Quienes tuvimos el privilegio de conocer de cerca a Rosa Helena Alvarez de Betancur estamos consternados por su súbita desaparición, que nos deja un doloroso vacío.
Doña Rosa Helena era una mujer discreta, suave y tímida. Pero detrás de esa imagen estaba una mujer con mucho carácter - seria en sus pensamientos, serena en los momentos difíciles, sensible en sus preocupaciones por el bienestar de los más necesitados.
Sus palabras eran siempre gentiles y precisas. Era amable pero sincera - jamás dijo o hizo algo de lo que no estuviera convencida. Era una persona de pocas palabras pero sus comentarios siempre atinados dejaban ver su cultura e inteligencia. La elegante sencillez de su forma de ser es un ejemplo digno de imitar.
En su vida privada, Doña Rosa Helena era una mujer muy afectuosa, pendiente de todos los detalles de las vidas de sus seres queridos. Su familia, formada con Belisario Betancur - compuesta por sus hijas Beatriz y María Clara, su hijo Diego y todos sus nietos - es un bello testimonio de un hogar cristiano y es modelo a seguir.
Como compañera del Presidente Betancur, Doña Rosa Helena tuvo un papel muy importante en su intensa y rica vida intelectual y política. En las buenas y en las malas su presencia al lado de Belisario le dio siempre el ánimo para seguir adelante. Es justo reconocer que sin su compromiso afectivo nuestro querido dirigente no hubiera llegado tan lejos en su patria y en otras latitudes.
En su papel de Primera Dama se destacó por sus labores - calladas pero eficaces, a su estilo- en beneficio de los colombianos más frágiles.
Gracias a Rosa Helena por la imborrable huella que deja en los corazones y en las mentes de su familia, sus amigos y sus compatriotas.
M.R.M.