era suministrado se captaba del agua lluvia, a la que después le agregaban pastillas purificadoras para consumirla.

Familias enteras aprovecharon el día de inauguración para montar por primera vez en el cable aéreo.
Cortesía: Alcaldía
“Tiempos difíciles”, comenta el viejo, “una vida casi imposible”.
Con el bigote gris y barba blanca naciente, se apoya sobre una baranda y confiesa que le parece mentira todo lo que ha mejorado su comunidad. Es que hace apenas 15 años, cuando llovía y andaban por estas lomas, los pobladores volvían a casa “con tanto barro en los zapatos que parecían caminar sobre plataformas de tierra”. Y ahora –quién se lo podría vaticinar hace cuatro décadas a Jesús– no solo llegarán a su hogar en una fracción del tiempo de antes sino por aire, sentados y divisando el paisaje citadino desde uno de los puntos más elevados de Bogotá.
“Como le digo, cambiaron mucho las cosas. Poco a poco fuimos progresando y ahora vamos como el elefante, lento pero seguro”, reflexiona, sin dejar de admirar el cable.

Desde las ocho de la mañana empezaron las filas para ingresar al TransMiCable, que hasta este viernes será gratis.
Cortesía: Alcaldía
En la trepada por los aires que supone el paseo en TransMiCable, se pueden ver la mayoría de los 48 barrios de estratos 1 y 2 que se beneficiarán con este medio de transporte: Compartir y San Francisco, solo por mencionar un par, lucen empotrados y pintados de colores sobre las montañas. No son pocos los techos que se pintaron, incluso con grafitis, para que propios y visitantes se lleven una buena imagen de la zona. De hecho, se podía ver a varios artistas plasmando sus creaciones sobre las terrazas.
“Una empresa nos donó pintura para que embelleciéramos las casas. Y mucha gente ahora está abriendo negocios junto a las estaciones, para conseguir algo de dinero”, expresa Rocío González, de 30 años, parada tras el mostrador de su tienda. La acompañan sus tres hijos de cuatro, seis y doce años. “Este cable va a ayudar a que no solo se hable de las cosas malas de la zona, sino también de lo bueno, porque aquí hay cultura y gente buena”.
La inversión realizada por el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) fue de 240.000 millones de pesos y las obras se iniciaron a finales del 2016, tras mejorar los diseños que había dejado la administración pasada. Cada cabina –para diez pasajeros, en las que pueden subirse bicicletas y sillas de ruedas– cuenta con WiFi y un botón para llamar al centro de control si hace falta. Aunque ventea, estas no se balancean y “los usuarios pueden estar convencidos de que es un sistema seguro”, expresó Yaneth Mantilla, directora del IDU.
Y para la gente, el mensaje del alcalde Enrique Peñalosa fue de apropiación del sistema: “En 20 años no recordarán los nombres de quienes hicieron el TransMiCable, en cambio, los ciudadanos sí seguirán beneficiándose de este, eso es lo que realmente importa”, indicó.
FELIPE MOTOA FRANCO
En Twitter: @felipemotoa