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CUANDO LA SABIDURIA SE CANTA

La segunda noche en las tierras altas, mientras se freía un festín de truchas atrapadas en las aguas nuevas, recién derretidas, del río Róyota, Rayoto, aprendiz de uno de los sabios más venerables Weyasu, el werjayá de la comunidad de Boktuwa, entonaba parte de los mitos cantados.

Redacción El Tiempo
Una semana de montañas más abajo, en zona de la comunidad Tagrinuwa, se llegó a la misión de Zulia, donde las monjas educan a varios niños indígenas internos.
En la noche, mientras la mesa y las velas ya están puestas, los niños interrumpen el juego del gato y el ratón, traído de Ithmaiya (España), se agrupan y forman cuatro hileras de a tres. Uno de los niños de adelante comienza un canto que los demás siguen, divididos en varias voces, mientras comienzan a andar en bloque describiendo círculos.
Las múltiples líneas vocales entretejen un ensamble musical de ritmo cada vez más rápido, en la medida en que dejan de caminar y empiezan a correr.
El canto y los círculos paran en seco. Unos segundos de silencio y quietud, y el canto comienza de nuevo en su ritmo más lento.
Los cantos u wa, que completos pueden tener 12.000 versos, como La Iliada o La Odisea, narran el tiempo de la creación, hablan de la conformación del territorio, de los animales y las plantas, de las relaciones entre los distintos clanes. Son el compendio de la sabiduría.
El que cantan los niños esta vez cuenta la vida de un pez, el corroncho, desde que nace hasta que los pescadores lo emborrachan con baukoná y lo atrapan. A los niños les gusta, dice José Cobaría, porque los divierte tambalearse cuando llegan a la parte en la que el pez es aturdido por el barbasco.
En los debates, el discurso de cada uno de los oradores alterna la prosa que se improvisa con fragmentos de cantos sagrados que se entonan para dar a las ideas la autoridad del saber milenario.
De ese estilo es el intercambio de argumentos, en una reunión al final de este viaje, entre Warkuná la aprendiz del werjayá de los tagrinuwa y Berito, quien lleva consigo el conocimiento que le transmitió su padre, Sírsira, recordado werjayá de los kubaruwa.
Estas discusiones ilustran un rasgo de la cultura indígena que Berito suele resumir con esta frase: Uiwa no se pone a darle atropello a nadie. Uiwa es con la lengua, con la palabrita.
Redacción El Tiempo
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