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Fotografía, curiosidad y crítica social: la mirada de Mads Nissen
BOCAS - Nissen

El fotógrafo danés Mads Nissen

Foto:

Morten Rode / Cortesía Mads Nissen.

Fotografía, curiosidad y crítica social: la mirada de Mads Nissen

Una entrevista con el ganador del premio World Press Photo en su paso por Colombia.


Haga clic aquí para ver la crónica gráfica con las fotografías de Mads Nissen.

En 2007, casi 10.000 personas llegaron a El Dorado do Juma, una mina ilegal a orillas de un pequeño río del Amazonas donde un día descubrieron que el oro se podía sacar con las manos. Fue cuestión de unos meses para que en medio de la selva virgen se levantara un pueblo inmenso donde más del 90 % de la población eran hombres y casi todas las mujeres trabajaban como prostitutas.

El fotógrafo danés Mads Nissen tuvo que viajar por varios días para llegar hasta ese punto que no aparece en los mapas, 400 kilómetros al sur de Manaos. Desde hacía varios años había entendido que el Amazonas iba mucho más allá de aquel cliché que dice que esa zona es el pulmón más grande del planeta. Nissen había crecido en el lugar más tranquilo del mundo, una comuna jipi a seis horas de Copenhague en donde en sus ratos libres leía para no aburrirse y, paradójicamente, había desarrollado una potente curiosidad por las revoluciones, los conflictos y las contradicciones sociales y ambientales que se presentaban en América Latina, África y Asia. El caos que ocurría lejos de su pueblo perfecto lo llamaba a gritos y poco a poco entendió que las selvas también eran lugares donde las botellas plásticas se acumulaban a las orillas de los caños y la gente vestía camisetas desgastadas de equipos de fútbol: la historia de El Dorado do Juma era ideal para él.

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Toma de Ajdabiya Libia en guerra, 2011.

Foto:

Mads Nissen

Apenas llegó, se dirigió a uno de los bares que habían construido en el pueblo. La cachaza y la cerveza corrían por galones y de repente se escuchó el grito de una mujer. “Todos los hombres se pararon, sacando el pecho, y yo pensé: ‘Ah, va a haber otra pelea’”, recuerda Nissen. “Pero de repente todos vimos que había una culebra en el piso y nos asustamos. Yo no quería tener problemas con ese animal, ¡me había llevado dos semanas llegar hasta ese maldito lugar! Entonces vi a todos estos machos corriendo hasta que uno de ellos la pisó con la bota, le estrujó la cabeza con el talón y cuando la culebra ya estaba muerta le echó su cerveza encima, como si estuviera orinándose sobre ella”.

Nissen lleva casi veinte años viajando por todo el mundo para intentar captar con su cámara ese tipo de símbolos. Su libro Amazonas, publicado en 2013, más allá de una colección de imágenes, es un ensayo sobre el choque entre la gente y la naturaleza. Más que captar escenas poderosas, este fotógrafo busca las sensaciones más profundas del ser humano –la codicia, el odio, el afecto, el dolor, la decepción, la esperanza– para imponerles su propia mirada crítica. En su portafolio hay imágenes de la guerra civil de Siria en 2011, la sobrepoblación en las Filipinas, el brote de ébola en Sierra Leona, la vida cotidiana en el Ártico y de una veintena más de historias fascinantes que ocurren en varios rincones del planeta.

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Jon y Álex. LGTB en Rusia, 2014

Foto:

Mads Nissen

Sin embargo, llegó a la fama cuando, entre 2013 y 2014, desarrolló un trabajo sobre el movimiento LGTB en Rusia. Se había aprobado una ley que prohibía “la propaganda sobre parejas no tradicionales” y que prácticamente penalizaba cualquier manifestación pública de una persona homosexual. Una foto de esa serie, que mostraba a una pareja de hombres desnudos en su habitación, ganó el premio de la fundación World Press Photo, uno de los reconocimientos más importantes para el fotoperiodismo en el mundo.

Ahora prepara un libro sobre Colombia que incluye fotos de las dos series que ha hecho sobre Colombia. No shelter from fear (No hay dónde refugiarse del miedo), un trabajo del 2012 sobre los desplazados por el conflicto armado, y Hope over fear (La esperanza vence al miedo), con imágenes captadas en octubre de 2016 relacionadas con la firma del Acuerdo de Paz con las Farc.

La mayoría de mis colegas dicen: “Yo no creo que mis fotos pueda salvar el mundo”. ¿Pero qué criterio es ese? ¡Yo tampoco puedo salvarlo, pero sí puedo empujarlo hacia la dirección correcta!

Mads Nissen, de 37 años, llega a la sala del Museo Nacional donde se exponen algunas de sus fotografías de este último proyecto. Mientras cuenta su vida, observa a los grupos de estudiantes de bachillerato cara a cara con sus fotos, donde aparecen jóvenes que también van al colegio, pero han tenido que vivir en zonas de guerra. Su mirada nunca deja de expresar emoción: “Todas mis fotos las tomo porque soy un maldito entrometido, porque tengo curiosidad”. Su voz suave y delicada no encaja en un contexto tan agreste como el de una conversación con mineros ilegales en medio de la selva brasilera.

¿Cuál es la primera fotografía de la que se siente orgulloso?
¿Sabe? Usualmente me preguntan cuál es mi mejor fotografía y yo respondo que no sé, pero esto sí lo tengo claro. No es una buena foto, pero no importa. La tomé en el Amazonas cuando era muy joven. Una vez estaba mochileando en Ecuador y encontré una niña indígena. ¡No, qué vergüenza, es un maldito cliché! [risas]. Es una foto en blanco y negro, vertical: la niña está con dos monos y tiene el pelo sobre la cara. Lo que me gusta es que ella no tiene esta típica pose tierna y bonita, sino una expresión rígida, y que por un error mío quedó un poco movida y borrosa. Para mí eso hace que sea una imagen un poco más poética. Eso es lo maravilloso de la fotografía, pero también es un problema. Cuando captas algo muy simple, si es muy concreto, no logras sino otra imagen más para el registro de un periódico. Debe haber algo que te haga pensar, que te haga despertar emociones.

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El Dorado do Juma, Brasil.
Amazonas, 2009

Foto:

Mads Nissen

Ha dicho varias veces que su trabajo está íntimamente ligado a América Latina…
Es que me involucré con la fotografía en América del Sur, en Venezuela. Antes de entrar a la universidad me fui a vivir a Venezuela para aprender español y trabajar como voluntario. Un día estaba caminando por la ciudad de Mérida, tomando fotos, pero no fotos de paisajes, sino de lo que la gente hacía. Yo había comprado una cámara muy vieja y mi técnica era bastante mala.

¿Ya hablaba español?
¡No! Mi español era bastante malo, pero mis fotografías eran peores. Y un día simplemente me di cuenta de que con la cámara podía conectar varios intereses que tenía: la creatividad, la curiosidad y los asuntos sociales. Allí decidí que quería tomar fotos y es lo que he hecho durante toda mi vida profesional.

¿Qué recuerda de su infancia en Dinamarca?
Yo crecí en una comunidad jipi en el campo. Realmente era una vida aburrida, nunca pasaba nada.

¿Cómo se llamaba esa comunidad?
Se llamaba Store Sjørup. Es una aldea pequeña, de unas cien personas, y funcionaba como una comunidad jipi. Yo era un niño muy creativo, me gustaba la música. Creo que la creatividad y el arte son una forma de conectarse con uno mismo y con otras personas. ¡Pero vivía en esta aldea diminuta y yo solo quería salir de ahí para ver el mundo! También empecé a leer bastante y a interesarme en asuntos sociales, especialmente en los relacionados con el ambiente y los derechos humanos. Por eso me fui a Venezuela.

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Río Casiquiare, Venezuela.
Amazonas, 2010

Foto:

Mads Nissen

Usted ha cubierto temas muy variados: desde el brote de ébola y hasta la vida cotidiana en el Ártico; desde el proceso de paz de Colombia y hasta la guerra civil de Libia… ¿Cómo escoge los temas en los que decide trabajar?
Yo nací en 1979 y creo que muchas personas de mi generación, y algunas personas más jóvenes, no nos sentimos limitados por las fronteras ni por las culturas nacionales: escuchamos música de cualquier parte, comemos comida japonesa, vemos arte de cualquier país… Cuando a mí me proponen una historia, yo no pienso en el lugar, sino en cómo puedo conectarme con el tema. Algunas veces me asignan un trabajo, como sucedió con la historia del ébola, y en el terreno me doy cuenta de que si había 1.000 personas enfermas de Sierra Leona y una sola de Noruega, esta última se lleva toda la atención. ¡Eso es algo racista y me molesta! A veces esa conexión aparece de inmediato, otras veces debo armarla.

Tal vez su foto más famosa es la que se ganó el premio World Press Photo en 2015, que muestra una pareja de homosexuales. ¿Cómo logró la conexión con esa historia?

A veces encuentras temas que son intelectualmente interesantes. Me había enterado sobre esa ley en Rusia que era totalmente discriminatoria y empecé a leer sobre la homofobia; pero como no soy gay y tampoco soy ruso, el tema estaba en mi cabeza y no en mi corazón. Hasta que una vez estaba en una marcha del orgullo gay en San Petersburgo y empecé a hablar con un hombre que caminaba a mi lado. Se llamaba Pavel. De repente un homofóbico vino de frente hacia nosotros y le gritó en la cara a Pavel: “¡¿Eres un maricón?!”. Pavel le respondió de forma muy calmada: “Sí, soy homosexual y estoy orgulloso de eso”. Y sin decirle nada, ¡pum! Este otro tipo le pegó un puño directo en la cara.

En ese momento todo cambió y la historia se convirtió en algo personal. Yo pensé: “Esto es una violación a mis derechos como ser humano”. La historia, para mí, ya no era sobre Rusia ni sobre los gais, sino sobre que te permitieran ser quien eres. Cuando pensaba en el tema, me imaginaba: “¿Qué haría si alguien me dice que no puedo estar con mi esposa y me obligara a casarme con un hombre?”. Me tomé el tema como algo personal y la relación que había establecido con personas de la comunidad gay se convirtió en una amistad.

Con mis fotos no estoy dando respuestas, estoy generando preguntas. Lo único que puedo mostrar son mis propias confusiones sobre mi conexión con la naturaleza o sobre mis raíces como ser humano…

No debe ser fácil lograr que una pareja lo deje acceder a ese nivel de intimidad…
Para esa época ya llevaba un buen tiempo trabajando en el tema. Conocí a Jon y Alex en un bar. Nos pusimos a hablar y a tomar cerveza. En algún punto ellos hablaron de irse y yo les pregunté: “¿Puedo acompañarlos?”. No recuerdo qué les dije, probablemente fue algo así como: “He tomado muchas fotos de odio y de violencia en este trabajo, quiero fotografiar amor”. Ellos aceptaron. ¡Recuerdo que lo primero que hice cuando entré al dormitorio fue decir: “Oh, no. No es para nada fotogénico” [risas]! No fue que yo haya llegado y les haya dicho: “Quítense la ropa, voy a hacerles una sesión”, no. Empezamos a conversar, Alex habló de su trabajo como bailarín en performances y yo les hablé de mi vida también.

¿Cómo se acerca a los personajes cuando lo que usted quiere no es conversar con ellos, sino tomarles una foto?
La clave es ser honesto y transparente. Si la gente siente que el otro tiene un interés real, se abre más. No sé cómo funciona, es química. Si le tienes miedo al sexo, la gente lo sabe; si odias a los gais, ellos lo saben. En este trabajo yo intenté fotografiar a los homofóbicos para tener su lado de la historia. Realmente lo intenté: fui agradable y abierto con ellos, traté de tener algo de empatía, pero ellos sabían desde el principio que yo no pertenecía a su grupo.

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Parque Nacional Yasuni, Ecuador.
Amazonas, 2008

Foto:

Mads Nissen

¿Cómo se prepara para un viaje?
Solo intento investigar: trato de llenar mi cerebro con la mayor cantidad de información que pueda conseguir, incluso de información visual. Pero una vez estoy trabajando, solo apago mi cerebro para seguir mi instinto y mi intuición. Cuando tengo proyectos largos empiezo a leer todo lo que pueda: ficción, no ficción, poesía, relatos populares, leyendas… Todo eso me inspira para hacer fotografías... Porque, ¿cómo puedes hacer, por ejemplo, un trabajo sobre el Amazonas sin saber el significado del jaguar?

Ya que habla del Amazonas, algo que me parece curioso es que en esas fotos hay una visión bastante crítica: no son los lugares comunes sobre el medioambiente y la selva. Hay una fascinación, y al mismo tiempo algo místico y violento…
La naturaleza más maravillosa que he visto en mi vida ha sido la del Amazonas, pero para contar la historia de un lugar tienes que saber en qué punto estás interesado. Lo que a mí me interesa del Amazonas es el vínculo que establecen la naturaleza y los seres humanos, pero ese vínculo a veces es bastante hipócrita. Muchos trabajos sobre el Amazonas son muy románticos: tomas un avión que destruye la naturaleza, después le tomas fotos a la gran madre naturaleza y luego vas a la ciudad a buscar un lugar para exponer la foto. Yo he estado en lugares profundos del Amazonas: por ejemplo, una vez me estaba quedando en una aldea en Ecuador y de repente llegó un joven totalmente desnudo. Yo le dije: “¿Qué pasa? ¿Dónde dejaste la ropa?”. Y él contestó: “¡Ah, no, es que hoy vienen unos turistas!” [risas].

Claro, les muestran lo que quieren ver.
En la obra de muchos fotógrafos sobre el Amazonas no hay camisetas de equipos de fútbol, no hay botellas plásticas regadas por todas partes… Yo no estaba interesado en la idea romántica de los indígenas, sino en el choque entre ellos y la naturaleza. ¿Sabe? Hay algo que me sucede: cuanto más me involucro con el Amazonas entiendo cada vez menos. Lo mismo me pasa con el conflicto colombiano: cuando intento comprenderlo, salgo cada vez más confundido. Con mis fotos no estoy dando respuestas, estoy generando preguntas. Lo único que puedo mostrar son mis propias confusiones sobre mi conexión con la naturaleza o sobre mis raíces como ser humano… Esas son las únicas historias posibles para mí.

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Misión de desminado en la vereda El Orejón, Antioquia.
La esperanza vence al miedo, 2016

Foto:

Mads Nissen

Su trabajo sobre el Amazonas es la única serie que está completamente en blanco y negro. ¿Por qué?
La técnica depende de lo que uno quiere decir. Con ese trabajo yo quiero hablar sobre la naturaleza, la cultura, la codicia, la pérdida… Cuando nos preguntan en dónde queremos morir, muchos decimos que en medio de la naturaleza, pero también nos gusta vivir en las ciudades. Todas esas contradicciones eran más fáciles de tratar a través del blanco y negro. Y, bueno, también estaba un poco cansado de los colores porque por mucho tiempo trabajé con las composiciones, al estilo de Alex Webb y otros fotógrafos; pero me empecé a cansar de tratar a las personas como actores para crear escenas perfectas. Decidí mantenerlo simple: quitar los excesos y conservar el blanco y negro.

¿Qué significa para usted la fotografía del minero que está mostrando los dientes?
Para mí es una metáfora de la codicia. Es un sentimiento humano. Lo veo presente en mí mismo, aunque yo intento comportarme [risas]. Esa foto es la de alguien que quiere comerse, literalmente, todo lo que tiene alrededor: el oro, las mujeres, el licor…

Colombia es un país de muchos países, de muchas culturas, de muchos lenguajes, pero, antes que todo eso, de muchas verdades.

También ha realizado una buena parte de su trabajo en Colombia. Incluso antes de hacer La esperanza vence al miedo, había trabajado en una serie sobre los desplazados. ¿Cuál fue la primera vez que escuchó sobre las Farc y la situación de Colombia?
Mi primera vez en Colombia fue antes del 2000, cuando vivía en Puerto Ayacucho e hicimos un paseo de un día al otro lado del río Orinoco… De las guerrillas, oía escuchar sobre ellas, pero cuando era joven no tenía una opinión fuerte al respecto. Todo empezó a crecer cuando estaba trabajando en el Amazonas. En este momento estoy recopilando material para hacer un libro sobre Colombia y encontré una foto que me impactó: un aviso en una calle de Leticia que decía: “Ayúdennos a encontrar a estos terroristas”. Estaban las fotos de varios líderes de las Farc que ya están muertos y también la de Timochenko, al final del póster. Sin embargo nunca me interesé por ellos, fue en el trabajo sobre el proceso de paz donde los empecé a conocer.

Usted llegó a Colombia el mismo día en que hubo marchas para apoyar el Acuerdo de Paz después de que había ganado el “No” en el plebiscito.
Sí. Había llegado ese mismo día y fui a la Plaza de Bolívar. De inmediato tuve la sensación de que algo especial estaba pasando. Después estuve un día en la Casa de Nariño para tomarle fotos al presidente Santos: le pedí a uno de los guardias que posara para mí hasta que encontré el sitio ideal para tomar el retrato. Después empecé a viajar por todo el país: fui a algunos campamentos de las Farc, visité barrios de Buenaventura, estuve en laboratorios clandestinos de cocaína y llegué a unas veredas en Antioquia donde soldados y guerrilleros estaban trabajando juntos para desactivar minas antipersona.

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Puesto de control de un batallón en Antioquia.
La esperanza vence al miedo, 2016

Foto:

Mads Nissen

¿Cuáles fueron sus lecturas antes de venir a Colombia?
No hubo una sola, realmente es una mezcla inmensa. Leí cosas de Gabriel García Márquez. Hubo una frase que me gustó mucho: “Ningún loco está loco si uno se conforma con sus razones” [de El amor y otros demonios], para mí eso es la empatía. Y cuando estaba en el campamento de las Farc a veces pensaba en el libro de Íngrid Betancourt. ¿Sabe? Ella tiene su historia, las Farc tienen su propia historia y en el fondo no tenemos necesidad de saber, ni creo que exista, una sola verdad. Colombia es un país de muchos países, de muchas culturas, de muchos lenguajes, pero, antes que todo eso, de muchas verdades.

¿Usted cree que la fotografía puede cambiar una realidad social o política?
¿Usted qué cree? [Risas].

¡No! ¡Esa es mi pregunta!
Claro que sí. La mayoría de mis colegas dicen: “Yo no creo que pueda salvar el mundo”. ¿Pero qué criterio es ese? ¡Yo tampoco puedo salvar el mundo, pero sí puedo empujarlo hacia la dirección correcta! En cuanto a la homofobia, yo no puedo acabarla, pero tal vez alguien vea una foto mía y salga del clóset, o cambie de opinión. Gente muy cercana a mí cambió de opinión frente a los derechos de los gais. Mi visión del mundo se fortalece a través del arte, de la fotografía, de la música… Entonces mis fotos también pueden hacerlo.

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Campamento del frente 51 de las Farc, Caquetá.
La esperanza vence al miedo, 2016. 

Foto:

Mads Nissen

¿Ha recibido críticas sobre su trabajo? Sobre todo porque usted ofrece una mirada bastante personal de temas muy polarizados…
Claro, especialmente con LGTB en Rusia. Para algunas personas la foto de Jon y Alex es una amenaza contra su masculinidad. Eso para mí no tiene sentido, pero algunas personas lo sienten; hay mucho odio. ¿Con La esperanza vence al miedo?... Vamos a ver. Sé que es un trabajo polémico, pero si lo que la gente quiere es escuchar un discurso político, que lo haga. Esto son fotografías y tal vez quienes las vean tengan alguna revelación sobre su propio país: cuando estas personas cuentan su historia, nos damos cuenta de que no somos tan distintos.

JOSÉ AGUSTÍN JARAMILLO
FOTOGRAFÍA MADS NISSEN
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 68 - OCTUBRE 2017

BOCAS 68 - NISSEN

La mirada transparente
Por José Agustín Jaramillo
Fotografía Mads Nissen

Foto:

Revista BOCAS.

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