Esta entrevista fue publicada originalmente en la segunda edición de revista BOCAS, en octubre de 2011, bajo el título de "El General Naranjo".
Tiene cara de sacerdote, de cura bonachón, no de policía. Tiene 55 años y se quiere retirar pronto. Le gusta la radio y quisiera estar en un consejo de redacción. Recibe 180 llamadas al día y se sabe de memoria las cifras de la violencia en Colombia. Es el policía más antiguo de la cúpula, el primer general con cuatro estrellas en la historia de la institución y ostenta el premio a mejor policía del mundo. Aunque tiene una mirada transparente, no deja de inquietar. No solo es el director de la Policía, también manejó el departamento de inteligencia. Naranjo abrió la boca para dar algo más que órdenes.
¿Cuando no está ejerciendo de policía qué hace?
En mi casa me dicen que mi pijama también es verde. Les digo que lo único que me ha faltado en estos cuatro años como director es dormir con el uniforme. El trabajo es intenso, pero no me martirizo. Disfruto los consejos de seguridad, viajar por las regiones y estar con la gente, pero me duele no estar el domingo en la casa.
¿Y qué hace cuando tiene un domingo libre?
Cuando estamos en la casa, el desayuno corre por mi cuenta. Hago huevos rancheros o benedictinos. Mis hijas y Claudia esperan a que yo haga el desayuno. Luego vamos a misa y a mediodía almorzamos con toda la familia que, como buena familia antioqueña, es bastante numerosa. No hago siesta. Yo quedo bien dormido con cinco o seis horas. Siempre madrugo. Me hacen una llamada faltando un cuarto para la cinco de la mañana, todos los días, con las novedades de lo que ha pasado en el país para no estar chiveado. Y tengo que confesar que esa llamada es lo más duro del día, porque me presenta al país en toda su violencia: cuántos muertos, cuántos heridos, cuántos suicidios, cuántos accidentes... El fin de semana la llamada es un poquito más tarde. Me llaman a las seis.

Óscar Naranjo en 2011.
Alberto Newton / Revista BOCAS
¿Qué opina su esposa de su trabajo?
Hija de policía, la conocí cuando éramos niños, dejamos de vernos en la adolescencia, y cuando me gradué de la escuela la volví a ver. Claudia es una mujer no solamente amorosa, sino muy comprensiva y muy inteligente para entender las complejidades de este cargo. Me reclama a veces mis largas horas de ausencia. Si no hubiera sido por ella, si no estuviera a su lado, no sería director de esta institución.
Con el respeto que me merece su institución tengo que decir que usted no parece policía.
Yo soy parte de una nueva generación de policías, respeto mucho a mis antecesores, pero los policías de hoy son muy distintos de los de ayer. A veces se lo digo a mis propios policías jóvenes: "Qué alegría que ustedes ya no son los policías que el país recuerda de los años 48 o 50". En el interior de la policía hay un movimiento de transformación basado en el conocimiento. Yo soy el resultado de una generación que coincide con esto: cuando me gradué de la Escuela de Cadetes mi promoción fue la segunda con título universitario de educación superior.
Usted es el primer hijo de Francisco Naranjo, un general de la policía que también llegó a ser director de la Policía Nacional. ¿Qué le enseñó su padre?
Tengo la fortuna de que mi papá es un gran humanista. Mi papá es hijo de campesinos antioqueños y a los 12 años se fue al seminario. Estuvo siete años con los claretianos y pasó del seminario a la policía cuando tenía 19 años. Cuando entró a la institución era un joven colombiano que ya hablaba latín y que estaba inmerso en conocimientos de filosofía y teología. Es un humanista y yo soy en buena parte la expresión de esa formación.
¿Le pregunta sobre sus decisiones?
No hay policías retirados. Uno es policía para toda la vida y yo he querido liberar a mi padre del día a día. Mi padre tiene 83 años y tomé una decisión para no mortificarlo: le cuento de mis decisiones para que él las evalúe después de que yo las he tomado.
¿Usted ha matado a alguien?
Ayyy, sí. ¡Esa pregunta me la habían hecho solo una vez en mi vida hace mucho tiempo! Está en un proceso penal. Enfrenté a una banda de antisociales en Engativá cuando era subteniente y di de baja a un hombre que me estaba disparando. Lo juzgaron y dictaminaron que fue en defensa propia.
¿Fue difícil?
Sí, mucho. Aunque uno se prepara para defenderse, nunca espera que lo ataquen. Yo me arrimé a requisar y el sujeto se volteó y me disparó. ¡Me habría podido matar! Mi reacción produjo la muerte del señor, la captura de seis delincuentes más y heridas a uno de mis suboficiales.
Su hermano menor, Juan David, fue detenido en Alemania por estar implicado en un caso de posesión de estupefacientes. ¿Qué ha pasado con él?, ¿cómo es su relación en este momento?
Sigue siendo doloroso. Mi hermano llegó a Colombia hace más de dos años y medio. Estuvo 33 meses en prisión en dos ciudades alemanas y su llegada ha estado marcada por la tristeza y el dolor. El primer año fue de adaptación. El segundo año se vinculó laboralmente a una empresa y estuvo trabajando hasta hace tres meses. Está viendo a ver cómo trabaja y sigue estudiando y rehace su vida. Nuestra relación es buena. Él siente que me hizo mucho daño y se siente muy culpable. Yo no quiero que él se sienta culpable de nada. Ya pagó su pena, ¡cometió un error! Colaboró con la justicia y eso explica que estuviera 33 meses y no 15 años como el resto de la banda. Estaba empezando en eso y lo capturaron en su primera actividad delincuencial. Hay una historia bonita alrededor: el policía alemán que lo capturó ha estado repetidas veces en Colombia visitándolo a él y a mi familia.
Justamente la confianza que tienen los gobiernos en mí, la credibilidad que tengo, es porque no creo en el concepto de poder como acumulación de secretos.
¿Sigue a los medios de comunicación?
Sí, mucho. Encuentro en los medios un gran instrumento para tomarle el pulso al país. Los servicios de inteligencia míos no alcanzan a competir con los medios en oportunidad.
¿Cómo se explica que usted sea el único sobreviviente de los remezones en la cúpula militar y que siga tan campante?
La generosidad del presidente. Lo entiendo como un reconocimiento a los ciento sesenta mil policías de la institución que hacen grandes esfuerzos y él, probablemente, los valora en la cabeza del director general con una ratificación. Yo lo entiendo como un reconocimiento a toda la policía.
¿No será un tema político? Porque ha sabido manejar el cargo de manera políticamente correcta...
La verdad es que para un policía lo más importante es acreditar confianza y generarla. Esa confianza es la que me ha permitido que me ratifiquen en los cargos con independencia de los actores políticos del momento.
¿Que parezca intocable no genera incomodidad o antipatía con sus compañeros y con sus colegas de otras fuerzas del orden?
Probablemente estamos atravesando el mejor momento de la historia en la relación entre la Policía y el Ejército. Trabajar de manera coordinada y conjunta ya no es una discrecionalidad –hay una directriz presidencial– y además he tenido la fortuna de compartir con un grupo de militares que realmente están muy abiertos al trabajo en equipo. Por si fuera poco, tengo el apoyo de viejos militares que me vieron crecer, que fueron compañeros de mi padre y que me ven como un hijo de esa familia.
¿Hay una línea vieja dentro de la policía que lo odia por la buena imagen que tiene?
No. Yo diría que estamos frente a un cuerpo de generales que corresponde a una nueva generación. Mi llegada a la dirección generó una especie de cisma institucional que se produjo por el retiro de 15 generales, el 50 % del cuerpo de generales. Este generalato del que hago parte hoy está en proceso de maduración y está inspirado en una política dirigida al humanismo.
¿Su relación es mejor en una fuerza que en otra?
Yo diría que se mueven en distintas dimensiones. Con el ejército compartimos el día a día de nuestros muertos, de nuestras batallas, de nuestros desafíos por parte del terrorismo; con la Armada Nacional vivimos de operaciones estructurales contra el narcotráfico. La Fuerza Aérea, por su parte, son los ángeles guardianes y salvadores de mis policías cada vez que nos atacan en un municipio alejado. Siempre llega un avión o un helicóptero a rescatarnos. Disfruto de esa relación y hasta de las tensiones.
Ha construido buenas relaciones con las agencias y los oficiales americanos y es el hombre de mayor confianza entre las autoridades de los Estados Unidos. ¿Cómo lo ha logrado?
Estados Unidos es un gran aliado para combatir el narcotráfico. Sería imposible no tener una relación con los americanos. Mi relación es funcional y basada en el compromiso. Yo soy bastante pragmático, sé diferenciar mis amigos personales –que son muy pocos, mi padre y un par de amigos– y los amigos institucionales. No me creo el cuento de que sea una persona especialmente querida. Solo trato de hacer lo mejor.
¿De los embajadores estadounidenses en Colombia cuál ha sido el más cercano?
El país recuerda al embajador Miles Frechette. Muy polémico. Lo conocí, tuve con él una relación muy cercana y fluida por la lucha contra el cartel de Cali. Cuando nos encontramos sentimos una particular emoción y afecto.
Siendo el enemigo máximo de la delincuencia, ¿cómo maneja el miedo?
El miedo por la familia siempre ha estado ahí. Tenemos la ventaja de que esos miedos los superamos con Claudia cuando yo era capitán y teniente y estuve muy amenazado. Me sacaron del país porque Pablo Escobar tenía una obsesión conmigo.
¿Cómo se explica que sea el hombre más popular y al mismo tiempo la inseguridad sea el principal problema colombiano?, ¿no es una gran contradicción?
Sí. Es una contradicción, pero yo comparo la profesión de la policía con la profesión médica. Los policías y los médicos luchamos por una utopía. El médico para que no haya enfermedades, y nosotros para que no haya delito. Pero en la historia de la humanidad no ha habido un solo día en que no haya enfermedad ni delito y cuando aparece un médico que quiere salvar vidas o un policía que quiere proteger vidas, la gente lo quiere y lo valora. No hay un policía en el mundo que tenga esos niveles de favorabilidad. Es más, en sociedades en las que el delito está superado y no es una amenaza, el nombre del comandante de la policía no se lo sabe nadie. No lo necesitan.

La gorra del General.
Alberto Newton / Revista BOCAS
¿Cuál es la ciudad más peligrosa de Colombia?
Las ciudades donde las tasas de homicidio duplican o triplican el promedio nacional. Colombia ha logrado una reducción muy importante de la tasa de homicidios en los últimos 8 o 9 años, pero estamos todavía en 32 homicidios por cada cien mil habitantes y tristemente tengo que decir que en Colombia hay ciudades con tasas de 70 homicidios por cada cien mil habitantes. Cali y algunos municipios, a pesar de las disminuciones de las tasas, tienen cifras aberrantes [Toda la información corresponde a los datos recogidos en la entrevista, en octubre de 2011].
¿Cuál es el problema de seguridad más grave que tiene Colombia?
Que el delito está asociado a la violencia. La gran diferencia de Colombia con el resto de los países latinoamericanos es que en sus capitales hay hurtos, pero para robar no matan. Voy a poner un ejemplo elemental: en Santiago de Chile se roban 40 carros al día y tiene la misma población de Bogotá, donde apenas se nos pierden siete carros. ¿Cuál es la diferencia? Para robarse los siete carros, aquí matan a la gente y le sacan ametralladora… Allá la víctima no enfrenta la violencia de un criminal. El reto es que la violencia logre reducirse totalmente.
¿Por qué somos tan violentos?
Creo que aquí hay un complejo ejercicio de autoridad. Pongo un ejemplo que expresa bien lo que la sociedad ha hecho. Cuando ve un ladrón en la calle, la comunidad grita: "Cójanlo, cójanlo, cójanlo". Y cuando la policía lo coge, la comunidad grita: "Suéltenlo, suéltenlo". Aquí hay sentimientos encontrados, porque –desde mi punto de vista– la justicia todavía es muy deficitaria y porque las instituciones no transmitimos sentido de autoridad.
¿Quién es el narcotraficante más malo hoy en día en Colombia?
Los hermanos Calle Serna. Luis Enrique y Javier Antonio Calle Serna. Son malos. Manejan Los Rastrojos, bandas criminales, en el norte del Valle…
En el tema de seguridad, puede ser que usted diga que está mejor que antes, pero estamos mal.
El problema de seguridad se mide en dos variables: la inseguridad traducida en violencia y la afectación al patrimonio, es decir, que a la gente la roben. Los niveles de violencia hoy son los más bajos de los últimos 27 años. Siguen siendo malos, sí, pero no tan malos.
Hablemos de los secretos. En un cable escandaloso filtrado por Wikileaks, el embajador Brownfield reportó a Washington que el general Óscar Naranjo creía que Bernardo Moreno y posiblemente José Obdulio Gaviria habrían ordenado los seguimientos ilegales del DAS. Si tuvo usted sospechas, ¿por qué no lo denunció? ¿Por qué no alzó la mano y dijo aquí hay dudas?
Sobre ese tema, el mandato del presidente es no dar explicaciones, no hablar de eso. Pero si se revisan mis comentarios a la luz de la coyuntura del momento, son simplemente la expresión de toda la especulación periodística que había en ese entonces. Eso no era un secreto. Lo que yo hice fue contextualizar lo que estaba en los medios con lo que yo estaba sintiendo. Hay simplemente interpretaciones sobre el clima que se había creado alrededor de algunos funcionarios y que era público en los medios.
En ese mismo camino, hablemos sobre la condena de Jorge Noguera. ¿Usted tuvo dudas sobre el exdirector del DAS?
Mire, durante los años que fui director de la policía del presidente Uribe, jamás una orden, una instrucción o una sugerencia para incurrir en un delito. Yo presumía que el DAS se estaba comportando institucionalmente como se comportaba la dirección de la policía. ¡Uno no sospecha del director del DAS! Lo que se ha puesto al descubierto y lo que reveló la justicia es que él personalmente incurrió en irregularidades.
Y cuando empezaron los señalamientos, ¿usted qué pensaba?
El DAS me tenía como objetivo. Por razones del cargo nunca me he victimizado en relación con la información que acumularon sobre mí, siendo director de la DIJIN y de la policía. Es un debate sobre el que no he querido entrar. Miraré en detalle hasta dónde fui víctima de esas investigaciones cuando me retire.
¿Sospechaba de Noguera?
Debo decirle que no tuve una relación cercana y nuestros niveles de coordinación eran muy escasos y que mi decisión como director de la Policía es que la inteligencia debería estar articulada en instancias ministeriales, como se hizo.
¿Ya tiene toda la información de los computadores de Raúl Reyes?
No. Tengo que decir que hay documentos encriptados que ninguna organización de inteligencia del mundo hoy, incluyendo a las mejores de Europa y de Estados Unidos, ha podido descifrar. Estamos todavía rompiendo códigos de encriptación de redes y eso, digamos, hace suponer que hay una gran sofisticación del aparato de comunicaciones de las Farc.
¿Han pedido ayuda?
Sí. A la CIA, al FBI, a los europeos, a los israelitas, a institutos privados especializados en cibernética... Y no, hay lenguajes cifrados y documentos cifrados.
Usted dijo hace unas semanas “las semanas de Cano están contadas”.
Estoy quedando mal con esa afirmación. En estos casos uno a veces piensa más con el deseo que con la razón, pero sigo creyendo lo mismo: Cano tiene los días contados.
No estoy hecho para la política. Yo sé que de esa agua no beberé. Eso no significa que no acepte un nombramiento en un cargo público. No veo cuál, pero…
¿Qué tan inteligente es la inteligencia de la policía?
Yo diría que es altamente competitiva. Creo que no hay en América un servicio de inteligencia policial más profesional, más eficaz, más transparente que este. Dimos pasos fundamentales. Abrimos, por ejemplo, los archivos de inteligencia a las ONG, con la Procuraduría, para dar la certeza de que no estamos persiguiendo a los colombianos en la oposición. Nosotros dimos origen a un centro de protección de datos con estándares europeos que garantiza que cualquier dato de inteligencia puede ser escrutado por cualquier autoridad. La inteligencia nuestra no tiene denuncias por violación a los derechos humanos. Somos eficaces y respetuosos.
La lucha que usted emprendió contra el cartel del norte del Valle le ha costado bastante. Fue víctima de una campaña de desprestigio con panfletos y anónimos que trataron de enlodarlo y vincularon su nombre con Wilber Varela, alias Jabón. ¿Le teme a lo que han llamado terrorismo judicial?
Me da miedo que me empapelen. Cuando me hablan del proceso 777, yo tengo que decir que en mi vida ha sido, digamos, la mayor fuente de tristeza. El ataque jurídico con las calumnias. ¡Son explicaciones que no tenía que dar! Pongo un ejemplo que usé con mi familia: es como si se va en el carro y en la vía se encuentra con un bombardeo de barro. El carro tiene que detenerse, el barro no entra al carro –uno está con la conciencia limpia y tranquila-, pero finalmente uno termina bajándose del carro a limpiar el barro. Uno no debería. Uno responde por lo de uno. Así me sentí con el 777. No me alcanzó a afectar en mi conciencia, pero sí en mi vida.
¿Está tranquilo para las elecciones de octubre?
No. Estoy preocupado porque hay un ambiente que, muy a pesar de los procesos de judicialización, nos llevan a pensar que gente que se encuentra privada de la libertad sigue influyendo en las elecciones. Me refiero concretamente a Juan Carlos Martínez Sinisterra. Como policía me resisto a pensar que una persona privada de la libertad, sujeto de un proceso penal, se dé el lujo de seguir influyendo en las elecciones. Es alarmante y sentimos mucha impotencia con el señor. ¡Es que nosotros qué más hacemos si ya está en la cárcel! Pero las cosas no se quedarán ahí. Vamos a seguir trabajando para que sus compinches afuera no estén tranquilos. Ahí hay unas redes mafiosas que hay que judicializar con él.
¿Y entonces?
La Policía avanza en la judicialización internacional a través de agencias federales de parapolíticos vinculados con narcotráfico y que pretenden influir en las elecciones poniendo de candidatos a personas y exfuncionarios que además de tener vínculos con el narcotráfico, están influyendo en el proceso electoral en varias regiones del país.
¿Está hablando de extradición?
Sí. La Policía prepara la extradición de parapolíticos que a través del narcotráfico pretenden infiltrar las elecciones en varias regiones del país, principalmente en el Valle y la costa atlántica.
¿Es el hombre más poderoso y con la mayor cantidad de información y de secretos en Colombia?
No. Justamente la confianza que tienen los gobiernos en mí, la credibilidad que tengo, es porque no creo en el concepto de poder como acumulación de secretos.
Pero tiene muchos secretos.
Cuando comenzamos el proyecto de inteligencia hace 15 años, yo fui el primer director y yo identifiqué que la sociedad posmoderna es una sociedad que destruiría secretos. En mi vida he hecho esfuerzos para perder la memoria de situaciones. Lo que les digo a mis jóvenes oficiales de inteligencia es: "Mire, los secretos de información que usted no convierta en decisiones judiciales o políticas son secretos que lo llevan a la tumba". Porque son secretos. A usted el secreto no le sirve para nada. Si yo tengo una información de alguien y no la judicializo en el momento, no puedo usarla luego, porque la gente va a decir: "Usted está extorsionando porque no denunció". El secreto es útil cuando está al servicio de la ley. La historia está plagada de gente que pretendió llevarse secretos y esos secretos se convirtieron en su arma de destrucción. Los llevan a la tumba.
Cuando se retire, cuando ya no tenga puesto el uniforme y se ponga el “everfit”, ¿qué quisiera hacer?
Ja, ja… ¡Ahora es Arturo Calle! La verdad, pienso en el retiro desde hace un poco más de un año. A un director de la policía no lo puede sorprender ni en su mente o en su corazón la realidad del retiro. Hay dos temas: una buena sucesión y estar seguro de que los procesos tengan continuidad. Y empezar a colonizar espacios personales. Por ejemplo, hace un año me salí de la casa que me dan en la policía y me pasé para la mía, para que el día que el gobierno tome la decisión de retirarme, no me quede sin puesto y sin casa el mismo día. Habrá una etapa de adaptación. Me la imagino en el jardín. Solo pensando en las matas.
¿Tiene buena mano?
Tengo muy buena mano. Buenísima. Y me gusta mucho.

Óscar Naranjo en 2011.
Alberto Newton / Revista BOCAS
Con 54 años, tiene la vida por delante y si piensa en el retiro pronto, ¿el próximo camino será la política?
No estoy hecho para eso. Para ser presidente hay que estar preparado. He recibido muchas presiones, y cada vez más. Incluso hay amigos que me dicen que uno no puede decir que de esta agua no beberé: cuidado. Pero no, yo sé que de esa agua no beberé. Eso no significa que no acepte un nombramiento en un cargo público. No veo cuál pero…
¿Un ministerio, por ejemplo, de Defensa?
De Defensa, no. Imposible. La fuerza militar no permitiría nunca que un policía sea su ministro. Faltan años de maduración.
¿Parrandea?
No. Yo soy un tipo jarto. No bailo nada. Soy aburrido en las fiestas, pero no puedo decir que no disfruto momentos con la familia y con mis pocos amigos. Durante mis épocas en Londres descubrí el whisky de pura malta y a veces me tomo unos tragos.
¿Alguna vez probó la marihuana?
No. Por esnobismo, en Copenhague compré un par de pipas y hoy en día tengo una colección divina. Hace como diez años las dejé. Fui un fumador enclaustrado –no salí del clóset–. Me pasé al tabaco y me fumo dos o tres a la semana.
¿Le preocupa la seguridad del expresidente Uribe?
Sí. Es una obsesión. Tenemos un mandato del presidente Santos de protegerlo. Siento mucho respeto, afecto y gratitud por Uribe. El cambio de estilos es enriquecedor. Pone a prueba lo que Darwin diría que es la mayor expresión de la inteligencia: la adaptación. El estilo gerencial de Uribe con el estilo estratégico de Santos.
¿Habrá algún día en que los policías anden desarmados en Colombia?
Llegaremos a policías desarmados. Los policías vamos a iniciar un período con armas no letales. Así será en los próximos 30 años: gases, armas radioeléctricas.
¿Tiene buena puntería?, ¿anda armado?
No ando armado. Tenía muy buena puntería, pero perdí la confianza en las armas en 1991 cuando me fui del país por amenazas. Cuando llegué a Buenos Aires me quitaron el arma y me sentí desnudo. Afortunadamente me acostumbré a estar sin arma y hoy vivo feliz desarmado.
¿Piensa en la muerte?
Creo que es un punto de partida y no de llegada. Lo que uno desearía es que la muerte llegue, pero no por voluntad de otro. Quisiera que a la gente no la mataran.
¿Usted se siente el mejor policía del mundo?
Noooo. Ese título a veces me hace sentir como una reina de belleza. Esto, más que una distinción personal, es el reconocimiento a una institución. La Policía acredita los mayores resultados contra el crimen organizado y ahí sí fuimos la mejor Policía del mundo.
MARÍA ELVIRA ARANGO
FOTOS: ALBERTO NEWTON
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 2 - OCTUBRE 2011