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FRANKLIN LUCHA POR RESPIRAR

El gesto de mal genio de Franklin Barrero Alba, de 8 años, solo se endulza cuando le acercan la colección de carros que tiene junto a su cama del pabellón de pediatría de la Clínica del Seguro Social de Cúcuta.

El gesto de mal genio de Franklin Barrero Alba, de 8 años, solo se endulza cuando le acercan la colección de carros que tiene junto a su cama del pabellón de pediatría de la Clínica del Seguro Social de Cúcuta.
Allí permanece desde hace más de un mes debido a una rara enfermedad, calificada como extraordinaria por los médicos, que no le permite expulsar el gas carbónico de su organismo y lo obliga a ser conectado cada hora y media a un aparato extractor de esa sustancia.
Nelly Alba, madre del pequeño, le alcanza los juguetes mientras explica que ella y su esposo, el jubilado Luis Ignacio Barrera, llevan cuatro meses y medio dedicados a atender al menor de sus cuatro hijos. Y con resignación admite que no ven cercana una cura para su hijo.
El de Franklin es un caso único en Colombia , afirma la madre mientras muestra el diagnóstico provisional que le dieron en Cali, donde el niño fue trasladado en septiembre pasado, porque en Cúcuta no pudieron determinar la enfermedad.
En la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la clínica Rafael Uribe Uribe de Cali, luego de un período de exámenes que incluyó electrocardiogramas, resonancias magnéticas, biopsias de pulmón, y otros exámenes, le dictaminaron Síndrome de Hiperventilación Alveolar.
La afección le hace difícil la respiración al niño, le impide dormir y llevar una vida normal, ya que depende completamente de los tubos del extractor que le elimina el gas carbónico y evita su intoxicación.
Vive hospitalizado
En agosto, noté algo raro cuando Franklin dejó de jugar fútbol, y le faltaba el aire para hablar , explica Nelly Alba. En el colegio María Claudia Prada, donde el niño cursaba tercer año de primaria, los profesores también notaron su decaimiento.
Ese mismo mes, Alba llevó a su hijo a consulta y el médico le aseguró que lo del niño era psicológico. Tres médicos más lo vieron durante las siguientes cuatro semanas, en las que los síntomas se acentuaron.
El 5 de septiembre, un pediatra le encontró el corazón algo acelerado y una hinchazón de la cintura para arriba. De inmediato ordenó su hospitalización. Al día siguiente Franklin entró en un sueño profundo del que salió diez días después, tras convulsionar y enfrentar una neumonía que contrajo en la UCI. Los médicos, entonces, determinaron que en esta ciudad no se podía hacer más.
Pero en Cali los resultados tampoco fueron alentadores y el dinero escaseó, por lo que regresaron a Cúcuta, donde el pequeño pasa los días entre la cama del piso de Pediatría y el aparato que le permite vivir.
Hernando Villamizar, coordinador de Pediatría del ISS, ratifica que el caso es una entidad extraordinaria, a la que le hace falta diagnóstico y que en Estados Unidos solo existen cien casos documentados.
El trastorno, presuntamente, es en un centro cerebral que regula el sueño y por esto no puede dormir. "A Franklin se le olvida respirar", añade el médico que asegura que se iniciaron trámites para adquirir un respirador que le permita al niño regresar a su hogar; pero advierte que allí habrá un gran riesgo para su vida.
La familia, sin embargo, está empeñada en llevarlo a la casa, porque con cada día el estado emocional del niño empeora y ya no quiere comer.
Por eso la madre del menor intenta mover cielo y tierra para reunir los 20 millones de pesos que vale el respirador. Los médicos, entre tanto, buscan la manera de que una institución internacional se interese por el caso.
Franklin por su parte, seguirá la lucha por aceptar la extraña condición que vive, y regresar a la casa donde, afirma, volverá a jugar fútbol: "como no puedo correr, voy a jugar de portero y cuando venga un gol, me quito la máscara de oxigeno y lo tapo".
Mientras tanto, y como augurio de tiempos mejores, el 24 de diciembre, Franklin pasó la Noche Buena en su habitación del ISS al lado de su familia y especialmente del regalo que en una carta le había pedido al Niño Jesús: la presencia de su hermano Gerson, de 20 años, un policía que trabaja en Arauquita (Arauca) y recibió un permiso para ver a su hermanito enfermo.
FOTO/Obando
Para Franklin es imposible llevar una vida normal, pues cada hora y media debe conectarse a un extractor que le ayuda a eliminar su propio gas carbónico. En caso contrario puede morir intoxicado.
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