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DE URIBE VÉLEZ A EL COLOMBIANO:

El ex gobernador de Antioquia, Alvaro Uribe Vélez, ha enviado copia de una carta que dirigió a la directora del diario El Colombiano, de Medellín, Ana Mercedes Gómez Martínez, acerca de una noticia sobre el asesinato del doctor Jesús María Valle Jaramillo.
Doctora
Ana Mercedes Gómez Martínez
Directora El Colombiano
Debería escribir esta carta para condenar de manera enfática el asesinato del doctor Jesús María Valle Jaramillo. Pero tengo que hacerlo para defender mi honra, mi trayectoria, mi vida y mi futuro, frente a la aleve información de El Colombiano, en la cual insinúa una presunta responsabilidad mía en el crimen.
Veamos mi trayectoria. La controversia ha sido el común denominador de mi batalla pública desde la universidad, pasando por la política, el Parlamento y la administración. Mis contradictores han sido testigos de mi rigurosa y exclusiva apelación a los argumentos y a la tesis. Defendí las Convivir abiertamente, como un modelo trasparente de cooperación ciudadana con la fuerza pública. Actitud que contrasta con la doble moral de atacarlas en el discurso y apoyarlas bajo cuerda. He aportado a la lucha democrática con limpieza, sin cartas escondidas.
Mi protesta se sintió en el Parlamento cuando fueron asesinados defensores de los derechos humanos como Héctor Abad y Leonardo Betancurt o congresistas de la Unión Patriótica. Los diputados de este partido político podrían dar el testimonio de mis desvelos como gobernador para protegerlos. Así como de la posición que asumí ante la Fiscalía por imputaciones de que eran víctimas.
Jamás he procedido con ligereza o temeridad para señalar a mis adversarios políticos o contradictores como responsables de los crímenes contra alcaldes, integrantes de corporaciones públicas o simples amigos de mi pensamiento. Lo propio puedo decir en relación a los atentados contra mí persona.
Con el doctor Jesús María Valle Jaramillo visité varias veces a Ituango, todo con el propósito de buscar alternativas de paz y reconciliación en ese municipio. Es cierto, tuvimos una diferencia verbal, a través de una cadena radial, porque entendí que mi deber era defender la palabra del Comandante de la Cuarta Brigada. Lo inaudito es establecer la relación de causa a efecto entre esa diferencia y el asesinato, como lo han sugerido El Colombiano y Semillas de Libertad. Entidad esta última que en tantas ocasiones ha actuado por intermedio de voceros sin rostro, sin identidad, sin responsabilidad, sin escrúpulos para mentir. Y que tanto daño causó a los esfuerzos por la paz en Segovia. La misma que ahora, de la mano de la noticia de El Colombiano, trata injustamente de ponerme estigmas ante la comunidad internacional. Actitud impropia de una ONG de protección de los derechos humanos, con la cual siembra dudas y rechazos a sus actuaciones.
Será que los derechos humanos son inaplicables en favor de mi persona? Será que carezco de derecho a la honra, al debido proceso, a la seguridad personal, a la libertad, a la presunción de inocencia? Es acaso justo que por defender los derechos humanos de un ciudadano se violen los de otro?
Y ahí coinciden El Colombiano y Semillas de Libertad: en especular con los derechos humanos para aplicarlos y negarlos caprichosamente, con el desconocimiento flagrante de su vigencia universal. Pero esto no debería extrañarme: usted guardó silencio, cuando la guerrilla en su presencia, reivindicó el atentado de San Francisco, y me proclamó como su objeto criminal.
No quiero pensar que usted sacrifica la tolerancia con las ideas contrarias para hacer el juego a las presiones de los violentos.
La responsabilidad de la prensa en reciprocidad a su libertad, dado el contexto infortunado de violencia de la sociedad colombiana, exige que los medios procedan con la severidad demandada por la opinión, y por lo menos con el cuidado que deben observar los jueces.
Combátame doctora Ana Mercedes con argumentos, pero no extienda la pequeña política parroquial al riesgo de la vida y de la honra. En lugar de mancillarme injustamente, presente denuncia en mi contra, ante las autoridades competentes. El periodismo no puede pretender sustituir a la administración de justicia, de cuya falta de institucionalidad se queja.
Por supuesto la publicación de El Colombiano es sinuosa: suficientemente clara para afectar mi honra y suficientemente sutil para no tipificar el delito de calumnia.
Es cribo esta carta con la motivación del dolor. Por respeto a la prensa, he callado muchas veces frente a El Colombiano. Ha sido mi intención manejar en el plano del respeto y de la cordialidad las discrepancias que usted mantiene conmigo. Pero hoy, ante la gravedad del daño, he debido estimar que en ocasiones la prudencia y el silencio son el refugio de la cobardía.
Alvaro Uribe Vélez
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