Al pasar por la pequeña puerta se regresa a un mundo vivido hace 50 años, en donde las puertas, las mesas, las tejas y todo el decorado permanece como lo dejo la abuela.
La casa de la abuela es un lugar a pocas cuadras del centro de San Martín, en donde se puede descansar y cambiar por un día la cotidianidad y disfrutar de los animales y plantas que hay en el lugar.
Mientras espera a que le preparen una trucha o una carne al gusto, se puede pasear por un gran solar que hace las veces de zoológico y jardín botánico. En un corral conviven juntos los venados con los patos, los pavos, las gallinas y las tortugas.
En otro están los pajuiles, los perros, los loros y un criadero de truchas.
Al seguir paseando, los dueños de la Casa le enseñan que este árbol se llama mangostino y fue traído de Mariquita y que este otro se llama tal y fue traído de tal parte y así se va recorriendo el lugar en medio de la vegetación, el agua, y los rayos del sol que se cuelan por entre las copas de las innumerables especies de árboles.
Y recorriendo el lugar se llega a donde Margarita. Y usted escucha que los dueños le dicen a Margarita que una foto, y Margarita despliega sus alas de bellos colores y posa y desfila como cualquier reina, con aires de vanidad y elegancia, ante la cámara de fotografía. Y Margarita da vueltas, y Margarita se cuelga de un palo de una sola pata y Margarita hace malabares.
Después Margarita empieza a bailar al ritmo de una canción entonada por su dueña y mueve sus alas y cabeza llevando el ritmo de la música. Y a los pocos minutos Margarita dice que está berraca y doña Rosa asegura que es mejor irnos porque la guacamaya ya está cansada.
Luego, acompañado de los animales, se puede sentar debajo de un árbol y comerse una deliciosa trucha con arroz y patacón.