Era el 2 de julio de 1888. Bogotá tenía 40.000 habitantes y llevaba 350 años tomando agua de las pilas públicas. Ese año empezó un cambio definitivo: entró a operar el primer acueducto de hierro y el líquido empezó a llegar a las casas. El agua corriente que llegaba en una tubería de ¼.
Se comenzó a pagar un peso mensual por el servicio, que estaba en manos de particulares y fue precario, pero a partir de ahí comenzaron 130 años de transformaciones, incluido el paso del sector privado al público.
Hoy, nueve millones de personas (de Bogotá y los municipios vecinos) reciben la mejor agua potable de América Latina, que se produce a 2.533,84 pesos el metro cúbico. La infraestructura incluye seis plantas de tratamiento (Wiesner, Tibitoc, Dorado, Yomasa, Vitelma y Laguna), 63 estaciones de bombeo que garantizan suministro a barrios de los cerros, 54 tanques de almacenamiento y una red matriz y de distribución que llega hasta los rincones de la ciudad.
Todo administrado de manera automatizada mediante un centro de control que permite monitorear a toda Bogotá, que además está sectorizada para hacer arreglos y mantenimiento que afecta solo la zona impactada.
La gerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado, María Carolina Castillo, habló con EL TIEMPO sobre el significado de llegar a 130 años de servicio.
Tiene 2,4 millones suscriptores en Bogotá y un millón por fuera, de los que se les vende agua en bloque. En la capital vendemos 15,4 metros cúbicos de agua y uno más para los municipios vecinos.
Tenemos un ebitda cercano a los 700.000 millones de pesos para el año pasado, un presupuesto para la vigencia 2018 de 3,8 billones de pesos, un plan de obras e inversiones cercano a los 5,4 billones de pesos. Es de lejos la empresa más grande del país y del sector de agua potable y saneamiento básico.
En unas condiciones óptimas para la compañía, con un nivel de calificación de riesgo financiero AAA, siendo líderes en Colombia en ingeniería y con el plan de obras más ambicioso que tiene hoy el país en el sector de saneamiento y agua potable: pasamos de 200.000 a un billón de pesos anuales en este Gobierno.
¿Seguimos teniendo el agua más potable de América Latina?Tenemos una condición maravillosa, desde cuando pensaron Chingaza con una calidad de agua de páramo, que se embalsa allí directamente, pasa hasta el embalse de San Rafael y de ahí al sistema de tratamiento y a distribución. Esa agua es de óptimas condiciones.
¿La empresa ha madurado con la ciudad?Yo lo diría al revés: la Empresa ha sido lineamiento y planeador del desarrollo urbano, no solo de Bogotá sino de los municipios vecinos a los que les vendemos.
¿Cómo es eso?Porque es gracias a la buena concepción de ingeniería y a la proyección que se tuvo desde el comienzo de la empresa, pero principalmente en los años 70; la ciudad cuenta con el sistema de Chingaza, que a través de la cuenca del Orinoco hace que Bogotá tenga 70 por ciento de abastecimiento desde ahí; el otro 30 por ciento es de Tibitoc. Entonces, tenemos dos embalses de regulación, Chingaza y San Rafael, que nos permiten recibir lluvias en San Rafael si está lloviendo en nuestra cuenca, y si no, abastecernos desde la cuenca del Orinoco.
Eso hace que en una ciudad de ocho millones de habitantes (además de los 9 municipios vecinos) no tengamos riesgo de desabastecimiento en ningún momento del año, independientemente de si estamos en verano o en temporada de lluvias.
Uno es lograr armonizar el desarrollo informal que sigue siendo muy alto en ciudades como las nuestras. El 21 por ciento de Bogotá es de origen informal. Una tarea muy importante es garantizar que todas las redes de la ciudad cumplan con la norma técnica; estamos reponiendo todas las redes de asbesto-cemento, estamos eliminando filtraciones y llegando a todos los barrios de origen informal.
La meta del alcalde Enrique Peñalosa es legalizar 214 barrios en sus cuatro años, y llegarles con acueducto y alcantarillado de primera calidad. También garantizar en zonas como Cedritos, Chicó, Rionegro, San Cristóbal y Suba las renovaciones, reposición y optimización de redes con las que estamos haciendo que la gente tenga las presiones adecuadas a las nuevas densidades, a la nueva altura de los edificios que tiene hoy la ciudad.
La empresa es ordenador del territorio, llega con una fuerte apuesta ambiental en estos 130 años. El reto de la ingeniería lo tiene bastante solucionado; el plan de obras e inversiones regulados hasta el 2026 nos va a dejar aseguramiento en abastecimiento hasta el 2032; vamos a dejar en ejecución la planta de tratamiento de aguas residuales de Canoas, ya optimizada la PTAR Salitre, esto es sistema de tratamiento de aguas residuales para 30 años en la ciudad.
Entonces, la tarea que nos corresponde ahora es meterle muy fuerte a volver a tener el posicionamiento de la empresa en todo el componente ambiental o de servicios ecosistémicos como lo llamamos nosotros, que le brinda la empresa, el recurso hídrico a la ciudad y a todos los bogotanos.
De lo que hace la empresa en materia ambiental y como ordenador del desarrollo del territorio, para rehabilitar y limpiar todos los ríos urbanos. Bogotá tiene tres subcuencas principales: Salitre, Fucha y Tunjuelo. Y nosotros, además, somos prestadores en Soacha.
Y lo que vamos a hacer con la PTAR Canoas y con el ánimo de sanear el río Bogotá es una intervención muy ambiciosa, ambiental, de saneamiento de esos dos cuerpos de agua, el Fucha y el Tunjuelo, quitarles todas las conexiones erradas, los vertimientos de aguas sanitarias que llegan ahí por el crecimiento informal. Sanear eso es bien relevante para el entorno.
Es la obra de infraestructura en materia de tratamiento de aguas residuales más grande que va a tener el país en muchos años, y la número once del mundo, por lo grande, que es la planta de tratamiento de aguas residuales de Canoas.
Colombia se puso una meta de desarrollo de objetivo sostenible para el año 2030 de llegar al 68 por ciento de sus aguas residuales tratadas; hoy en el país solo se trata el 42, y la PTAR Canoas aportará el 23 por ciento.
En este momento tenemos en contratación la obra preliminar que es la estación de bombeo y esperamos cerrar este año convenio de cofinanciación y a comienzos del año entrante el proceso contractual de la planta.
Es importante no solo por el impacto ambiental del que ya hablamos y los objetivos de desarrollo sostenible, sino porque además, ahí está la fuente de ingresos nuevos de la compañía.
Si el consumo de agua se sigue reduciendo, tenemos que buscar buenos negocios, y un espacio importante y relevante, lo que dejan de pagar los bogotanos en agua lo vamos a llenar en alcantarillado, lo cual es muy positivo porque por la misma plata vamos a poder hacer el abastecimiento como corresponde y llevar el tratamiento completo de las aguas residuales.
YOLANDA GÓMEZ
Editora de EL TIEMPO
En twitter: @YolandaGomezT
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