Parte el alma ver a tantos jóvenes- prácticamente aún en la niñez- enloquecidos con el alcohol , los alucinógenos y el tabaco. Están destruyendo sus cuerpos, sus mentes y su almas. Están corriendo riesgos de perecer de manera trágica en un país de por sí ya demasiado riesgoso por múltiples razones. Están envenenado sus vidas a edad temprana, acostumbrándose a falsos placeres fáciles en lugar de buscar los muchos y muy bellos que el destino brinda a quienes saben realizar búsquedas valiosas.
La culpa la tenemos todos. Los padres de familia que dan mal ejemplo. Los que desatienden a sus hijos al no darles el afecto, la comprensión, el tiempo y el apoyo que todo adolescente requiere. Son culpables también los maestros que no los guían y aquellos que pecan por extremistas - o demasiado laxos o exageradamente estrictos. Somos responsables los medios de comunicación que no ofrecemos información, educación y entretenimiento que constituyan opciones atractivas. Y es censurable además, la indiferencia o ineficacia de las instituciones estatales que mucho podrían hacer a través de leyes que se hagan cumplir, de inversiones ( por ejemplo en recreación y deporte), de campañas cívicas y de mano dura contra todo lo ilícito.
Por otro lado, los empresarios tanto públicos como privados que están en el negocio del licor y del cigarrillo deberían ser sometidas a mayores restricciones. Es cierto que sus ventas son legales pero no menos cierto es que sus productos son nocivos ( salvo en el consumo muy moderado de bebidas alcohólicas, caso que ocurre poco). Hoy en día la avalancha publicitaria es excesiva.
Bueno sería que los candidatos a la Presidencia hicieran propuestas concretas para combatir este terrible flagelo que está creciendo a unas velocidades alarmantes. Este problema es más grave que muchos otros de orden político y económico sobre los cuales ya hay suficientes soluciones planteadas. En cambio, cómo evitar la intoxicación masiva de nuestros jóvenes es una pregunta importante y urgente, sin respuesta satisfactoria alguna.
Gatos negros o gatos amarillos, da igual siempre y cuando cacen ratones Mao Tse Tung