No es importante el tema partidista en este momento , expresó el ex alcalde Enrique Peñalosa, en entrevista reciente (EL TIEMPO, 25/03/03). Por el contrario. Nunca tal vez había sido más importante. Hay que ser cautelosos con los paralelos. Pero allí está el ejemplo venezolano de advertencia, tras la práctica sepultura de los partidos y el vacío institucional provocados por la elección en disidencia del ex dirigente de uno de sus partidos tradicionales, Rafael Caldera. Además, ante el Referendo y otro proyecto de reforma política en el Congreso, el tema partidista debería ocupar la atención del debate público.
Hay otra razón práctica para discrepar de Peñalosa, la misma que motivó su entrevista en este diario: la proximidad de las elecciones de alcaldes y gobernadores. Con buen sentido político, Peñalosa ha decidido manifestar su apoyo a distintos candidatos en varias ciudades del país: en Medellín, por ejemplo, respaldará a Sergio Fajardo, quien ya se lanzó al ruedo. Su actitud lo diferencia así del movimiento de Noemí Sanín que, en las miras presidenciales de entonces, prefirió erradamente evitar la competencia en las pasadas elecciones locales. Yo no soy jefe de nadie , dijo Peñalosa con cierta modestia. Mas la decisión de apoyar candidatos en distintos rincones colombianos exigiría liderazgo para articular nacionalmente el esfuerzo. Sería la manera de consolidar una organización electoral que le permita, a quien aspira a ser Jefe de Estado, competir con éxito por una representación mayoritaria en el Congreso.
Allí está la definición de ese problema político central que examinó el profesor Fernando Cepeda Ulloa en su última columna: la Gobernabilidad democrática (EL TIEMPO, 29/04/03). Esta se ve seriamente afectada en ausencia de un partido de gobierno, y que se comporte como tal, en el Congreso. La posición del presidente Uribe frente al Partido Liberal, o a su propio movimiento hacia el futuro, sigue siendo aún incierta. Por lo que se desprende de las recientes entrevistas con los ex presidentes Julio César Turbay y Carlos Lemos, no hay clima de unión liberal. Al Presidente, según la senadora Piedad Córdoba, no le interesan ni el Partido Liberal ni los partidos : el tema no lo trasnocha .
Está bien que no le provoque trasnochos. Pero con seguridad debe preocuparle el problema de cómo garantizar la continuidad de su programa. Importa recordar que durante la campaña planteó un proyecto de gobierno de largo plazo. Tales proyectos no son posibles en democracia sin la mano de los partidos. Sobre todo con un período presidencial tan corto como el nuestro. En ausencia de la unión liberal alrededor del Presidente, su proyecto tendría pues que acompañarse de una organización política alternativa -es decir, partido- que le diese forma en el largo plazo.
Pensar en la sucesión presidencial no es inoportuno. Más aún, es válido y legítimo. Y urgente, dada la crisis de los partidos, manifiesta -por si hubiere dudas-, con el triunfo de Uribe. Hay que reconocer que los dirigentes políticos no se han quedado cruzados de brazos. La nueva dirección liberal está luchando por darles coherencia a sus filas tras la derrota, aunque en una difícil transición tras el nombramiento de su antiguo líder en la embajada de la OEA. El conservatismo tendrá problemas para reponerse después de haber asistido sin candidato propio en las pasadas elecciones, aunque su cumbre en Paipa el mes pasado es señal de movimiento. Y los miembros del Polo Democrático han logrado un protagonismo importante en la oposición, aunque están lejos de constituirse en alternativa de poder. Y el partido del gobierno?.
Por lo pronto, no existe. Existe sí una bancada uribista en el Congreso, multipartidista y sin gran coherencia. Existe también un movimiento en formación para defender el Referendo. Y existen destacadas figuras políticas que, fuera del Gobierno, siguen apoyando al Presidente -alejadas también de los partidos tradicionales-. El ex alcalde Peñalosa es una de las más visibles, además con expresas aspiraciones presidenciales. En su entrevista con EL TIEMPO, Peñalosa reiteró su respaldo a Uribe, con cuyo programa se identifica ampliamente. Sus reconocidas ejecutorias en Bogotá le han dado esa estatura nacional que le permite hoy convocar candidaturas para las próximas elecciones de alcaldes y gobernadores. Pero se equivoca: el tema partidista sí es importante en estos momentos. Y fundamental para garantizar que todos esos esfuerzos no desemboquen en personalismos, y en el caos que provoca todo vacío institucional.