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LA GABARRA: COCA, RUMBA Y MUERTE

La masacre del pasado fin de semana en la Gabarra no ha sido la primera de este mes en esa zona, aseguran los campesinos. Dicen que hace tres semanas se produjo otra similar. Cuentan que algunos cadáveres decapitados bajaron flotando por el río, y a otros se los comieron los chulos porque nadie se atrevió a recogerlos.

Sin embargo, en el Cuerpo Técnico de Investigación, CTI, de la Fiscalía de Cúcuta no aparece registrada ninguna otra matanza. José Fernando Rodríguez Valencia, jefe de criminalística de ese cuerpo, dice que todo es especulación, pero ni desmiente ni confirma el hecho.
Lo cierto es que desde el pasado 29 de mayo, el CTI ha registrado 77 muertos en Tibú, la Gabarra y algunos caseríos cercanos. Los rumores de nuevas matanzas corren por el Catatumbo con tanta insistencia que los habitantes de un barrio de la Gabarra abandonaron sus casas esta semana, cuando les llegó el rumor de que tenían 72 horas para irse.
La historia de este pueblo, cercano a Venezuela, y de sus setenta y dos veredas, habla de coca, rumba y muerte.
Antes de la llegada de las autodefensas, cuando la única autoridad era la guerrilla, cada viernes los treinta mil habitantes recibían a otros tantos que bajaban de las fincas a cobrar, negociar y a rumbiar. Desde finales de mayo la cifra es inferior porque hay miedo.
Pueden llegar hasta quinientas prostitutas; vienen de todos lados, jóvenes y viejas. Se hacen más de trescientos mil pesos en los tres días. Ahora ha bajado un poco por la situación, pero en cuanto se acostumbren a los paracos, vuelven todas . Edison lo sabe bien porque él es conductor de uno de los buses que cada día recorre en seis horas los ciento y pico kilómetros que separan a La Gabarra de Cúcuta.
En la Gabarra ninguna calle está asfaltada y eso que la guerrilla prometió gastar en su arreglo parte de los doscientos millones que recogía semanalmente en vacunas. Puestos callejeros, basura por todos lados, mesas repletas de botellas de cerveza, niñas vendiendo el cuerpo desde horas tempranas, y decenas de jóvenes raspachines recorriendo las calles con botas de caucho embarradas, completan un cuadro muy alejado del lujo que en otros lugares se asocia con la coca.
Sin embargo, el dinero corre, se gasta sin juicio opinan algunos, en cerveza y mujeres. Aquí el ritmo de la economía no lo marca el Banco de la República, sino la guerrilla y los mafiosos que aún controlan el comercio. Hace unas semanas dicen los pobladores los paramilitares asesinaron a dos narcos que venían con cuatrocientos millones a comprar mercancía y se quedaron con la plata.
El golpe fue tan duro que los perjudicados, raspachines, comerciantes y finqueros, convocaron una reunión con los ladrones. Buenas palabras pero nada de devolver el botín. Fue un fin de semana de crisis, la plata apenas se vio.
Yo vengo a ganar unos veinte mil pesos diarios , dijo Alicia unas semanas antes de la masacre. Ella se considera afortunada. A sus dieciocho años, raspando, puede mantener a sus dos hijos, de cuatro y dos años, que le cuida su madre en Cúcuta. Según dijo, no le preocupan las autodefensas. Ella nunca tuvo problemas con la guerrilla y tampoco cree que vaya a tenerlos con estos.
Pero cada vez son menos los que piensan como Alicia, especialmente desde el pasado fin de semana. Jairo tiene un buen comercio, le van bien las cosas. Pero ya no duerme, cada ruido lo alerta, la tensión lo está destrozando. Me voy a la costa dice. No puedo más . Es consciente de que malvenderá todo, pero sólo piensa vivir en paz.
Desde el jueves pasado, las escasas calles de La Gabarra comenzaron a ser patrulladas por unos 60 miembros de la policía y por efectivos del batallón de contraguerrillas No 10, Rafael Uribe Uribe, que reforzaron al batallón No 46, también especializado en lucha antisubversiva..
Pero el miedo sigue flotando en el aire denso de la Gabarra. Desde que se anunció la presencia de los nuevos uniformados, los habitantes expresaron su temor a que estos sean retirados en uno o dos meses y los grupos armados regresen con mayor sevicia.
En la Gabarra no hay alcalde, ni fiscalía. Hasta hace 72 horas el único poder era el batallón contraguerrilla No 46 y de él desconfiaban los pobladores porque pensaban que no los libraría de una masacre. Y lo confirmaron la noche del 21 de agosto.
Tampoco le tienen especial respeto, no han hecho nada para ganárselo. Para los pobladores, sólo suponen un obstáculo en el tráfico libre de mercancía e insumos.
En la Gabarra, nadie llamaba a la brigada cuando había un desaparecido o un cadáver para recoger. Los habitantes preferían esperar la improbable llegada de la Defensoría o la Fiscalía desde Cúcuta; pero incluso cuando estos organismos van al pueblo, pocos tienen la oportunidad de hablar con ellos, porque a veces su estancia es demasiado fugaz.
A pesar de ello, Claudia prefirió esperarlos cuando encontró una fosa en donde, piensa, están enterrados su hijo y su yerno, quienes desaparecieron el 9 de agosto. Ni ella ni nadie de su familia se atreve a desenterrarlos para comprobar su identidad. No le queda otra opción que vivir en una incertidumbre que le corroe el alma, pero no puede poner en riesgo la vida de otro ser querido y no tiene a nadie a quién acudir.
Nada que temer
Los únicos que deben preocuparse son los que tienen cuentas pendientes , asegura Cobra. De sus treinta y siete años ha pasado diecisiete en las tres guerrillas Farc, Eln y Epl. Desde hace dos meses es miembro de las Auc. Yo conozco a todo el mundo por aquí pero distingo a los que colaboran obligados y a los que lo hacen porque quieren . Su dedo acusador ha señalado a muchas de las víctimas de las últimas semanas. Abandoné la guerrilla porque no me daba ni agua panela para mandar a mis chinos . Ahora está contento porque recibe puntualmente sus 300.000 pesos mensuales, medicinas y buena comida .
Cobra es uno de los miembros de la brigada móvil de los paramilitares que actúa en la carretera que une a Tibú con La Gabarra.
Su comandante, conocido como Cordillera, también asegura que la población no tiene nada que temer, que ellos sólo acaban con los colaboradores de los subversivos, después de investigarlos. Los manes (los guerrilleros) tienen atemorizada a la población; les cobran vacunas a todos, incluso a los campesinos. La aportación a nosotros es voluntaria y no se la pedimos a los pobres , dice Wilson, quien, como la mayoría de sus compañeros, lleva colgado al cuello una gruesa cadena de oro con anillos; él lleva cuatro, uno por cada hijo, y un rosario.
Casi todos sueñan con la paz y una amnistía que les permita regresar un día a sus casas y dejar atrás la guerra. Pero antes piensan meterse en todos los lugares en donde esté los subversivos, no dejarlos tranquilos.
Opinan que los guerrillos de esta zona se comportaron como gallinas cuando ellos llegaron. Al primer tiro se volaron. No son como los del Sur de Bolívar, esos sí saben combatir , concluye Wilson.
Ubicación de las fuerzas en conflicto
(VER MAPA)
La incursión de los paramilitares a la región nororiental del país, dominada por guerrilleros del Eln, Farc y Epl, se inicio el pasado 29 de mayo, con la masacre de 16 personas entre Tibú y La Gabarra. Así están distribuidas las fuerzas.
La masacre, una quimera?
El procurador general de la Nación, Jaime Bernal Cuéllar, anunció el pasado miércoles que su despacho investigará sí hubo o no omisión en la actuación del Ejército para evitar la muerte de 35 personas en La Gabarra (Norte de Santander), a manos de los grupos paramilitares que lidera Carlos Castaño.
La investigación se hará con base en un intercambio de cartas entre la ONG Minga y el Ejército, que se produjo entre el 1 y el 4 de junio, paralelamente a la realización de un consejo de seguridad en Cúcuta.
Minga le advirtió por escrito a la V Brigada la inminente amenaza de muerte que pesaba sobre los habitantes de La Gabarra.
Sin embargo, el general Alberto Bravo, comandante de la V Brigada, le restó importancia a esta denuncia y el 4 de junio pasado le respondió a la mencionada ONG:
La afirmación de los agresores para incursionar en La Gabarra y asesinar a sus pobladores por supuestas vinculaciones con la guerrilla y asumir el control de la zona, no deja de ser una quimera, y en la actualidad un imposible .
El 20 de agosto - un mes y medio después de la respuesta de Bravo a Minga los paramilitares iniciaron un recorrido de muerte que terminó el domingo 22 de agosto, pese a que el jueves anterior -19 de agosto- se había realizado otro consejo de seguridad en Cúcuta al que asistió el propio presidente Pastrana y en el que se afirmó que la zona amenazada estaba controlada por las tropas del Ejército, que habían sido reforzadas.
*Corresponsal de El Mundo de España.
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