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ISAAK BABEL ESCLAVITUD DEL OFICIO

Con la obra narrativa del escritor ruso-judío Isaak Babel sí que puede afirmarse aquella famosa sentencia del discípulo que supera con creces al maestro. Porque fue nadie menos que Gorki quien publicó en 1916 en su revista Crónica los primeros cuentos del joven Babel después de que fueran rechazados en la mayoría de las redacciones de Moscú, persuadiéndolo para que mejor se empleara como tendero. De allí entonces los sentimientos constantes de amor y veneración, además de la protección política bajo Stalin, que siempre experimentó mientras vivía el célebre autor de La Madre. Pero la inicial inclinación de Gorki por retratar el mundo de los oprimidos fue decayendo en una literatura penosamente realista, carente de inventiva en sus fidedignas transcripciones de la realidad. En cambio, Babel logrará llegar mucho más lejos. Nacido en Odessa en 1894 en una familia de comerciantes, desprecia la formación musical ofrecida por sus padres para leer a Turgueniev, descuida el aprendizaje del T

Todas aquellas luchas civiles quedarán consignadas con tonos violentos en Caballería Roja, su libro de impresionantes cuentos sobre los episodios imborrables de la guerra. Además, su sangre hebrea le hará volver siempre la mirada cariñosa sobre la gente del gueto de La Moldavanka con sus tabernas, billares, pensiones y guaridas de ladrones, para poder retratar con fidelidad sus mudables acontecimientos y permitirle la gran dosis de ironía con que supo comprender los complicados avatares de un mundo siempre en crisis.
No fue fácil, sin embargo, su oficio. Porque asumió con una insólita seriedad su tarea y la lucha cotidiana con las palabras lo fatigaba hasta el punto de confesar que después de cada cuento envejezco varios años , o me he sometido al arte como un esclavo, como una mula de carga. Le he vendido mi alma y debo escribir del mejor modo posible . También se enfrentó contra los censores puritanos, quienes juzgaron como peligrosamente pornográficos algunos de sus cuentos. Y en una época marcada por la violencia, las purgas, los gulags, las desapariciones y las emigraciones en masa de escritores atemorizados, Babel sufriría la misma suerte trágica de sus colegas Pilniak o Veseli, al morir fusilado en 1941 en un campo de concentración, aunque todavía las versiones contradictorias cubren con un velo de sombras su triste final.
En este breve volumen se recogen algunos de sus relatos, reunidos anteriormente por el autor en Cuentos de Odessa, donde recrea su infancia y años de juventud en el asfixiante ambiente judío de aquel puerto sobre el Mar Negro. A lo largo de estas páginas se contraponen los olores a cebolla y sudores de las buhardillas a media luz, el puesto en el mercado de un anciano vendedor de palomas y los caprichos infantiles con el temprano descubrimiento de la literatura, a la que posteriormente entregará todas las horas de su no muy larga vida.
Dos relatos, Mamá, Rimma y Ala y La calle de Dante, permiten ahora comprender las preocupaciones adultas del escritor, principalmente cuando lanza su penetrante mirada sobre los juegos eróticos de unas parejas, protagonistas en el relato, quienes logran calmar sus ardores en los estrechos escenarios de una pensión moscovita afligida por dificultades económicas, o en los pasillos de un vetusto hotel parisiense frecuentado en siglos anteriores por la figura severa de Dante y convertido con el paso de los años en sitio de encuentro para los retozos amorosos de parejas furtivas. En estos escritos, donde se advierten trazos autobiográficos, el escritor juega alternativamente con la belleza y la fealdad, a la vez que su gusto estilístico por la concisión le rinde un merecido homenaje al cuentista francés Guy de Maupassant cuyo notorio afán por la verdad lo roza desde sus veintinueve tomos en un pequeño estante sobre la mesa .
Al lado de otros autores mejor conocidos de la llamada Literatura de la Revolución de 1917 como Mayakovski, Pasternak, Sholojov, Leonov o PaustovskiBabel ha conseguido asegurarse una sólida posición en la prosa de la actualmente descuadernada nación, gracias a su preocupación por la claridad, contención estilística propia del enfermo de asma, similar a Proust, férrea disciplina creadora y natural descripción despojada de falsos moralismos acerca de los apetitos sexuales de sus inquietos personajes, mientras afuera, en un paisaje cubierto por la nieve, caen fusilados los zares y corren ríos de sangre derramada por la barbarie estalinista.
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