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Por:
REDACCION EL TIEMPO
26 de julio 1998 , 12:00 a. m.
El título de esta nota, como el episodio que la motiva, servirían para una novela de Agatha Christie. Escenario: el Capitolio Nacional de Washington, uno de los lugares mejor protegidos del mundo. Personajes: un enigmático pistolero llamado Russell Weston, de 41 años; dos valientes policías, J.J. Chestnut y John Gibson; una turista de 24 años, Angela Dickerson; decenas de congresistas, empleados y visitantes.
El viernes pasado, a las 3 y 40 minutos de la tarde, Weston penetró al edificio por la puerta de los documentos (una de las entradas de servicio), pasó por el detector de metales y cuando los dos policías le ordenaron detenerse corrió hacia el interior. En uno de los corredores cruzaron fuego y los tres cayeron. Los policías murieron, el asaltante quedó herido y la turista también.
Pocos minutos antes, los 435 miembros de la Cámara de Representantes habían concluido el trabajo de la semana, y algunos de ellos todavía permanecían en el edificio. Todos se preguntaban cómo fue posible que esto ocurriera. El mundo entero se hacía la misma pregunta. Pero está visto que ni los más sofisticados sistemas de seguridad pueden impedir un acto como este. El epílogo es el duelo de varias familias y la conmoción de la sociedad más avanzada y rica del planeta, donde tampoco hay nada seguro..
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