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'Yo estuve a punto de irme por el taekwondo': Santiago Arias
BOCAS - Arias

Santiago Arias

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Hernán Puentes / Revista BOCAS

'Yo estuve a punto de irme por el taekwondo': Santiago Arias

El # 4 de la Selección Colombia habló con la revista BOCAS.


Desde hace cuatro años, Santiago Arias vive en un lugar donde cualquiera se podría aburrir en cuatro días: Eindhoven. Esta ciudad de 224.000 habitantes, en el sur de Holanda, es conocida como “la ciudad de la luz”, no porque brille con el glamur de París, sino porque fue allí donde hace más de doscientos años empezaron a fabricarse los bombillos Philips, que iluminaron el progreso de una localidad hasta entonces insignificante. Fría e industrial, Eindhoven tiene dos centros comerciales, una calle para hacer compras y un deslucido centro histórico. Los niños creen que Papá Noel viene de España y los domingos sus calles son tan desoladas como las de cualquier película de zombis. Hasta la estatua en bronce del fundador de Philips, situada al frente de la estación de trenes, parece en sí misma

Solo el patrimonio más querido de esta ciudad logra sacarla del hastío: el PSV Eindhoven, el equipo de rayas rojas y blancas donde han jugado, entre otros, Willy van de Kerkhof, Ronald Koeman, Rud Gullit, Ronaldo, Romario y también Santiago Arias, un colombiano de 25 años que desde el 13 de agosto de 2013 salta a la cancha del Philips Stadion con el número 4 marcado en la espalda.

A pesar de su juventud, la hoja de vida de Arias está llena de triunfos: fue semifinalista del Mundial Sub-17 en 2009, campeón del torneo Esperanzas de Toulon en 2011, mundialista con la selección absoluta en Brasil 2014, y campeón del Eridivisie –la liga de Holanda– en dos oportunidades. El paisa ya completa 138 partidos oficiales con el PSV, adonde llegó procedente del Sporting de Lisboa a cambio de 615.000 euros.

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Santiago Arias.

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Hernán Puentes / Revista BOCAS

Todo comenzó en la cancha del colegio Calasanz de Medellín, donde Arias era conocido como la Gacela, pues era el más veloz en atletismo y ganó varias medallas en juegos intercolegiados. El entrenador del equipo del colegio era Ceferino García, hermano del reconocido jugador Alexis García. Fue él quien descubrió que Arias tenía la resistencia y la rapidez que se requieren para jugar en la posición de lateral, corriendo en paralelo a la línea más larga de la cancha.

En una época llena de futbolistas con peinados estrambóticos y pieles forradas de tatuajes hasta el cuello, Arias sobresale por su discreción: peinado de medio lado y mirada de niño inocente. De su madre heredó la obsesión por la limpieza, y de su padre, un escrúpulo por el orden que se entiende al ver su armario: tan meticuloso como el escaparate de la boutique más exclusiva que alguien pueda imaginar. Arias separa lo negro de lo blanco, la ropa de color de los jeans y los suéteres. No permite que nadie más lo ordene.

Arias ha copiado ese orden a su carrera, donde brilla por su bajo perfil, su continuidad, su disciplina y una capacidad monacal para aguantar en los malos momentos. Ha madurado a fuerza de golpes: el más fuerte, el asesinato de su padre, Raúl, quien le inculcó el amor por el fútbol.

Aunque Santi, como lo llaman, ya se acostumbró a vivir en Eindhoven, siempre que puede aprieta el acelerador de su Volkswagen deportivo y, acompañado de su esposa, Karin Jiménez, deja atrás la calma de la ciudad para escaparse, a toda velocidad, a Francia, Bélgica o Alemania.

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene del fútbol?
En el colegio. Antes de entrar, el fútbol no me interesaba para nada. Mi papá, Raúl, siempre fue un gran aficionado y soñaba con que yo fuera un futbolista, pues él había sido futbolista frustrado. Él pensaba: “Yo quería un hijo futbolista, pero este muchacho no lo va a ser”. Pero cuando entré al colegio, viendo a los otros niños, me empezó a gustar. En el Calasanz teníamos que hacer alguna actividad deportiva. Yo estuve a punto de irme por el taekwondo, pues me gustaban mucho las películas de karatecas, pero al final elegí el fútbol. Desde entonces no he dejado de jugar. Ese es mi primer recuerdo.

Su papá fue determinante para que usted se convirtiera en futbolista, ¿no es así?
Sí, era muy aficionado. Era muy hincha del Nacional. Siempre íbamos juntos al estadio. Todo con él era fútbol, a toda hora. Gracias a él estoy donde estoy.

Murió cuando usted era muy joven…
Sí, yo tenía 17 años y acababa de empezar a jugar en La Equidad.

¿A qué se dedicaba?
Él no estaba trabajando en ese momento. Antes tenía una buseta y transportaba a los niños del jardín infantil de mi mamá, una ruta escolar. Luego de tener un accidente se aburrió. Cuando murió, estaba empezando a buscar trabajo.

¿Cómo murió?
Salió a trotar y al regresar al jardín infantil de mi mamá unos hombres se le acercaron. Al parecer lo iban a atracar. Él estaba detrás de unas rejas y cuando se dio cuenta de que los tipos sacaban un arma, lanzó los niños al suelo para protegerlos. Enseguida le dispararon en la cabeza. Fue muy duro, sobre todo porque yo ya me había ido a vivir a Bogotá, y mi mamá y mi hermana quedaron solas en Medellín. Quería quedarme con ellas, pero tenía que devolverme. No tenía otra opción.

Igual, yo sé que donde sea que esté, mi papá me está cuidando. Y siempre le agradezco su apoyo porque hubo momentos en que, como todo joven, uno no quiere madrugar, se cansa de entrenar, quiere renunciar… Era entonces cuando él aparecía para darme ánimo y enseñarme a ser más disciplinado.

Yo estuve a punto de irme por el taekwondo, pues me gustaban mucho las películas de karatecas, pero al final elegí el fútbol. Desde entonces no he dejado de jugar.

¿Quién era su ídolo en la juventud?
Era la época de los grandes fenómenos del fútbol, de los brasileños. Admiraba mucho a Ronaldo y a Roberto Carlos.

¿Siempre ha jugado en esa misma posición?
No, antes de los 15 años era volante o delantero. Uno de los mejores entrenadores me dijo que yo era más lateral que delantero, que en esa posición iba a llegar lejos.

¿Cómo fue su debut?
Fue contra el Medellín, en el estadio de Techo de Bogotá. Jugué como veinte minutos. En ese tiempo había una regla que obligaba a los equipos a empezar todos los partidos con un jugador menor de 18 años. Esa era mi categoría. A veces los sacaban al primer minuto o a los diez. Y así, poco a poco, uno iba jugando cada vez más, cogiéndose confianza.

¿Cómo fue su llegada a La Equidad?
Yo entré a la escuela Alexis García luego de jugar en el Calasanz con Ceferino García, el hermano de Alexis, que era entrenador del colegio, ahí jugué dos torneos Pony Fútbol. De ahí pasé a Alexis García, donde jugué tres años; fui selección Antioquia, quedé campeón, y tres meses después de un viaje que hicimos con La Equidad a Bogotá, me llamaron para jugar con la profesional.

¿Cómo fue ese año 2011, tan agitado, en el que ganó el torneo Esperanzas de Toulon y luego jugó el Mundial Sub-20 en Colombia?
De ese año quedaron cosas muy bonitas. La sensación de salir campeón en otro país es increíble. Yo ya había tenido la oportunidad de jugar un año antes en Toulon, pero no nos fue bien, en parte porque los jugadores de los otros equipos eran cuatro o cinco años mayores que nosotros. El mundial fue increíble, pues tuve la oportunidad de jugar de local y eso es un privilegio.

Había mucha presión para que quedaran campeones, pero solo llegaron hasta cuartos de final.
Sí, había presión, pero uno aprende a manejarla. Además, jugando en tu casa, la exigencia es mayor. Pero los rivales eran muy fuertes. Hubiéramos querido llegar más lejos, pero simplemente no pudimos. Así es el fútbol.

Estando en La Equidad lo fichó el Sporting de Lisboa, ¿cómo fue esa experiencia en Portugal?
El primer año fue bueno, pero cuando llegó el técnico Sá Pinto, me mandó a entrenar con el segundo equipo, que jugaba en segunda división. Ahí estuve todo un año.

¿Cómo lidiaba con tener que jugar en segunda división?
Me quería morir. Yo decía “para qué me vine, me hubiera quedado en Colombia”. Pero yo tengo fortaleza y no me rindo fácil. Pensaba: “Al final, si aquí no me quieren, no voy a trabajar para ellos, sino para mí. Tengo que superarme a mí mismo. En cualquier momento puede llegar otro equipo y tengo que estar bien mental y físicamente”. Fue duro porque además estaba solo. Mi mamá me visitaba a ratos y mi esposa, que en ese momento era mi novia, no podía estar conmigo todo el tiempo. Fue fuerte. Muy muy difícil.

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Santiago Arias hizo parte de los equipos juveniles de Colombia y debutó con la selección de mayores en octubre de 2013. Actualmente juega con el número 4 como lateral derecho.

Foto:

Fernando Ariza.

¿Qué fue lo mejor de esa experiencia en Portugal?
Creo que llegar a otro país, a otra cultura. A un fútbol más rápido. Eso es lo que te queda.

Portugal se ha convertido en la mejor plaza para adaptarse al fútbol europeo, ¿no es así?
Sí, es un muy buen lugar para dar el primer paso. Es un país muy latino, todo está abierto hasta tarde, la gente es cálida, sonriente. Y como hay muchos brasileños, te sientes un poco más en casa. Además, la comida es muy rica.

¿Cómo fue la primera vez que habló con Pékerman?
Fue increíble. Cuando ves todos esos grandes jugadores desde lejos, cuando añoras estar algún día allí, lo sientes como lejano. En verdad son muy buenas personas. De inmediato me sentí como si llevara mucho tiempo en la selección. Los veteranos son muy importantes en ese momento, ellos son los que te dan confianza para acoplarte al grupo.

¿Cuál es su parche en la selección Colombia?
Me llevo bien con todos, pero por lo general me la paso con Stefan Medina, Cardona y con Davinson.

El técnico Pékerman es un hombre hermético, que cuida sus palabras, muy esquivo… ¿Cómo fue la primera vez que se sentó a hablar con él?

Es serio y tranquilo. Muy analítico. Siempre trata de decirte todo de una manera muy clara y concisa. Nunca se pasa, nunca habla de más.

¿Y cuál ha sido el mejor consejo que ha recibido de él?
Creo que el mejor consejo ha sido la importancia de escoger bien. Hay muchos jugadores que se dejan llevar por el dinero. Él me ha dicho que lo más importante no es el dinero, sino jugar en un equipo competitivo, mantenerse bien y estar feliz. Eso me lo recalca mucho.

¿Y cómo es Néstor Lorenzo, el asistente técnico que se encarga de la defensa de la selección Colombia?
Tengo muy buen contacto con él. Me habla bastante. Me da muchos consejos. Nos cuenta muchas experiencias del Mundial de Italia 90, donde llegó a jugar la final. También me ha dado buenas pautas para marcar y defender mejor.

¿Y quién ha sido el jugador más difícil de marcar?
Uyyy… [Lanza un suspiro]. Messi.

Describa para alguien que solo ha visto a Messi por televisión qué es tenerlo como rival.
Ese marica tiene magia. Tú le ves el balón y cuando crees que se lo vas quitar, te cambia de dirección. Y vuelves a atacarlo, y otra vez, y vuelves a perder. Siempre te sale con algo inesperado. Es un jugador que piensa muy rápido. Además es pequeño, difícil de chocar y superveloz. Contra él no hay preparación que valga, así veas videos o lo analices mucho, en el campo es otra cosa, siempre es diferente. Puede tener sus días buenos y malos, pero ese man es de otro planeta.

¿Cuándo lo enfrentó?
En la Copa América de Chile, hace dos años. Ese día Argentina nos eliminó por penaltis y nos tocó jugar por el tercer puesto contra Estados Unidos.

Pékerman me ha dicho que lo más importante no es el dinero, sino jugar en un equipo competitivo, mantenerse bien y estar feliz. Eso me lo recalca mucho.

Cómo es vivir en Eindhoven. ¿No se aburre?
Pues sí, la verdad es un poco aburrido. Aunque en Holanda es una ciudad grande, para uno, que está acostumbrado a las ciudades colombianas, es como un pueblito. Los holandeses son muy tranquilos, los centros comerciales cierran a las seis. Después de esa hora no hay nada que hacer. A las diez de la noche los restaurantes están cerrados. Un domingo no se ve a nadie en la calle. Entonces sí, es una ciudad aburrida. Pero creo que me ayuda a disfrutar de mi familia, a estar en la casa... Lo bueno es que hay ciudades cercanas en Bélgica y Alemania. Con mi esposa viajamos mucho en carro a Bruselas, Ámsterdam, Düsseldorf… También a París, que está a cuatro horas de distancia. Tratamos de viajar mucho.

¿Y qué hace cuando le toca quedarse?
Caminar, ir al centro... Pero en invierno nos quedamos en la casa, con ese frío no dan ganas de salir.

¿Cómo ha sido tener a un ídolo de Holanda, como lo es Phillip Cocu, de entrenador?
En el club lo quieren mucho. Es un hombre muy estricto, muy serio, muy disciplinado. Muy holandés. Pero se puede hablar con él. El primer año fue muy importante, pues era el único del equipo que hablaba español. Eso me ayudó a adaptarme más rápido en el equipo.

¿Y quién es su mejor amigo en el PSV?
Gastón Pereiro, el uruguayo. Somos muy cercanos. Ahora el ambiente es más alegre porque hay cuatro latinos, dos mexicanos, un uruguayo y yo. En el club siempre estamos juntos. Pero afuera, con Gastón.

¿Y con los holandeses?
Ellos están más entre ellos, más en su cuento. Son más cerrados.

¿Cuál es el regaño más fuerte que ha recibido?
Creo que fue en las vacaciones pasadas. Phillip me regañó porque llegué un día después de lo previsto y me mandó a entrenar con el segundo equipo. Dijo que le había quedado mal, que la fecha de llegada era única para todos. Yo le dije que entendiera, que yo venía de jugar la Copa América, que había tenido menos días de vacaciones, que no era para tanto problema, pero Phillip consideró que lo había desautorizado. Al final me dejó sentado unos partidos, pero no pasó a mayores. Todo lo solucionamos hablando. Los holandeses son muy francos, dicen todo de frente.

¿Cuál es su mayor fortaleza?
Creo que la capacidad de siempre seguir adelante. De concentrarme en mirar al frente.

¿Y su debilidad?
Soy muy calmado, pero cuando explotó no puedo controlarme. Empiezo a guardar cosas y mejor dicho…

¿Cuándo le ha pasado?
Por ejemplo, después de una expulsión, cuando le di un puñetazo a una puerta de vidrio y se rompió. ¡Eso hubo un alboroto! Salió el video… No era para tanto, pero allá lo pintaron como algo terrible. Sentí mucha rabia porque me sacaron dos amarillas y yo estaba cumpliendo mis cien partidos con el PSV en un clásico contra el Ajax. No pude celebrarlo.

Un recuerdo imborrable del mundial de Brasil
Todo el proceso. No lo cambio por nada: clasificar a cuartos de final después de tantos años sin ir al mundial, la convivencia con mis compañeros… Además, pudimos llevar a los familiares, que fue muy importante porque los momentos libres los pasamos con ellos. Y también los partidos, entrar al campo y sentirse como si fuera en Colombia porque el estadio estaba repleto de colombianos. Fue algo muy bonito.

¿Cómo fue la noche anterior al partido contra Brasil? ¿Pudo dormir?
Sí, a mí no me dan muchos nervios. Trato de estar siempre calmado, no pienso mucho en el partido ni en el jugador que tengo que marcar. Trato de estar enfocado en descansar y esperar a ver qué pasa.

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Santiago Arias.

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Hernán Puentes / Revista BOCAS

Desde afuera usted parece un jugador muy sereno que, con un bajo perfil, ha logrado permanecer mucho tiempo en un equipo obligado a pelear el campeonato. ¿De dónde viene esa capacidad?
Yo creo que es mi forma de ser. En los entrenamientos no siempre soy el primero ni el mejor, pero en cada partido entrego todo lo que tengo. Eso ayuda bastante.

¿Cómo es ser tan joven y empezar a ganar tanto dinero?
Es bueno… Y malo a la vez, porque es fácil empezar a gastarlo. Basta con ver esa cantidad de jugadores que terminan sin nada, en la calle, o pidiendo boletas para los partidos. Creo que si uno tiene una buena educación, eso ayuda. ¡Además, uno con pareja! [risas], le toca ponerse serio, porque uno ya tiene familia.

¿Cómo ha influido su pareja en su madurez?
Bastante. Cuando uno está soltero empieza a perder el norte. Ella me ha ayudado mucho a enfocarme.

¿Cuál es su debilidad material?
Los carros, la ropa…

¿Qué carro tiene en Europa?
Al club lo patrocina Mercedes, entonces tengo una camioneta Mercedes ML. Yo compré un Scirocco, un Volkswagen deportivo.

¿Y Philips no les da nada?
Sí, los últimos audífonos, televisores, máquinas de afeitar… Es una ventaja estar ahí.

¿Está contento en el PSV Eindhoven?
Sí, me adapté bastante bien y ya cumplo cuatro años jugando aquí.

¿Quién es su ídolo en su posición?

Me gustan mucho Dani Alves y Maicon, el brasileño. De los más viejos, Cafú y Zanetti. Y de Colombia, Camilo Zúñiga, es un gran jugador.

Un partido inolvidable.

Hay muchos: el debut con La Equidad, el primer partido con el Sporting. En el PSV, los campeonatos… También el mundial, las copas América.

Un gol que siempre recuerde.

El primero con el PSV contra el Twente y el que le anoté al Feyenoord, el gran rival del PSV. Y uno que hice contra el Bayern Múnich, a Neuer, uno de los mejores arqueros del mundo.

¿En qué piensa cuando levanta los pulgares para celebrar un gol?

Le doy gracias a Dios. Y a mi padre.

Su peor partido.

Contra Uruguay, en las eliminatorias. El último que jugamos en Montevideo. Perdimos 3 por 0. Para el olvido.

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Santiago Arias.

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Hernán Puentes / Revista BOCAS

¿Qué es lo más aburrido de ser futbolista?
Las concentraciones. Estar en un hotel mucho tiempo. Jugamos PlayStation, nos metemos en una habitación o vemos televisión. Tratamos de matar el tiempo.

¿Cuál es la alegría más grande que te ha dado el fútbol?
Que todos los días se aprende algo diferente, algo nuevo. Nunca es lo mismo.

¿Y la tristeza más grande?

La eliminación en el mundial de Brasil, porque estábamos jugando muy bien y se vio un poco la localía. Fue duro. Ese día me tocó vivirlo desde el banco y fue muy duro. Me daban ganas de entrar a jugar, de lanzarme al campo a ayudar.

¿Qué pasó al final del partido contra Brasil?
Mucha tristeza, todo en silencio. Ahí entraron los experimentados. Los entrenadores, los capitanes, empezaron a dar ánimo. Por ejemplo Yepes, que es un líder que siempre está ahí, que apoya en todo. Cuando le faltaba algo al grupo, peleaba las cosas. Además, tiene un temperamento muy fuerte. Es muy serio. A él hay que cumplirle. Eso le ayudó mucho a la selección para estar donde está hoy.

¿Un lugar para vivir?
Maldivas.

Una comida.

El mondongo.

¿Quién es el más gracioso de la selección?
Armero.

¿Y el más serio?
Falca. Es de los más serios.

¿El más patabrava?
Daniel Torres y Wilmar Barrios. Los guerreros en la mitad de la cancha.

¿Y de los de afuera?
Giménez, Godín. Otro que pega es Mascherano.

¿Qué quiere hacer cuando se retire?
Descansar un tiempo, alejarme. Pero no sé cómo porque al final lo que a uno le gusta es jugar al fútbol. Va a ser duro. He tenido la oportunidad de hablar con los que se retiran y me cuentan lo difícil que es.

¿No le gustaría ser entrenador?
No, no me llama la atención. Por ahora.

GERMÁN IZQUIERDO MANRIQUE
FOTOGRAFÍA HERNÁN PUENTES
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 66 - AGOSTO 2017

BOCAS 66 - ARIAS

Entre la disciplina y el coraje
Entrevista con Santiago Arias
Por Germán Izquierdo Manrique. Fotos: Hernán Puentes.

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