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PARE, PONGA ATENCION

Diego, estése quieto. Diego, deje de andar como un loco. Diego, haga la tarea. Diego, haga los problemas. Diego.... Dios mío!, qué hago? .

ADRIANA DIAZ Redactora de EL TIEMPO
Estas son las frases a las que se acostumbraron María Victoria y Guillermo, los padres de Diego, un bogotanito de 7 años.
Cuando tenía 3 años, la profesora del jardín, me dijo que tenía dificultades para concentrarse y para poner atención. Yo lo veía muy inquieto, pero me parecía normal , recuerda María Victoria.
Al pasar al colegio, eso se convirtió en problema: las tareas eran un tormento, llegaba con la cara negra porque se había estrellado contra una pared y con el pantalón roto.
A veces, María Victoria y Guillermo se sentían culpables porque se les acababa la paciencia y terminaban dándole un coscorrón. Eso los hacía sentir peor. Al finalizar el año, les dijeron que era mejor que Diego repitiera. No había aprendido a leer como sus compañeritos.
Tiene déficit
Empezamos a ver que había un problema. Buscamos ayuda y el médico dijo que tenía déficit de atención e hiperactividad. Saberlo fue un alivio. Entendimos que no era tan grave y que tenía solución , dice María Victoria.
Supieron que las personas con déficit de atención necesitan apoyo (para decir soy capaz), aceptación (mis opiniones y sentimientos son importantes), aprobación (aumenta la motivación y el valor personal), atención y afecto (me quieren por lo que soy y no por lo que hago), comprensión y entendimiento (puedo compartir, expresarme y decidir).
Y eso les permitió aumentar las dosis de paciencia. Cuando se les acaba, María Victoria y Guillermo se turnan para ayudar a su hijo con las tareas y para imponer la disciplina.
Todo con un objetivo: hacer que el déficit que sufre Diego y la hiperactividad que manifiesta no se le vuelvan un obstáculo para vivir.
Porque eso es lo más grave del déficit. Aunque comúnmente se asocia con problemas en el colegio y se cree que es un trastorno de aprendizaje, es algo que atraviesa todas las esferas de la vida de quien lo sufre, dice el médico Alcides Caicedo, especialista en medicina de adolescentes y padre de un niño con este problema.
El déficit de atención es una incapacidad para controlar la conducta. El cerebro funciona diferente porque hay unas fallas en las sustancias que transmiten los impulsos eléctricos (neurotransmisores) , explica Caicedo.
Por eso Diego y quienes sufren este déficit son impulsivos, no miden los riesgos y son impertinentes, entre otras características.
Claro que esto sucede constantemente y no solo una que otra vez, aclara Caicedo. Esa es una de las claves para distinguir a un niño inquieto de uno con déficit de atención e hiperactividad.
El inquieto hace pataletas de vez en cuando y es impulsivo mientras aprende cuándo y dónde no debe serlo. El que tiene déficit no aprende y lo es siempre: en la casa, en la calle, en el colegio, en las visitas, en las fiestas (ver nota anexa).
Y deja de aprender no porque no quiera o porque sea malcriado, sino debido a que su cerebro no le permite procesar esa información.
Los tipos
En Diego, el déficit de atención se manifiesta con hiperactividad. Por eso es de los niños que no se pueden estar quietos ni un minuto. Por eso le cuesta trabajo sentarse durante algún tiempo y concentrarse en resolver la tarea. Por eso en su antiguo colegio vivía trepado en los juegos del parque infantil.
En otras personas solo hay desatención. Están quietos en su puesto durante la clase, pero su mente está en cualquier sitio. Y en otras, solo hiperactividad. El caso más frecuente es el mixto: el que presenta Diego.
También hay diferentes grados y de ello depende cómo deben tratarse.
Aunque María Victoria y Guillermo todavía pronuncian las frases con las que empieza este artículo, saber qué le pasa a su hijo y estar dispuestos a ayudarlo ha hecho que ellas sean menos frecuentes.
Qué se hace
El apoyo familiar es clave y del compromiso de los padres depende el tratamiento, dice el médico Caicedo.
Cuando no se sabe que es un problema cerebral, la presión para adaptarse puede ser tanta que la persona termina suicidándose, asegura Caicedo.
Si se le permite al individuo explotar el lado positivo del déficit, como la creatividad y la gran capacidad de trabajo, se pueden ver héroes de la humanidad como Cristóbal Colón, Simón Bolívar, Walt Disney, Albert Einstein a quienes a través de sus biografías se les puede identificar como personas que sufrieron déficit de atención e hiperactividad, indica Caicedo.
La actitud de los maestros también es fundamental. Los padres de Diego lo cambiaron del colegio, en el que estaba en un curso con 40 niños, a uno en el que reconocen su problema y le permiten desarrollarse. Los resultados se han visto: aprendió a leer y es feliz porque le reconocen sus capacidades.
Diego es un líder y es muy cariñoso. El, como los otros siete niños que tenemos en el colegio con el déficit, llegó con una autoestima muy baja y muy frustrado. Con ellos hay que empezar por subir la imagen que tienen de sí mismos , explica María Teresa de Vergara, sicóloga y rectora del Gimnasio La Cúspide, un colegio en el que hay 180 alumnos.
Tanto ella como Caicedo coinciden en que estos niños no necesitan educación especial, pues son capaces de aprender, solo que de manera distinta y en tiempos diferentes.
Además de cambiar actitudes de disciplina y de enseñanza así como hábitos de crianza, también se utilizan medicamentos.
Estos deben ser recetados por el médico y se prescriben en casos de impulsividad y de desatención severos , asegura el pediatra Miguel Barrios, especialista en medicina de adolescentes y en trastornos de aprendizaje y del neurodesarrollo.
Los medicamentos no son la solución, pues se necesita un tratamiento completo con intervención de la familia, del colegio y ejercicios para fijar y mantener la atención, entre otros, explica Barrios.
Este médico asegura que no hay indicios de que sean adictivos o que provoquen conductas agresivas.
En el caso de Diego, sus padres optaron por no darle medicamentos sino por persuadirse y por convencer al colegio de convertirse el apoyo que el niño necesita.
Paciencia, amor y disciplina: principios claves
Una vez que a un niño se le diagnostica déficit de atención y/o hiperactividad, padres y maestros deben llenarse de paciencia, disciplina y amor para resolver cada situación. Aunque cada caso es diferente, algunas de estas estrategias pueden servirle:
*Lo primero es aceptar que el niño tiene ese déficit y que el niño no es un problema sino que tiene un problema.
*Saber que el déficit de atención explica ciertas conductas pero no es excusa para ellas.
*Acostumbrarse al diálogo planeado para definir reglas
*No ver la relación padre-hijo como una competencia entre los dos.
*Estimular los comportamientos positivos y desestimular los negativos (pueden ser refuerzos físicos como regalos o privilegios o sociales como miradas, abrazos).
*Romper el hábito de repetir las órdenes una y otra vez.
*Identificar las áreas en las que el niño se destaca (en lo académico, en la vida familiar).
*Conocer el nivel de desarrollo del niño y qué circunstancias determinan su comportamiento para no hacer exigencias excesivas. Esto solo deteriorará la autoestima y la confianza del niño.
*Para comunicarse: adopte físicamente una posición igual a la del niño (sentando, cruzado de brazos), no aborde el tema bruscamente, anime al niño a hablar, escuche (trate de desentrañar pensamientos, creencias y temores), deje que el niño formule conclusiones, tolere el silencio, comparta sus sentimientos o preocupaciones con el niño.
*Entrenarse para: modificar los patrones de disciplina y crianza, aprender a impartir órdenes, enseñar que los actos tienen consecuencias, lograr mostrar las tareas o metas de modo más interesante, enseñarle al niño a trabajar de un modo más eficaz.
*Elaborar programas de distintivos (se obtienen puntos por conductas apropiadas y con ellos el niño consigue algo que quiere).
*Saber que como padre tendrá altas y bajas emocionales.
*Los maestros: acortar las tareas, permitirle más tiempo para desarrollarlas, darle responsabilidades en lo que le gusta, dar indicaciones precisas y breves, estar atento a cualquier indicio de cooperación).
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ADRIANA DIAZ Redactora de EL TIEMPO
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