El testimonio de una persona que lo identificó en unas imágenes de video fue clave para dar con el hombre que, según la Policía, asesinó a Daniela García Rincón, la estudiante de diseño gráfico de la Universidad de los Andes que permaneció 202 días entre la vida y la muerte después de recibir un disparo en la cabeza que la dejó en coma.
Se trata de Lenis Fernando Mendoza Bran, de 22 años, a quien el juez 45 penal municipal de control de garantías le impuso este miércoles medida de aseguramiento por homicidio agravado y ordenó mantener en la cárcel Modelo de Bogotá, donde está detenido desde noviembre pasado por un caso de abuso sexual.
La persona que lo identificó lo reconoció en un video divulgado en mayo del año pasado por la Policía y en el cual se observa a un hombre huyendo de la zona en donde fue atacada Daniela, a la salida de la estación 21 Ángeles de TransMilenio, en Suba, el 18 de abril a las 11 de la noche.
Una vez identificado con el testimonio de la persona que lo reconoció en las imágenes, la Policía lo rastreó por toda la ciudad sin resultados, y finalmente lo localizó en la Modelo, donde estaba desde noviembre pasado por el delito de acceso carnal violento contra una mujer joven, en el mismo sitio donde atacó a Daniela.
Mendoza no aceptó el cargo de homicidio agravado que le imputó la Fiscalía 40 Seccional de la Unidad de Vida, pero el juez le dictó medida de aseguramiento.
Al final de la audiencia, la madre de Daniela, Flor Alba Rincón, lucía indignada y consternada por la actitud del sindicado de la muerte de su hija al no haber aceptado el cargo de homicidio agravado. “Es un delincuente, es un fresco, se ríe y me mira”, comentó.
A la salida de los juzgados no se pudo contener y a la vez que le gritaba “asesino”, intentaba pegarle mientras los guardias del Inpec lo sacaban. “Lo maldigo”, se escuchó decirle.
Ahora, la Fiscalía debe proceder a preparar la acusación con las pruebas que ha recopilado y llevaron a señalar a Mendoza como el responsable del crimen de la joven, quien recibió un disparo en el costado derecho de su cabeza y falleció el pasado 5 de noviembre.
Semanas antes del deceso de la estudiante, la Fiscalía le llevó a la familia el celular y le informó que tenían pistas del atacante, pero no les dio más detalles. Y, ellos, enfrascados como estaban acompañándola en la clínica Shaio, no podían ocuparse del caso judicial.
Sus allegados, en especial su mamá, nunca perdieron la fe, pero los médicos fueron directos desde el comienzo: las posibilidades de que la estudiante despertara del coma en el que había caído eran prácticamente inexistentes. Fue sometida a varias cirugías, a terapias físicas, respiratorias y ocupacionales, pero los médicos dijeron que todas las que habían considerado señales de vida durante ese tiempo solo respondían a actos reflejos producto de los daños dejados por el proyectil que impactó y se alojó en el cerebro.
“Ella siempre estuvo muy mal. Los últimos días tuvo problemas respiratorios y muchas fiebres”, recordaba doña Flor Alba semanas antes del fallecimiento.
“Ahora que mi niña no está, más que nunca, vamos a estar pendientes de lo que pase con el caso”, dijo el día del sepelio, y este miércoles lo reiteró al agradecer a las autoridades por llevar ante la justicia al asesino de su hija.
BOGOTÁ
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