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BIENVENIDOS AL INFIERNO

Cuando un soldado llega al cerro de Patascoy e ingresa al alojamiento, lo primero que ve es el letrero Bienvenidos al infierno , no porque allí exista una caldera hirviente sino un frío que quema hasta los tuétanos , según afirman muchos militares conocedores de la zona.

Redacción El Tiempo
La premonitoria frase está esculpida en piedras y quienes allí han prestado el servicio militar no dudan cuando aseguran que la realidad es peor . Patascoy es una cárcel disimulada, es el del peor castigo dice un soldado que prestó servicio en ese lugar.
Para los soldados regulares, el tiempo en allí es eterno . Otro, por su parte, cuenta que allá no se hace cosa distinta sino comer, dormir, jugar a las cartas, ver televisión y prestar un turno de centinela. Los relevos se hacen cada dos horas debido al intenso frío.
Permanentemente cae granizo que golpea en la cara como piedra. Nadie se puede quedar un minuto quieto porque corre el riesgo de petrificarse. De noche lo que más molesta es el dolor de los pies que no deja dormir .
Los oficios como la preparación de alimentos, lavado de ropa, aseo y similares son voluntarios. La ropa se seca colocándola encima de las plantas diesel que generan la energía.
Todo transcurre en un espacio de no más de 60 metros cuadrados. Para los 34 militares de turno existe un solo baño. El agua es abundante y caliente a toda hora.
Hay dos televisores, un juego de parqués, otros de ajedrez y naipes.
Tres plantas eléctricas trabajan permanentemente entre las seis de la mañana y las siete de la noche. A esa hora el miedo se apodera de uno por la permanente oscuridad. Nadie puede ver más allá de su nariz , asegura uno de los soldados voluntarios que estuvo allá.
En el alojamiento están dispuestos medio centenar de colchones y seis cobijas para cada uno de los jóvenes militares, quienes duermen en el suelo ante la falta de camarotes.
La estructura del alojamiento tiene como base una lamina térmica forrada en icopor.
Muy rara vez cuando el cerro se despeja los soldados celebran el buen tiempo jugando un picadito de fútbol. Pero esto bien puede suceder una vez en quinientas , manifiestan.
Otro militar asegura que cuando la espesa neblina permite mirar a lo lejos el reflejo de Pasto a uno le dan ganas de salir corriendo .
La base militar no obstante las dificultades para llegar, las incomodidades y la inclemencia del tiempo es indispensable para las comunicaciones del Ejército. Por eso mismo pese a lo sucedido en la madrugada del domingo, el puesto no será levantado, aseguró ayer el general Eduardo Charry Solano, comandante de la Tercera Brigada.
Un cerro mortal
El cerro Patascoy, a 4.100 metros sobre el nivel del mar y temperaturas hasta de 15 grados centígrados bajo cero, donde la neblina es tan densa que se puede cortar en cubitos, está marcado por un halo mortal que ha dejado varias víctimas.
Los 34 uniformados que permanentemente custodian las repetidoras del Ejército, la Policía e Inravisión instaladas allí desde 1982, jamás dejan de temblar y lo que más los abriga son los deseos de regresar pronto a casa.
La inclemencia de las temperaturas del cerro, se hizo palpable el 24 de junio de 1993 cuando dos militares del Batallón de Infantería Boyacá murieron congelados en la falda de la montaña, a 3.850 metros sobre el nivel del mar y a una temperatura de 4 grados centígrados bajo cero.
Pertenecían a un grupo de 19 hombres que, por cerca de noventa días, custodiaron las repetidoras mientras esperaban los 15 días de licencia, que usualmente les otorgan, en reconocimiento a su esfuerzo, catalogado por muchos de sobrehumano.
Las víctimas, identificadas como Diego Jesús Hurtado Montoya, de 23 años y John Jairo Zúñiga González, de 20, perdieron el rastro de sus 17 compañeros. Nadie en la tropa se percató del hecho.
Los análisis clínicos determinaron que los uniformados fallecieron por hipotermia (disminución de la temperatura normal del cuerpo), estado al que llegaron tras ir perdiendo poco el ritmo cardiaco, la respiración y la conciencia para entrar en proceso alucinatorio.
Años más tarde fue el soldado Martínez Coral, que encontró la muerte cuando decidió, sin causa aparente, buscar la cima del cerro. El cadáver del militar fue encontrado a 400 metros abajo de las antenas.
Luego, en 1991, un soldado de la contraguerrilla Escorpión murió al caer al vacío cuando atravesaba un puente colgante.
Ni siquiera las aeronaves tienen fácil acceso a Patascoy porque las condiciones atmosféricas por lo general son adversas para el sobrevuelo.
Un caso de gran recordación fue el accidente que en 1983 sufrió un helicóptero de la base de Estados Unidos en Panamá que intentó llegar a la punta del cerro con dos plantas eléctricas, 15 militares colombianos y tripulación estadounidense. Esa vez, el viento quemó los rotores y el Chinok se fue a tierra. El saldo: seis uniformados heridos.
Redacción El Tiempo
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