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LAS TRIBULACIONES DEL ALCALDE

En los últimos días han arreciado las críticas al burgomaestre bogotano Enrique Peñaloza Londoño, a quien se acusa de incurrir en el mismo vicio de que se acusó a sus antecesores Mockus y Bromberg, que es el exceso de teorismo, de planeación y la carencia casi absoluta de ejecución en una ciudad asediada por el mal estado de las vías, consecuencia en la mayor parte del invierno, que es el peor destructor de los pavimentos. Ha contribuido también a crear un mal ambiente para el Alcalde, la obra que acaba de iniciarse en la carrera 15, la cual pagamos sus abnegados vecinos, por valorización, hace cerca de dos años. Esta obra ha suscitado las más airadas críticas del comercio riberano, que piensa que los compradores desaparecerán al no poder estacionar en la forma caótica en que lo hacían antes de la construcción de los hermosos andenes que se están terminando en estos días.

No sabemos qué interés oculto tendría El Tiempo, para dedicar las páginas de su sección Bogotá, el día de mayor circulación del periódico, a atacar al Alcalde, acusándolo además de faraónico por sus concepciones grandiosas de proyectos, cuya ejecución tomará muchos años o está fuera del alcance de la ciudad, cuyos habitantes se debaten en una de las peores crisis económicas de los últimos tiempos.
No es sino recorrer las calles y avenidas, para ver la multitud de locales, oficinas y viviendas desocupadas, que son el testimonio elocuente de la decadencia de las actividades económicas, que ha obligado a cerrar negocios y a las gentes a trasladarse a sectores residenciales menos costosos o a vivir con parientes, con los cuales comparten los gastos que ya no pueden sufragar solos.
En la actual coyuntura, nacional e internacional, es imposible que el Alcalde pretenda cargar con mayores tributos a esos mismos ciudadanos, que no pueden con sus gastos ordinarios. Por fortuna, el Concejo está a punto de sepultar un proyecto de acuerdo para reajustar los impuestos de industria y comercio y sería muy deseable que el Congreso apruebe el proyecto redactado por el exalcalde Jaime Castro, para permitir que los bienes raíces que no se hayan valorizado en 1998 o que hayan disminuido su valor comercial, como es el caso más frecuente, no tengan que reajustar su avalúo en el 15.6 por ciento que fijó, con cándido optimismo el gobierno nacional en reciente decisión.
El Distrito Capital tiene ingentes recursos en caja. Lo demuestra el hecho de que le sustraigan $16.000 millones de pesos en CDT s, al cuidado de la Tesorería, sin que haya mayor alarma. Después de un año de planeamiento y ajuste de la maquinaria distrital, es el momento para que la Alcaldía inicie el período de ejecución de obras. Impostergable es la reparación de las calles. El deterioro que sufren los automotores al caer en los numerosos huecos, representa un costo inconmensurable del cual es responsable el Distrito, por omisión.
Sin embargo, creemos que el balance de Peñaloza es positivo y merece un compás de espera, antes de lanzar las duras criticas de El Tiempo en su edición dominical. Las gentes se han vuelto impacientes, en un país lleno de lacras y problemas, en el cual es muy difícil retomar el camino del progreso, pues todas las estructuras sociales están podridas y penetrados por las mañas de la droga, de la guerrilla y de la corrupción, cuya neutralización será lenta y costosa.
Injusticia semejante se está cometiendo con el gobierno nacional, presidido por Andrés Pastrana, a quien se le recrimina que en tres meses no haya cambiado el rumbo de cuatro años de corrupción y de engaños y de cuarenta años de desmoralización. El trabajo será arduo, pero tenemos fe en la capacidad de regeneración del país y creemos en el liderato del gobierno para guiar el difícil y arduo proceso, que apenas empieza a perfilarse, afortunadamente con los mejores augurios de éxito. Démosle tiempo al tiempo, antes de empezar a protestar.
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