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GUILLERMO VALENCIA. PARADIGMA DE MAESTRO

Guillermo Valencia es, sin lugar a dudas, el caucano más notable del siglo XX y una figura cumbre de las letras colombianas en todos los tiempos. Su presencia llena buena parte de la historia del Cauca en la primera mitad de esta centuria, y aun en nuestros días es forzosa referencia para quien quiera estudiar el desenvolvimiento político y cultural de esta región de Colombia, la idiosincrasia de sus habitantes y la misma dimensión de sus actitudes espirituales.

Mi vida manifestó Valencia alguna vez , al mismo tiempo que por el arte, ha sido absorbida por múltiples y variadas actividades: la familia, la patria, la política . Y en estas actividades ejerció un magisterio tan hondo y dilatado, que llegó a convertirse en paradigma de Maestro. De allí su título máximo, su enseña gloriosa.
Según el médico y catedrático Juan Jacobo Muñoz, circunstancias excepcionales concurrieron para formar este personaje excepcional: sangres de diversas proveniencias se mezclaron para lograr el prodigio. La inteligencia de castas dominantes. El orgullo castellano, la sensualidad viril del austro español, el sentimiento romántico de quienes se asentaron bajo el prodigioso dombo del Caribe .
Pero fue especialmente el ambiente de Popayán, su ciudad natal, con sus suaves atardeceres crepusculares, que a veces intempestivamente devienen en tormentas eléctricas, lo que en últimas moldearía su personalidad. Un sacerdote francés de la comunidad Lazarista, el padre Malesieux, fue el encargado desde el Real Colegio Seminario de Popayán de promover su cultura universal, que luego se revelaría no solo en su obra poética, sino también en sus panegíricos, ensayos y discursos políticos. De los latines de su juventud, del estudio de los clásicos de Roma y Grecia, tomaría los elementos para lo que sería su arte supremo: el manejo de la palabra en sus múltiples dimensiones, a la manera de lo que hace un escultor con el trozo de mármol, para moldearlo y culminar en una obra perenne.
En 1899, con el siglo que agoniza, aparece Ritos, un poemario que deslumbra a los intelectuales de su tiempo. El poeta no ha cumplido aún los veinticinco años y ya Bogotá se le rinde cuando le oye declamar Anarkos, que será su pieza fundamental. La tez pálida, la frente alta, los cabellos y el bigote negros, la nariz aguileña, magro en la figura estilizada, los ademanes cortesanos y una elegancia innata, hacen que se le admire como a un príncipe. No son muchos los colombianos que como Valencia han recibido desde tan temprano tantos homenajes y despertado tanto asombro. Disfrutaba de esa admiración, que se veía gratificada por la magia de sus palabras, que luego serían los del tribuno en el Parlamento, las del orador en la plaza pública y las del seductor en los salones cortesanos.
Alas de águila
No es extraño el que por todas estas circunstancias sus conciudadanos pensaran que estaba destinado a regir los destinos de la nación. En dos ocasiones fue candidato presidencial y en ambas se presentaron circunstancias adversas que no permitieron la máxima consagración que le correspondía legítimamente por su preeminencia en la vida democrática del país. En 1918, la jerarquía católica le negó el beneplácito que requerían las directivas de su partido para oficializar la candidatura. En su segundo intento, en 1930, la división de su partido frente a la unidad liberal se convirtió en obstáculo definitivo para su aspiración. Cuando alguien le preguntó el porqué de su vano intento para ser elegido presidente de Colombia respondió: porque mis copartidarios no me perdonaron Anarkos . Ya en la oración a Uribe Uribe había exclamado al final de su espléndida glorificación del héroe: Así premias, oh democracia! a tus mejores hijos. Con óleo de sangre los unges? Los vistes de escarnio y los paseas ceñidos en los cascabeles de los locos? ... Oh, democracia, bendita seas aunque así nos mates .
Sus mayores triunfos en la oratoria, arte en el cual sobresalió sin par en su época, los obtuvo en el Parlamento, a donde llegó en representación del Cauca desde su temprana juventud y desde donde libró memorables batallas que hoy se rescatan en los anales del Congreso, como ejemplos de una inteligencia portentosa. En su poema Caballeros teutones dejó un testimonio acre sobre la bajeza de contrincantes políticos malsines y traidores .
En realidad, Valencia no fue un político afortunado, pero esa no era su auténtica vocación. Era apenas un escenario para desplegar sus alas de Aguila que sabía volar sobre las alturas de la patria. Su verdadera fuerza liberadora estaba en la poesía que era el dominio desde donde podía ejercitar su magnífica inteligencia. Solo el poeta es lago sobre este mar de arena, solo su arteria rota la humanidad redime .
Devoción sin límites
Parnasiano? Modernista? Exótico? Quizá todo ello o ninguno. Oscar Gerardo Ramos, en su estudio crítico sobre el Maestro, dice que fue un renacentista que evocó el clasicismo de la tradición medieval tan populosa de sagas y tan marcada de espiritualidad . Y que su imperio sobre un idioma lumíneo, su reciedumbre marmórea, su justeza cromática, su despliegue de temarios antes desconocidos, lo circundaron con un extenso e incandescente prestigio .
Sus traducciones literarias de autores franceses, italianos, alemanes, ingleses y chinos, son parte principal de su vida literaria y aporte significativo para hacer conocer exponentes notables de la poesía de otros países. Sobresalen en este campo la que hizo de la famosa Balada de la cárcel de Reading, de Oscar Wilde, y los poemas de autores chinos reunidos en Catay, que siendo de segunda mano constituyen una obra clave en su creación literaria.
Fue un bolivariano devoto y sus discursos sobre Bolívar hacen parte del mejor homenaje de la literatura castellana al Libertador. En la vida pública sirvió al país y a su tierra natal como jefe civil y militar del Cauca y como rector de la universidad, además de parlamentario en varios períodos. Fue diplomático y presidió la delegación de Colombia durante las negociaciones en Río de Janeiro, que pusieron fin al conflicto con el Perú.
Amó a su tierra con devoción sin límites y quiso que por su meridiano pasara toda la intelectualidad de prestigio en su época. En versos inmortales dejó escrita la saga de su raza y con sencillez republicana ocupó la curul de concejal de Popayán.
Desde el bronce consagratorio que se yergue en el patio de su casa luminosa, Valencia, muy cerca de la tumba del hijo Presidente que lo reivindicaría tres décadas después de su última derrota política, mira serenamente los perfiles de la ciudad a cuyo destino se ligó para siempre.
Baldomero Sanín Caro, quien fue su amigo y confidente de horas plácidas en la serenidad de su magnífica madurez, sintetizó así la parábola vital del gran hombre: Amó a la patria con intensidad y desinterés, como si la patria fuese algo más, muchísimo más que los hombres y los rasgos de la naturaleza que la forman .
Dos veces candidato
GUILLERMO VALENCIA CASTILLO. Nació en Popayán (Cauca) el 20 de octubre de 1873 y murió en la misma ciudad el 8 de julio de 1943. Hijo de Joaquín Valencia Quejona y Adelaida Castillo Silba quedó huérfano a los diez años de edad, por lo que fue internado en un colegio que tenía el seminario de su ciudad natal y que era regentado por curas franceses que le proporcionaron una exigente educación literaria y humanista. En 1895 se residenció en Bogotá y partir de 1896 comenzó a publicar versos en los diarios capitalinos y a dar recitales en el Teatro Colón. Fue parlamentario entre 1896 y 1898, año en el que viajó Europa como secretario del general Rafael Reyes, donde permaneció hasta 1901 y tuvo ocasión de conocer lo más granado de la intelectualidad europea comenzando por Federico Nietzsche; en París publicó su primer libro de poemas Ritos.
A su regresó a Colombia se empleó como jefe de la Sección de Crédito Público del Ministerio del Tesoro al que siguieron otros cargos burocráticos y en 1903 volvió al Congreso. En 1908 contrajo matrimonio con su paisana Josefina Muñoz con la que tuvo cinco hijos: Guillermo León, Josefina, Guiomar, Alvaro Pío y Luz, se radicó por un tiempo en su ciudad natal y viajó a Europa por segunda vez, y allí permaneció hasta 1914. A su regresó a Colombia, el presidente Concha lo nombró ministro de Guerra y la Universidad del Cauca le otorgó el grado de doctor Honoris Causa en Filosofía y Letras. Dos veces fue candidato a la presidencia de la república: en 1918 y en 1930, ambas sin resultado. Su último incursión como parlamentario la cumplió en 1941.
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