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INFORME DEL EMISOR

El informe del Banco de la República al Congreso es cerrada defensa de sus políticas y de sus frutos. En ninguna parte del texto publicado en el diario La República única versión de que disponemos se alude a sus costos y a sus implicaciones fuera de la órbita aséptica de sus labores.

Se hace ahí hincapié en la insostenibilidad del déficit del Tesoro Público, y, por primera vez, del acrecido y creciente desequilibrio de la cuenta corriente de la balanza de pagos, pero se guarda escrupuloso silencio sobre el fenómeno inducido del desempleo. Al objetivo de preservar la estabilidad de los precios y bajar la inflación circunscribe el Banco de la República sus acciones y concepciones.
El experimento de su autonomía ha registrado accidentada trayectoria. De la identidad con el Gobierno que la había propiciado y enseguida designado sus jerarquías, se pasó a la relación conflictiva con el que lo sucedió, principalmente en torno de la tendencia revaluadora. A la postre, sin embargo, volvió a unificarse su pensamiento.
Primero, al compartir el propósito de enfriar la economía a través del disparo de la variable operativa de las tasas de interés, dejando de lado la tesis de que sus movimientos los determinaban las fuerzas del mercado. Luego, al valerse de la misma herramienta, todavía con mayor intensidad, en intrépida guarda del tope fijado a la fluctuación del tipo de cambio.
La bifurcación de la autoridad económica se ha prestado a muchos roces y antagonismos. Pero su unificación casual y episódica, en apoyo de las políticas del segmento segregado (el Banco de la República), no ha corrido con mejor fortuna. Gobierno y Emisor se confundieron en un solo haz para guarecer de maniobras especulativas la integridad de la banda cambiaria. El resultado fue el de que juntos se ofuscaran e incurrieran en el error de optar por alternativas de las cuales se desprendió el estancamiento abrupto de la actividad económica y la explosión del desempleo.
No sólo se elevó a niveles exorbitantes el costo del crédito y se ocasionó lesión enorme a los deudores hipotecarios y a otros. También se suspendieron muchos de sus desembolsos y ello obligó a licenciamiento forzoso de personal. Colateralmente subieron las daciones en pago, la cartera vencida y los márgenes de intermediación, sin que éstos bastaran para exonerar al sector financiero de las salpicaduras de los descalabros del sector productivo.
Paradójicamente, el factor originario de su impetuosa bonanza el costo del crédito acabaría siendo causa insospechada de sus preocupaciones. Tanto que el Banco de la República pide no escatimar ningún esfuerzo para disminuir los riesgos y mejorar la rentabilidad y la eficiencia del sistema financiero .
A su juicio, en la medida en que se restablezcan la confianza y la liquidez en la economía se darán las condiciones (Dios sabe cuándo) para que caiga la tasa de interés . Lo cierto es que en una economía deprimida, sujeta al tratamiento implacable de las recesiones recurrentes, ninguno de sus sectores consigue sustraerse, en último término, a sus quebrantos generalizados.
Efectos de la apertura
hacia adentro
En una especie de radiografía de las dolencias sufridas, informa el Banco de la República que datos preliminares de la balanza de pagos del primer trimestre indican un déficit de US$ 1.908 milllones en la cuenta corriente y un superávit de US$ 1.244 millones (cerca de 7OO millones menos) en la cuenta de capital.
Anota que dicho déficit se explica por la concurrencia de dos desequilibrios. El de US$ 1.127 millones de la balanza comercial, resultado de las exportaciones por valor de US$ 2.591 millones con crecimiento de 6.5 por ciento y de las importaciones (adviértase el adverso contraste) por US$ 3.178 millones con crecimiento del 25.9 por ciento. Al que se suma el faltante de US$ 8O8 millones en la balanza de servicios, donde se refleja la atención de la deuda externa. La política de privilegiar las importaciones, de desalentar las exportaciones y de cubrir su disparidad con recursos de crédito internacional tiene consecuencias inescapables.
De acuerdo con las proyecciones del Emisor, el déficit de la cuenta corriente este año ascenderá al nivel inquietante del 6.3 por ciento del Producto Interno Bruto y el superávit de la cuenta de capital al 5.O por ciento. Por primera vez, desde la apertura, considera indispensable reducir éste ante las crecientes dificultades de financiarlo, aparte de las complicaciones de vivir a debe. Si el exceso de inversiones a base de endeudamiento concluyó en la crisis asiática, qué no decir del fomento de los consumos por medio del crédito externo, al no generarse recursos para servir sus obligaciones?
Obviamente el Banco de la República halla la solución en las ideas que con insistencia ha pregonado. En efecto, declara que el ajuste necesario de la cuenta corriente, de cerca de dos puntos porcentuales del Producto Interno Bruto, debe ser el resultado de un ajuste fiscal por lo menos de la misma magnitud .
Impermeable al criterio de selectividad y reacio a contemplar la directa incidencia de la apertura hacia adentro e incluso de su política cambiaria y crediticia, se niega a obrar en su campo y exige que todo se haga en el gubernamental. No parece haber comprendido las fallas y desvaríos de la dogmática estrategia en boga.
Del apretón y del
costo-beneficio
No ignora el Banco de la República las peculiaridades estructurales del déficit fiscal. Reconoce que la dinámica del gasto está asociada en buena parte al fortalecimiento del proceso de descentralización que se plasmó con la reforma constitucional de 1991 y a la evolución de los intereses de la deuda por el creciente endeudamiento . Y cabría agregar por las políticas de tasas exorbitantes que sobre sus arcas repercuten, además de lo que ha representado, en su esfera, el caótico desenfreno de las finanzas regionales.
Hay que llevar a cabo el ajuste fiscal, operando sobre las venas rotas y los gastos pre-asignados, cumpliendo con diligencia los correspondientes trámites legales. Pero no se piense en forma asaz ilusa que será el sanalotodo y curará la ancha herida de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Tampoco la droga heroica de las recesiones ha logrado ni logrará romperle el espinazo a la inflación inercial.
Tantas vueltas y revueltas, tantos altos en la tarea prioritaria del desarrrollo y tantos sacrificios, habrán valido la pena para tener el presente año una inflación del diecinueve por ciento? Supóngase que fuera menos. El altísimo costo social no se compensaría con el muy precario beneficio. Será que el país ha perdido definitivamente el norte de su desarrollo?
abdesp
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