Nota: Esta entrevista fue publicada originalmente el 27 de mayo del 2019. EL TIEMPO la reproduce a propósito del fallecimiento de Carlos Holmes Trujillo, quien murió este martes por covid-19.
Ya se acostumbró a que le digan “senador”, aunque nunca lo fue. Ya no le importa que le digan “doctor Holmes”, aunque sus apellidos sean Trujillo García. Ya no le importa que le digan que abandonó el Partido Liberal para irse a las toldas del Centro Democrático.
A decir verdad, se ve muy cómodo como Canciller de Colombia, así nunca hubiera trabajado antes en el Palacio de San Carlos. En el servicio exterior sí, y mucho. Su primer cargo fue en 1976 en Japón, donde comenzó en el escalón más bajo hasta ser designado encargado de negocios.
Después vendrían las embajadas en Moscú, la OEA en Washington, Viena, Estocolmo y Bruselas. También fue ministro de Educación y del Interior, alto consejero de Paz y precandidato presidencial en dos oportunidades, además de alcalde de Cali y constituyente.
Amable, de risa franca, este valluno de 67 años que se entiende bien hasta con sus contradictores, guarda en su interior la ilusión de llegar a la Casa de Nariño, así le hayan caído rayos y centellas cuando lo confesó hace poco en un evento en Medellín. A fin de cuentas, lleva la política en la sangre, pues es hijo de quien fuera la figura dominante en la dirigencia del Valle durante décadas.
Es imposible saber qué habría dicho Carlos Holmes Trujillo padre al ver militando a su heredero natural en una colectividad de centro derecha. Quienes lo recuerdan como un orador inigualable también saben que admiraba a Jorge Eliécer Gaitán e incluso lo llegó a imitar en un afiche con el puño derecho en alto. No en vano recibía el título de “el caudillo del pueblo”.
“Era otra realidad”, dice Trujillo García, mientras pide una coca-cola zero y se sienta a responder el cuestionario de BOCAS. Tras soportar sin quejarse las peticiones del fotógrafo que lo retrató en el despacho protocolario de la Cancillería, no esquiva pregunta alguna. Puede ser diplomático, pero no le huye a ningún tema.

Ya se acostumbró a que le digan “senador”, aunque nunca lo fue. Ya no le importa que le digan “doctor Holmes”, aunque sus apellidos sean Trujillo García.
Ricardo Pinzón
Alguien podría decir que, entre las personas que nacieron en Cartago, usted es la más internacional de todas…
[Risas] La verdad es que mi trayectoria me llevó a que el asunto internacional sea un perfil predominante en mi hoja de vida, y naturalmente esa experiencia que he tenido, bilateral, multilateral, trabajo consular y conocimiento del asunto diplomático desde el cargo de tercer secretario, segundo secretario, primer secretario, encargado de negocios y embajador, sí me ha dado una visión del mundo. Ha sido un asunto de dedicación durante largo tiempo.
¿Qué tan presentes son sus raíces vallunas?
Están ahí permanentemente. Lo que pasa es que tengo una visión que no olvida lo global. Cuando fui candidato a la alcaldía de Cali y después alcalde, decía que eran tres ciudades: una la capital del Valle, dos la ciudad más importante del país en esa subregión de Colombia, y tres, la capital más cercana al Pacífico, lo cual le daba necesariamente una dimensión internacional.
Hizo la primaria en Cartago. ¿Qué recuerda de esos años?
La delicia de estudiar en un pueblo, de ir caminando a la casa. Pero también recuerdo lo bueno que fue el traslado que mis padres me hicieron a Cali, donde finalmente mi padre terminó adelantando su tarea profesional y política; mi vinculación al colegio Pío XII de Cali. Soy graduado de un colegio franciscano, de manera que todo eso me hace recordar cierto escenario bucólico en el cual se desenvolvió mi generación.
¿No le chocan las historias de allá, de violencia y narcotráfico?
Así es, me chocan, me molestan, me duelen, me hacen reaccionar y, sobre todo, me llevan a convertir buena parte de mi actividad profesional, como lo he hecho como representante de Colombia, en una destinada a que el marco de lucha contra el problema mundial de la droga sea cada vez más fuerte.
¿Lo golpeó el traslado a Cali?
Sí, inicialmente me dio duro porque mis compañeros, mis abuelos, mi tía (la hermana de mi mamá que fue francamente como mi segunda madre), estaban en Cartago. Eso se salvó con mi presencia permanente durante las vacaciones, y la verdad es que tengo recuerdos deliciosos de lo que era la vida en aquellos años.
Hizo historia en Cali al ser el primer alcalde elegido popularmente…
La verdad es que esa es una de las grandes honras que he tenido en la vida. En primer lugar, era muy difícil ser alcalde. En segundo lugar, eran apenas dos años de periodo, de manera que en medio de tanta expectativa lograr hacer una tarea que tuviera recordación no era propiamente un empeño sencillo. Afortunadamente pude hacerlo, con imaginación, con mucha cercanía a la ciudadanía.
Tomé la decisión de no volver a hacer política electoral con el Partido Liberal. Solamente volví a la actividad política directa a raíz de la fundación del Centro Democrático
Usted fue visto como el delfín de la casa Holmes, como se lo conocía coloquialmente. ¿Tenía clara su carrera desde pequeño?
Mi formación pública y la vocación que he tenido por supuesto que están indisolublemente vinculadas a mi sangre, y eso tiene que ver con mi papá y con mi mamá, que no tuvo figuración política, pero que era el elemento central en todo. Yo crecí en la biblioteca de mi papá, leyendo libros de mi papá, escuchando discursos de grandes dirigentes, acompañándolo en muchas actividades públicas en el Valle, los barrios de Cali, en otras ciudades de Colombia. Naturalmente, eso fue influyendo en la visión que he tenido sobre la sociedad colombiana desde muy niño. Pero hay una particularidad: nunca quise aspirar al Senado, y mi padre fue senador durante muchos años. Tampoco quise aspirar a la Cámara, a la Asamblea departamental o a cualquier Concejo municipal, y así actué. Aun así, hay mucha gente que cree que yo he sido senador y me saluda como el exsenador Carlos Holmes Trujillo. Yo ya no corrijo. A un amigo que me preguntó por qué no me metí en política electoral le decía: ¿pero para qué si todo el mundo cree que ya fui?
Pero fue elegido a la Constituyente…
Mi participación electoral tuvo que ver con dos procesos muy coyunturales y con sentido histórico: la primera elección popular de alcaldes y la Asamblea Nacional Constituyente; de resto, nunca fui siquiera candidato al Congreso.
Fue candidato a la Gobernación…
Sí, pero Angelino Garzón me pegó una pela tremenda. Él venía trabajando por esa gobernación, y se la merecía. Terminé haciendo una campaña muy corta, de dos meses apenas, y logré como doscientos mil votos, cosa que me hizo sentir bastante bien. Pero era perfectamente claro que el gobernador iba a ser Angelino.
¿Pensó que en ese momento se le había acabado la carrera?
Varias veces me retiré de la política. Pero cuando se tiene vocación pública, francamente es imposible desprenderse de los temas que interesan a Colombia.
El congresista de la familia fue su hermano. ¿Cómo es su relación con él?
Mi hermano se retiró también de lo público. En su momento conversé con él y le dije: “Si tú tienes aspiración al Legislativo, muy bien; ese es tu escenario, y yo en eso no me meteré nunca”. Y no me metí. A mí me aterraba que por andar en la actividad electoral diaria se fuera a deteriorar la relación con mi hermano, y por eso preferí que ese fuera el espacio de él. Me costó porque me hicieron muchas críticas a raíz de esa decisión, pero no me arrepiento de haberla tomado.
Su papá es recordado como un gran orador. Hay un afiche famoso en el que adopta la misma pose de Gaitán…
Mi padre fue un extraordinario orador, tenía una facultad innata, pero una facultad innata muy cultivada porque era un hombre muy estudioso. Era más un intelectual que un político y fue uno de los mejores penalistas del país en su momento, en aquella etapa en la que tanto brillaban los penalistas. En efecto, era profundamente liberal, con un pensamiento socialdemócrata. Bajo esa línea dio su batalla.

Carlos Holmes Trujillo también fue ministro de Educación y del Interior, alto consejero de Paz y precandidato presidencial en dos oportunidades.
Ricardo Pinzón
¿Y no se contrapone eso con su carrera?
Las circunstancias en las cuales él hizo política son completamente distintas a las que yo he tenido que vivir públicamente durante mi desarrollo profesional. Fue liberal en un momento en el cual esa era la gran corriente de pensamiento popular del país, cuando los dos partidos históricos tenían fuerza y eran verdaderos canales de expresión. Hoy, eso ha cambiado por completo. Los partidos están debilitados, la nueva mayoría son los independientes, pero son independientes unidos por una visión crítica de lo que hay, y no por una visión constructiva, no por un proyecto común.
¿En qué momento comienza a desilusionarse del liberalismo?
Vi que el liberalismo llevaba un mal curso, sentí que se les estaban cerrando opciones a personas de una nueva generación y no estaba interpretando a la ciudadanía. Entonces, tomé la decisión de no volver a hacer política electoral con el Partido Liberal. Solamente volví a la actividad política directa a raíz de la fundación del Centro Democrático, cuando el expresidente Uribe crea el partido, cuando hay esa visión de la necesidad de seguridad, más inversión, cohesión social.
Usted trabajó en el servicio diplomático desde los años setenta. ¿Qué tanta relación llegó a tener con los diferentes presidentes?
Una relación personal siempre grata y cercana. No tengo sino motivos de agradecimiento con los presidentes que me dieron la oportunidad de servirlos como representante de Colombia en el exterior, comenzando por Alfonso López Michelsen, hasta el cargo con el que me distinguió el presidente Iván Duque.
¿Qué cargo disfrutó más?
El de alcalde de Cali por elección popular. Luego, en mi ejercicio como ministro de Educación tuve la responsabilidad de sacar adelante la reforma de la educación superior. Y en lo que tiene que ver con el exterior, no hay uno solo en el cual no haya un logro concreto, cosa que no es fácil, en términos diplomáticos: por ejemplo, en Viena, la definición del plan de acción contra el problema mundial de la droga en 1998, pues este sistema de monitoreo satelital de Naciones Unidas, de cultivos ilícitos, fue una iniciativa colombiana que logramos promover y sacar adelante en medio de un escenario muy difícil. Otra es la tarea en pro de la aprobación del acuerdo comercial de Colombia con la Unión Europea, que fue una lucha muy larga.
Trabajó con la administración Santos durante algo más de un año…
Estuve al frente de la embajada en Bruselas durante un tiempo y salí porque el Gobierno tomó la decisión de nombrar a Rodrigo Rivera.
¿Su relación personal con el expresidente Santos es buena?
Tengo buenas relaciones con todos. Soy muy fuerte, muy claro, muy decidido en la defensa de los principios en los cuales creo y en las visiones que tengo, pero muy respetuoso con las personas.
El día en que se votó el plebiscito nos fuimos en un avión Iván Duque, Óscar Iván Zuluaga y yo a Rionegro, a esperar el resultado en la casa del presidente Uribe
¿Por qué acabó de precandidato presidencial?
Regresé en el 2011 a Colombia e inmediatamente volví a vincularme con la Universidad del Rosario. Cuando el presidente Uribe lanzó el Centro Democrático e invitó a eventuales aspirantes a que salieran a la palestra, en ese momento tomé la decisión de participar como precandidato. Quedamos tres y llegamos a una convención que escogió a Óscar Iván Zuluaga. Acepté inmediatamente el resultado y luego tuve la honra de que me ofreciera participar en esa campaña como su candidato a la vicepresidencia.
¿Estaba convencido del triunfo en la segunda vuelta?
Estaba convencido de nuestras posibilidades, sabía que estábamos interpretando bien al país, pero naturalmente en estas materias políticas nunca nadie puede estar totalmente seguro. El triunfo en la primera vuelta fue alentador, creó una expectativa y una posibilidad renovada con respecto a las condiciones que teníamos para ganar las elecciones, pero infortunadamente el resultado fue el que se conoce.
¿Le produjo desilusión, amargura?
Confieso de verdad que no sufro de odios, ni me dan depresiones cuando las cosas electoralmente salen mal. Es parte de lo que sucede en la vida pública, así hay que aceptarlo, así hay que recibirlo, y lo primero que hay que hacer cuando se pierde es ponerse a trabajar al día siguiente para ganar después.
¿Les da credibilidad a quienes dicen que les robaron el triunfo?
Naturalmente hay elementos que influyeron muy negativamente en ese resultado y se han ido conociendo a través de investigaciones y demás. Así que lo que en un momento parecía un rumor ha resultado tener bases de certeza.
¿Por qué lo picó de nuevo el bicho de la política?
Nunca ha dejado de picarme, siempre lo he tenido, por la vocación esa que nació en la cuna. Y en medio de esa etapa, la pérdida de las elecciones, el proceso para la selección del candidato de Centro Democrático y las elecciones posteriores; vivimos el plebiscito, que para mí es uno de los procesos más apasionantes desde el punto de vista democrático de que se tenga memoria en Colombia. Inicialmente defendí la abstención, expliqué las razones por las cuales creía que esa debía ser la posición del Centro Democrático, no sin antes señalar que aceptaría la decisión que finalmente el partido tomara. Cuando el partido tomó la decisión de apoyar el No, inmediatamente me puse al servicio de ese proceso y tuve la honra de que me designaran, conjuntamente con Iván Duque y Óscar Iván Zuluaga, como uno de los tres voceros.
¿Y qué pasó?
Salimos a hacer una campaña en la cual participé en muchísimos debates. Intelectualmente es una de las campañas más estimulantes que he vivido por la argumentación, por las razones que había que explicar. Un día me invitaron a este programa que tiene la Universidad de los Andes, que se llama Foro de Presidentes, a hablar sobre el plebiscito. Al expresidente César Gaviria, a quien le tengo afecto y gratitud, lo invitaron a defender el Sí, y a mí me invitaron a defender el No, y había un profesor muy importante que daba una visión académica del proceso. Antes de que se iniciara el evento hicieron una encuesta que dio 65 por ciento en favor del Sí y 35 por ciento en favor del No; cuando acabamos volvieron a hacer la encuesta y el resultado fue 65 en favor del No, y 35 en favor del Sí. Por eso hago referencia a lo que fue el valor argumental de la campaña que hicimos. Haber cambiado por completo la visión de ese auditorio me indicó que estábamos en la línea correcta.

A Holmes Trujillo ya no le importa que le digan que abandonó el Partido Liberal para irse a las toldas del Centro Democrático
Ricardo Pinzón
Triunfaron…
El día en que se votó el plebiscito nos fuimos en un avión Iván Duque, Óscar Iván Zuluaga y yo a Rionegro, a esperar el resultado en la casa del presidente Uribe. Para nosotros fue una sorpresa escuchar que en los primeros momentos ya empezaba a ganar el No. Nunca he visto una lección histórica igual. El presidente Uribe dijo: “Esperemos el resultado”, y después de que se consolidó, dijo con gran serenidad: “Esperemos la intervención del Presidente”, quien hizo una muy buena intervención esa noche. Después, Uribe nos pidió una opinión y cuando llegó mi turno, yo le dije: “Creo que hay que reaccionar con un gran sentido de responsabilidad histórica”. Eso fue lo que yo dije, nada más. El expresidente se fue a su oficina, preparó un proyecto de comunicado, nos lo dejó conocer, y lo leyó. ¿Por qué digo que es un acto maravilloso de responsabilidad histórica? Porque el expresidente Uribe era el comandante del ejército que acababa de ganar una batalla aparentemente imposible de ganar, y en lugar de salir a cobrar un triunfo, lo que hizo fue plantear un gran acuerdo nacional para la paz. Ese fue un planteamiento sincero, asentado en las necesidades reales del país, y lo que se buscaba era, mediante un gran acuerdo, darle sostenibilidad al acuerdo que acababa de demostrarse que carecía del apoyo popular mayoritario, para que no se presentaran esos problemas que ahora se presentan por distintas razones en la implementación.
¿Qué valoración tiene sobre lo que pasó después?
A ese proceso de conversaciones tendientes a buscar un gran acuerdo nacional para la paz le hizo mucho daño que el día de la fecha de la entrega del Premio Nobel estaba fijado. Y esto lo digo con mucho respeto, porque naturalmente le puso un límite al esfuerzo. Era obvio que Santos buscara llegar a Oslo y decir “firmé el acuerdo”. Pero yo no dejaré de sentir que se perdió una gran oportunidad. En el debate de las objeciones, el presidente Duque convocó un gran consenso institucional alrededor de la justicia transicional. Infortunadamente se presentaron problemas en los dos momentos, y con esto lo que quiero señalar es que quienes participamos en ese proceso, con la posición que tuvimos y planteamos lo del gran acuerdo nacional para la paz, siempre hemos creído que lo que más le conviene a Colombia es ese consenso.
Apoyó a Iván Duque en la campaña, después de que lo derrotó y de llevarle cerca de 25 años...
Admiré mucho a Iván Duque desde un principio y lo vi con madera de candidato presidencial en un evento del Centro Democrático. Recuerdo que escuché esa intervención al lado del expresidente Uribe. Le escuché el contenido, le escuché el tono, le escuché la vocación, le vi la vocación, analicé la fuerza con la cual estaba exponiendo sus ideas. Y ese día dije: “Aquí nosotros tenemos una persona que puede llegar a ser precandidato”. Vi que era un contendor magnífico, de gran dimensión, y luego lo fui comprobando en todo el desarrollo del proceso que nos llevó a participar en foros programáticos en muchas regiones de Colombia. De manera que cuando participamos en el proceso e Iván gana las encuestas, yo tenía eso como una posibilidad clarísima, lo recibí con gran satisfacción. Y por eso fue para mí tan grato ponerme de pie y decirle “cuenta conmigo para lo que quieras”. En ese momento lo tuteaba, ahora ya no lo tuteo.
¿Hace el ejercicio de pensar qué habría hecho ante determinado tema si usted fuera el Presidente?
Claro que sí, y se lo digo al presidente Duque. Por ejemplo, yo planteaba la idea de poner a crecer la economía rápidamente mediante la creación de un escenario permanente de concertación, sin burocracia, que llamaba el Crecer, Consejo para la Recuperación Empresarial y el Crecimiento Económico Rápido. Entonces, a veces, cuando veo las cosas le digo: “Hombre, Presidente, cree el Crecer”. Y le hago sugerencias con gran cordialidad y con gran respeto.
El cambio en Venezuela le conviene a Colombia, porque el régimen de Maduro y de Chávez les abrió la puerta a las organizaciones terroristas para que operaran desde allá
¿Cómo analiza el tránsito de este gobierno?
Las cosas van bien, con dificultades que son normales. Lo que más daño le hace al país es que se esté perdiendo margen para el debate político inteligente. Creo que es muy dañino para Colombia que todas las controversias que se adelanten tengan que ver con esa vieja división artificial, inexistente, dañina, entre amigos y enemigos de la paz, que continuó permeando todo el debate político colombiano. No hay nada más inconveniente para una sociedad que el margen del debate político constructivo, propositivo, creativo, se vaya perdiendo. Me parece que la visión del Gobierno es contemporánea: legalidad, emprendimiento, equidad, sostenibilidad e innovación.
¿Ha habido errores del gobierno?
Los gobiernos cometen errores, sin duda. Vivimos además en un escenario de gobernabilidad mucho más difícil, y no solamente en Colombia. Todo este desarrollo de las comunicaciones, de la inmediatez de la información, ha generado unos fenómenos que golpean directamente la credibilidad de las instituciones, porque conducen, primero que todo, a que la expectativa del ciudadano sea mayor y a que la propuesta de los aspirantes tenga el propósito de satisfacer esa expectativa. Cuando esa brecha no se logra cerrar, entonces no hay sino descalificaciones.
El de Venezuela es un tema particularmente complejo. ¿Había otra opción para Colombia?
No había ninguna otra. Nosotros, como fuerza de oposición hasta cuando el presidente Duque ganó las elecciones, fuimos muy críticos de la posición del gobierno del presidente Santos en el manejo de la relación con Venezuela. ¿Por qué lo fuimos? Porque nos pareció que de manera inconveniente privilegió el apoyo del régimen de Maduro y de Chávez a las conversaciones en La Habana sobre el deber histórico, legal y político de Colombia de defender la democracia. Haber actuado de esa manera dio lugar a que los mecanismos institucionales que hemos construido para defender una democracia amenazada no operaran. Ahora buscamos actuar colectivamente en defensa de sistemas institucionales que son víctimas de rupturas indebidas y antidemocráticas.
Pero Colombia trató de actuar en la OEA…
Claro, pero fue derrotada, porque no se le aplicó a la posición colombiana la fuerza que esta debía tener. Ahora hay logros evidentes. Es decir, había un trabajo adicional que tenía que ver con la fuerza de la convicción, la fuerza del cumplimiento de unos deberes que debían ser respetados y por lo tanto aplicados en la acción internacional de Colombia. Además, en toda política exterior seria es prioritaria la política de vecindad, aparte de que lo que hay que hacer es actuar en defensa del más alto interés nacional. El cambio en Venezuela le conviene a Colombia, porque el régimen de Maduro y de Chávez les abrió la puerta a las organizaciones terroristas para que operaran desde allá, porque ese régimen se robó inversiones legítimas de varias empresas colombianas y porque el mal manejo de la economía ha dado lugar a un flujo migratorio que para nosotros es un desafío gigantesco.

Carlos Holmes Trujillo no pierde la esperanza de llegar al Palacio de Nariño.
Ricardo Pinzón
Respecto al tema de Guaidó, hay quienes sostienen que se actuó de manera ingenua al pensar que Maduro era mucho más vulnerable…
No, yo tengo una visión completamente distinta. A mí me parece que lo ingenuo es creer que las dictaduras no se caen, así no suceda de un día para otro. Las dictaduras se caen mediante un proceso de creación de condiciones que conducen a que un día algo se convierte en el detonante del desenlace final. A principios del año, nadie pensaba que pudiera haber un presidente interino en Venezuela; nadie pensaba que ese presidente interino tuviera el reconocimiento de cerca de sesenta países; nadie imaginaba que la oposición dividida pudiese unirse alrededor del simbolismo político de Juan Guaidó. Puedo enumerar muchos otros hechos, para concluir señalando que, según mi opinión, este es un proceso irreversible y que las condiciones cada vez son más claras para que un día, no sé cuándo será eso, se presente el detonante del desenlace final.
El otro tema es la relación con Estados Unidos…
La relación con Estados Unidos es magnífica, en lo que tiene que ver con un problema común. En otras materias, la relación también es muy rica, es heterogénea, llena de temas importantes para los dos países. Tenemos un acuerdo comercial que funciona. Hay irritantes que cuentan con un canal apropiado para ser tratados y ser solucionados. Como lo ha dicho recientemente en Colombia el señor secretario Pompeo, hay un presidente en los Estados Unidos que tiene una particular manera de plantear las cosas. Por supuesto que nosotros consideramos que la manera como lo hace no ayuda, hace daño, es inconveniente, no hay ninguna razón para golpear de esa manera a un aliado que viene trabajando con tanta decisión como el presidente Duque en la lucha contra el problema mundial de la droga. Aquí cada país tiene el deber de hacerle frente al eslabón de la cadena que le corresponda combatir.
¿Lo inquieta que ahora que viene una época electoral en Estados Unidos podamos ser usados para polarizar al electorado?
Por supuesto que me inquieta. Pero no olvido que tenemos todo para construir conjuntamente, porque los asuntos que nos interesan son beneficiosos para las dos naciones.
¿Aspira ser canciller cuatro años?
Tengo el compromiso con el presidente Duque de estar al frente de esta responsabilidad hasta cuando él lo desee. Él lo sabe.
¿Se le fue la lengua en Medellín cuando le preguntaron de sus aspiraciones electorales en el 2022?
Claro que sí.
¿Por qué le pasó eso?
Me dejé llevar del espíritu académico y de lo grato que fue una reunión de estudiantes donde contesté muchísimas preguntas sobre política exterior. Pero ya ofrecí las excusas del caso y al Presidente le dije que cuente conmigo hasta cuando él lo desee al frente de la cartera de Relaciones Exteriores.
Lo cual no quiere decir que en su corazoncito no esté la posibilidad de aspirar de nuevo a la Presidencia…
Lo que pasa es que el corazoncito no puede hablar ahora.
POR RICARDO ÁVILA
FOTOGRAFÍAS RICARDO PINZÓN
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 85 - MAYO - JUNIO 2019

De naturaleza política.
Revista BOCAS
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