Nos duele lo ocurrido. Y sorprende también que la joven adelantara estudios de ayuda social. Si la preparación en este campo consiste en fabricar bombas, que cierren la facultad. Lo importante es saber quién la inspiró en su aventura. Es el verdadero culpable. Nadie más.
La persona humana tiene facetas tan diferentes como difíciles de entender. La niña terrorista, Beatriz Sandoval, muchacha joven, agraciada, de una clase media muy común en Colombia, se enfrenta a la injusticia social. Otra, Liliana Santamaría, de condiciones similares, también cumple una tarea con el mismo fin, pero completamente contraria en su procedimiento. Mientras Beatriz Sandoval se enervaba frente a la injusticia, buscando con su protesta sangrienta un nuevo orden, su compañera en la conquista de una posible igualdad curaba a los gamines, los llevaba a su casa, les despojaba de comunes e inmundos piojos, mientras vertía desinfectantes en olorosas heridas. Una recorría el camino de la muerte; la otra el de la vida. La motivación igual. El fin diverso. Ante estos hechos el lector se preguntará: Por qué tal diferencia de actitudes? No se le puede dar una respuesta concreta, aunque sí la aproximación a una explicación. El medio ambiente en que se criaron, las amistades, las lecturas y la influencia de textos políticos en que la violencia se muestra como la única creadora de justicia económica, social y política.
Una causa noble, sufrir por los pobres, ayudarles a tener mejores condiciones de vida, trazó destinos diferentes en actitudes radicalmente contrarias. La mente se niega a creer que una mujercita que comienza la pubertad, de atractiva figura y de inconformismo permanente , según la retratan sus amigos, creyera que en la dinamita se encuentra la posibilidad de un mundo mejor. La otra cambió el mortífero detonante por el agua oxigenada, con la cual curaba las heridas de sus protegidos. Lo que ocurrió es bien conocido. La primera reposa en el mundo de los muertos, destrozada, sembrando el dolor entre los suyos, inclusive aquellos que la acompañaron insensatamente en ese recorrido hacia la muerte. La otra se apresta a continuar la tarea. A curar en forma parcial, porque totalmente es imposible, los dolores de una clase oprimida económicamente. Para Beatriz, solo existe la oscuridad. Para Liliana, la luz esplendorosa de la bondad y la esperanza. Cabe una pregunta: Cuál camino debe seguir la juventud?