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EDUARDO RAMIREZ VILLAMIZAR. GEOMETRÍA SENSIBLE

Acaba de realizar una exposición en la Galería Denise René en París, de gran significación, dada su importancia en la difusión del arte abstracto geométrico y a la cual estuvo muy vinculada su formación, pero que se constituye, además, en la presencia de un país, en un escenario internacional. Dicha exposición ratifica una vez más el reconocimiento de una obra que se ha desarrollado, tanto en el campo colombiano como en el internacional.

Lylia Gallo
Con un lenguaje y una expresión que impactan y convocan al diálogo profundo con las obras mismas, Ramírez escapa a los rótulos, caracterizando su producción por la monumentalidad, el equilibrio de las formas, el dinamismo y la fuerza contenida, así como la austeridad que no exime la variedad. En sus construcciones de formas simples, elementales y poéticas, calificadas de geometría sensible, existen referencias profundas a las formas vivas, la naturaleza, el pasado humano desde los tiempos más remotos, el ser latinoamericano desde sus orígenes, así como todas las búsquedas y hallazgos del arte moderno, que mira más hacia el futuro.
La medida de la importancia de un artista está respaldada por los conceptos de los críticos autorizados, que en el caso de Ramírez Villamizar muestran cómo ha sido considerado importante en cada momento de su trayectoria. Desde muy joven, se habla del valor de la obra del joven pintor, luego se opina lo mismo de los relieves y cuando comienza a realizar esculturas se lo califica desde el inicio como un gran escultor colombiano, latinoamericano e internacional. Casimiro Eiger señaló la poesía que estremece sus abstracciones y vio nacer, en su constructivismo, una Colombia naciente, que trata de desprenderse de la improvisación y de la anarquía intelectual que afecta la vida social en todas sus facetas. El norteamericano Stanton Catlin, como Marta Traba, destacan en su larga trayectoria la unidad y la coherencia, lo que constituye una constante, hecho que en un país como el nuestro, sujeto a modas, imitaciones y cambios gratuitos, resulta una verdadera hazaña. Traba lo considera, además, un colombiano al revés , colombiano por contraste, que se define como un espíritu ordenado por antagonismo al desorden peculiar del medio, calificándolo de asceta de la pintura. Juan Friede anota que su gran mérito consiste en haber colocado el país en el arte del siglo XX y la mexicana Raquel Tibol lo señala como un auténtico artista del siglo XX.
Activación espacial
Su carrera se inicia como pintor figurativo experimentando diversas corrientes, especialmente la expresionista, con influencia de Rouault, para expresar el dolor de la violencia, como si estuviera compenetrado con el caos del país. Al año siguiente gana el II Premio en el VII Salón de Artistas y luego expone en Estados Unidos con Negret y Grau.
En su primer viaje a París en el 50, lo impresiona Vasarely y otros artistas vinculados a la Galería Denise René, lo que se traduce en un cambio radical en su pintura, como afirma: murió mi expresionismo .
Porque en aquel mundo de equilibrio y sensatez no había lugar para agresividades expresionistas y evoluciona hacia la abstracción, por medio de la geometría y las estructuras. De vuelta a Colombia, es un pintor abstracto, enfocándose hacia la activación del espacio y la liberación del soporte, buscando cada vez más significados esenciales. Ya en 1956 su pintura geométrica Blanco y Negro ingresa al Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Sus continuos viajes lo llevan a descubrir otros artistas abstractos y alternando su trabajo con el estudio y la enseñanza alcanza su madurez como pintor geométrico. La culminación de su pintura es el Premio Guggenheim en 1958 y es en este año cuando organiza la Exposición Pintura abstracta de Colombia , reclamando la atención de la crítica y del público. Porque el arte abstracto no tuvo sentido verdadero y fuerza en Colombia antes de que Ramírez se dedicara apasionadamente a realizar y mostrar su obra, con la imperturbable visión de orden que ya lo dominaba. Con una enorme convicción y una entrega total, fue en el país el abanderado de este fenómeno que se estaba dando en el mundo entero y este constituye otro de sus méritos.
Si solo hubiera hecho pintura, hubiera sido un importante pintor y la exposición de su obra pictórica que se realizará en agosto en el Museo de Arte Moderno de Bogotá probará, sin duda, que este aspecto de su producción hubiera bastado para conferirle un lugar importante en el campo del arte.
Sin embargo, cambia bruscamente el elemento físico, y de la pintura pasa al relieve, realizando una serie de murales, de diseño purísimo que hoy todavía causan gran impacto, como el Relieve dorado del Banco de Bogotá, que va a repercutir grandemente en el arte colombiano y el Mural horizontal de la Luis Angel Arango, calificado por Walter Engel como la consonancia armoniosa de clásica perfección. Más adelante, los relieves van a ser objeto de intensa experimentación, en la cual pretende anular la presencia del material, que considera accesorio. Su objetivo último se enfoca cada vez más hacia la relación de formas, considerando el vacío como el verdadero material.
Carácter recio
A partir de los 60 se consolida como escultor dentro y fuera del país, recibiendo numerosos encargos y distinciones importantes, como el II Gran Premio Internacional de la Bienal de Sao Paulo, a la cual ha sido posteriormente invitado especial. Realiza importantes esculturas públicas en acero o concreto en Colombia, E.U. y varios países de América, siendo representante exclusivo de Colombia a la XXXVIII Bienal de Venecia. En los últimos años, realiza su Retrospectiva en la Luis Angel, la Victoria alada en Eldorado de Bogotá y crea el Museo de Arte Moderno Ramírez Villamizar en Pamplona, para albergar su propia obra y colección de arte colombiano.
Una carrera que se ha jalonado a base de retos y rompimientos. De la figuración a la abstracción, del color al plano, del expresionismo a la geometría, de la pintura a los murales, los relieves y finalmente la escultura. Más adelante, renuncia voluntariamente al encanto del color, dejando a la vista el óxido de los metales, que lo acerca más a lo natural. Su carácter ha sido siempre muy áspero. De la misma manera que no le interesa hacer concesiones ni agradar fácilmente, exige un tipo de espectador, con una preparación espiritual y un gusto por las cosas difíciles. Audacias que resultarían sorprendentes, porque personalmente es tímido, apacible, casi pasivo, inclusive marginal. Pero no sucede lo mismo con su obra artística: se impone con carácter recio y fuerza avasalladora, tal vez heredados de su abuelo materno, personaje vigoroso, rígido y respetado en su medio, mientras que en la vida corriente se asemeja a su padre, un joyero tímido, gran lector que tocaba la flauta y estaba siempre en silencio.
De modo que su obra abstracta se constituye en testimonio de asimilación y reacción ante su entorno, pero ante todo en compromiso que puede traducirse en un juicio de valor, que lo conduce a la búsqueda de una solución. A través de la evocación nostálgica de un orden armónico, construye su propia utopía, mediante un gran esfuerzo de ordenación, precisamente en la medida en que en el país se intensifica el caos, como él mismo afirma: quiere construir una sociedad nueva inclusive, si es posible, en el plano social y político , lo que confiere a su posición una indiscutible dimensión ética, puesto que como afirma Frederico Morais: el gesto constructivo es un gesto fundador de mundos . A propósito de la experiencia con Ramírez, conociendo sus 16 Torres en los cerros orientales de Bogotá, dice el crítico: Delante de la obra, en aquella mañana de sol, imaginé una sociedad justa, en la cual los hombres serían felices porque tendrían iguales oportunidades de trabajo y de creación, de éxitos y de fracasos, pero principalmente iguales oportunidades de jugar con lo posible, de ejercitar la imaginación y la libertad .
* Profesora Instituto de Investigaciones Estéticas. Universidad Nacional. Miembro A.I.C.A. Asociación Internacional de Críticos de Arte-Unesco.
Obsesión ordenadora
EDUARDO RAMIREZ VILLAMIZAR nació el 27 de agosto de 1923 en Pamplona. Entre 1940 y 1943 estudió arquitectura y decoración en la Universidad Nacional. En 1946 llevo a cabo su primera exposición en la Sociedad de Ingenieros y obtuvo el segundo premio en el séptimo Salón de Artistas. En 1950 viajó a París. Expuso en la Galería Arnaud y participó en la primera Bienal Hispanoamericana de Barcelona. En 1952 regresó y en 1955 realizo el primer mural abstracto en la historia del país para Bavaria. En 1956 viajó a Estados Unidos. En 1958 obtuvo el primer premio del concurso Guggenheim, ganó el XII Salón de Artistas Colombianos y comenzó a realizar sus primeras obras en relieve para cuya base se convirtió en estudioso del arte precolombino. En 1962 ganó el primer premio de escultura. Entre 1967 y 1974 vivió en Nueva York y comenzó a trabajar el acrílico. Desde 1974 se residenció en Suba.
FOTOS:
- Eduardo Ramírez Villamizar: gesto constructivo
- Escultura de Ramírez Villamizar en el patio del MAM de Bucaramanga (Foto: Holguer López).
Lylia Gallo
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