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Por:
REDACCION EL TIEMPO
22 de julio 1998 , 12:00 a. m.
Una de las cosas de Bogotá que más fastidian a los habitantes de la capital, que más imagen negativa les proyecta, son los buses y las busetas que prestan el servicio de transporte urbano. O mejor, sus conductores. Se los tiene como a personas agresivas, que se consideran dueñas de la calzada y que pueden atropellar a los demás conductores, a los peatones, violar los semáforos en rojo, pasarse por alto los paraderos y tratar mal a los pasajeros. Y por desgracia, esta imagen deplorable corresponde a la realidad.
Claro que hay excepciones, muy pocas, pero las hay. Como es el caso de Jorge Bonilla, conductor de una buseta, que se propuso dar el ejemplo y demostrar que con voluntad se puede ser un modelo de imagen positiva, y que la decencia y el acatamiento de las normas producen resultados óptimos y ahorran disgustos.
No ha sido fácil para el conductor Jorge Bonilla ser un modelo. No por él, que lo es de hecho, sino por la dificultad de que sus compañeros lo imiten y sigan su magnífico ejemplo; pero ha conseguido resultados excelentes, y sus normas de amabilidad, buena voluntad y mucho esfuerzo se van abriendo camino entre los conductores de la capital. Y con ello ganamos todos. Los conductores, los usuarios y la ciudad.
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