Es interminable la lista de los culpables de que el más hermoso de los recursos naturales de Boyacá esté atravesando por una etapa crítica que no tiene antecedentes en su historia. El lago de Tota es de los boyacenses y todos hemos actuado con total indiferencia ante los múltiples problemas que lo aquejan.
La clase política es en gran parte culpable de la actual situación. Durante más de treinta años la recuperación del embalse ha hecho parte de las propuestas y promesas de quienes han pretendido llegar a cualquier cargo o posición pública. Ha sido bandera política de todos, pero las políticas en favor del lago no se han visto.
Los cultivadores de cebolla, que se han enriquecido con los cultivos y cada día luchan por apropiarse de más tierra sin importarles el futuro del lago, también tienen una gran responsabilidad en lo que está ocurriendo. También son ellos quienes anualmente vierten en el agua cientos de toneladas de productos químicos y abonos.
Igualmente, están los gobiernos municipales y departamental y las corporaciones que no se ha preocupado por implementar políticas de recuperación de la cuenca hidrográfica del lago ni por ejercer un control sobre la actividad de los cebolleros y quienes indiscriminadamente utilizan las aguas para su beneficio.
También es culpable Coservicios, la empresa sogamoseña que ha usufructuado del lago, ha comercializado el agua y no le ha devuelto nada al embalse como contraprestación. Ni para qué hablar de lo que ha hecho durante casi 50 años Acerías Paz del Río.
Todos estamos poniendo un granito de arena para acabar con Tota y hoy estamos llegando al momento que jamás debió llegar: el de lamentarnos de tanta indiferencia.