Atrás de la entidad estuvieron también el Banco Santander y el Banco Bilbao Vizcaya (Banco Ganadero) que aspiraban al control de la empresa.
La operación con el banco inglés y el Grupo Aval representa un alivio económico para Corfivalle, si se tiene en cuenta que fue golpeada por la caída que a lo largo del año han sufrido los precios de las acciones; esta compañía mantiene un amplio portafolio accionario en distintas empresas.
Tampoco fue ajena al impacto de las altas tasas de interés.
Además, tuvo que sortear las dificultades económicas del Grupo Lloreda.
Las obligaciones financieras del Grupo Lloreda alcanzaban los 300.000 millones de pesos, hecho que puso en estado de alerta el sector financiero.
Aunque el problema era de liquidez, la capacidad de pago del Grupo Lloreda estaba representada en activos, como las acciones de Corfivalle.
Las compañías holding de la familia Lloreda Zamorano, tenían el control del 50,1 por ciento de las acciones ordinarias en la Corporación Financiera.
El cinco por ciento de la cartera de Corfivalle correspondía a Lloreda Grasas.
Para las directivas de la Corporación Financiera del Valle, la situación de la compañía obedecía a un problema coyuntural y no estructural.
Dentro de la política tendiente a bajar el nivel de endeudamiento y a reducir la estructura de costos, la compañía salió de la Industria Colombiana de Llantas (Icollantas). La firma Michelin de Francia se quedó con el 80 por ciento de las acciones que estaban en poder de Corfivalle.
La Corporación tiene el nueve por ciento de Cementos Diamante y el 12 por ciento de Cementos Río claro; cuenta también con acciones en Promigas y en otras empresas vinculadas con el negocio de las concesiones viales.
Al cierre del primer trimestre de 1998 el patrimonio de la compañía sumaba 485.000 millones de pesos.