Los nuevos partidarios de la privatización a ultranza parecen olvidar ciertas realidades económicas y políticas fundamentales. Las fuerzas del mercado, por sí solas, no conducirán al cubrimiento universal de los servicios públicos, habida cuenta de que en estas actividades no es posible el cabal desarrollo de la competencia, en razón de su naturaleza, y del bajo nivel de ingresos de buena parte de nuestra población, que no les permitiría acceder a ellos en condiciones de mercado libre .
* Sin la activa participación del Estado en su prestación, en forma directa o indirecta, y el otorgamiento de subsidios, no será posible el acceso pleno de los sectores de bajos ingresos a los servicios esenciales .
Hay un punto que los neoliberales actuantes incrustados en el Ejecutivo se niegan a comprender: no todas las empresas del Estado pueden ser negocio, pues antes que su rentabilidad están por medio la responsabilidad y la obligación del Estado de velar por los intereses colectivos, lo que no siempre casi nunca produce utilidades.
Me refiero a la paulatina sepultura que este Gobierno les ha dado a determinadas entidades de corte puramente liberal y que han servido al país y a los colombianos en forma fundamental, como el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena). En efecto, mediante los decretos 2149 y 2150, la Presidencia resolvió desmontar el Sena, so pretexto de privatizarlo, después de haber sido, durante años, especie de hogar laboral para aquellos sin acceso a una educación tecnificada, lo que a la postre constituye mayoría de la población estudiantil.
Acabar con el Sena sin tener previsto con qué se le va a reemplazar es un golpe para el partido liberal, y un peligroso cambio filosófico en la concepción de las tareas que por principio le corresponden al Estado. Irradia, además, una preocupante imagen de insensibilidad social, como es también no rescatar y fortalecer otras instituciones que cumplen cometidos semejantes de apoyo y subsidio a las gentes de menores ingresos en otros ámbitos, como en el caso de la Caja Agraria. Por eso tiene razón el doctor Jorge Méndez Munévar cuando, quejándose del frenético proceso de privatización, advierte que lo más importante de esta carrera privatizadora es que ella se efectúa sin la menor fórmula de juicio, sin argumentos, sin estudios previos , según va a ocurrir con la inaudita desaparición del Sena, digo yo. Se privatiza continúa Méndez Munévar porque se sigue suponiendo que esto está de moda en el mundo, o porque con ello se halaga a grupos económicos que ven abiertas jugosas oportunidades de negocio, pero no porque se haya concluído, seriamente, que la economía va a funcionar mejor, que los servicios serán mejores, o que el Estado, o el país, harán un buen negocio al vender las empresas públicas ( Nueva Frontera , marzo/93).
Respecto, pues, de la parte doctrinaria, talvez en este punto la redefinición del papel del Estado es en el que existe mayor discrepancia entre el Gobierno y el Partido, y el documento de los ex ministros es sin duda un campanazo de alerta para una colectividad que lamentablemente ha descuidado y se ha olvidado de lo social, para hacer énfasis exclusivo en lo económico. Desconociendo así cuanto ha sido el liberalismo a nivel de satisfacer estos anhelos y reclamos populares y, sobre todo, cuanto está dejando de serlo, bajo el sofisma de que si instituciones como el Sena no dan plata, hay que cerrarlas, sin importar si ello va en detrimento del bienestar de la mayoría de los colombianos.
En tal sentido, no estaría nada mal que la Convención le pusiera el cascabel al Gobierno en esta materia: léase a Montenegro, Hommes y demás neoliberales, afines con el nuevo pastranismo, más que con la esencia de lo que ha sido siempre el credo liberal.