No hace mucho decíamos que, si es verdad que la Constituyente importa por igual a todos los colombianos, había un partido político al cual importaba de modo especial. Y ese partido es el que congrega al liberalismo. Y ello porque constituyendo y así lo reiteramos dicha colectividad la comprobada mayoría popular de la nación, están obligados sus miembros en su amplio conjunto a procurar de singular manera la salud de la república, y ésta depende del buen éxito de la corporación encargada de señalarle sus nuevos rumbos jurídicos y siendo, como es, el Partido Liberal, por su propia esencia ideológica, vivencialmente democrático, es a él a quien compete velar por que la democracia mantenga su entera vigencia a lo largo y en la plenitud de su espíritu del articulado de la Carta que haya de surgir de la trascendental Asamblea.
El país tiene fincadas sus esperanzas en el seguro buen éxito de cómo la Constituyente habrá de vigorizar las instituciones sobre las cuales ha de asentarse, modernizado, nuestro ordenamiento estatal. Para lograr tan ambicioso empeño será de urgencia ineludible que los elegidos reúnan como parece que las reúnen, además de su capacitación académica, dos virtudes capitales, demandadas por el presidente Gaviria: lucidez y honestidad. Si esto se ha conseguido en su plenitud, habremos logrado la certeza de que la Constituyente sí habrá de ser como lo proclamó la publicidad que se le hizo el camino. El camino hacia la realidad de una Colombia más acorde con las exigencias de los tiempos. Una Colombia afirmada en la evidencia de renovados pilares institucionales.
Parece que, al menos en parte, ya en el país hay clara conciencia de la trascendente importancia de la Constituyente. Claro está que aún hay lagunas y grandes lagunas en aquel conocimiento. Y hay, además, el peligro de que la idea de la máxima Asamblea se convierta en algo así como una especie de mito, del cual puede aguardarse todo, lo mismo lo divino que lo humano. Una como panacea de la cual puede esperarse el remedio de todos los males que afligen al conglomerado social. Y ello es explicable. Pero no sobrará indicarles a las gentes qué es en verdad, y para qué es, una Constituyente, pues muchos se preguntan desconcertados: Por qué y para qué ella? Y acaso a tal perplejidad se debiera la abstención registrada. Pero la respuesta es sencilla: porque muchas de nuestras instituciones acreditan la necesidad de una sustancial revisión, cuando no de una radical modificación. Es decir, que conviene adecuar nuestro régimen jurídico al ritmo de los tiempos. Que el siglo XXI encuentre a Colombia con instrumentos institucionales más propicios para el manejo de su progreso social; es decir, para que sea verdad nuestra llegada al futuro.
Por todo esto es urgente que los liberales, sin distingos de grupos o de nombres, actúen en concierto dentro de la Asamblea. El partido tiene el deber moral de demostrar no solo su condición mayoritaria sino el deber ético que lo obliga a procurar todo cuanto constituya contribución al fortalecimiento de nuestro ente jurídico. Un Estado genuinamente participativo, en cuanto hace a su esencia democrática. Veremos así cómo el mañana que ahora se inicia, será clamorosamente venturoso.