Aquello, en verdad, parecía el sueño histórico de la confraternidad universal. Habían llegado las cuadrillas con sus matachines, lo más importante de la fiesta, la consumación por excelencia de los Carnavales de Riosucio.
A las 12 del día, con uno de esos soles similares a los que brillan en el mar Caribe, comenzaron las comparsas a mover sus hombros y a bailar por las calles. Era como ver un carnaval de Rio de Janeiro en miniatura. Sonaron las maracas, retumbaron los tambores y silbaron las flautas traveseras.
Estaban allí, esplendorosos y aún vivos, Los dioses del ayer , una cuadrilla que trajo a Rapcot, el dios del sol con cabeza de halcón, y a Centurión, el dios del fuego.
La de los Grandes protagonistas de la historia mostraron a un Adolfo Hitler y a Manuela Beltrán moviendo las caderas con una parodia musical de La lancha , mientras Cristóbal Colón se contorsionaba con Indira Gandhi.
Luego aparecieron Los murciélagos vampiros , que satirizaban a los gobernantes egoístas y crueles que le chupan la sangre al pueblo. Y después, los integrantes de Fantasías del Brasil que cantaron, a ritmo de lambada, que en el mundo ya no existe el amor porque el que domina es el terror.
En el centro del desfile zigzagueaban los Cornudos y cornudas , que anunciaron entre redobles de tambores: Nuestra sociedad es un ente gestante de cornudos y cornudas. Unos cómplices, otros ignorantes de los cuernos que nos izan los políticos y los patronos, y otros que brotan por la falsedad e infidelidad del ser amado .
Y antes de llegar a la plaza de San Sebastián, la comparsa de Piratas y corsarios , a ritmo del Cha cha cha del tren, protestaba por los altos cobros en las tarifas de los servicios públicos y porque la gente ya no quiere trabajar.
Entre tanto, Campamento gitano , una de las más hermosas comparsas, integrada por un grupo de maestros, entonaba estribillos al Diablo y al cerro del Ingrumá, que se levanta soberbio en una punta de la ciudad. Ellos pidieron que, por favor, no más vicios, para que la juventud colombiana pueda progresar en paz.
Y atrás, las Deidades satánicas con Alastor, el severo, y con Belial, el rebelde altanero, y con Belzebú, el tenebroso, y con Ukobach, el insigne creador de las frituras, y con Alrinach, la catastrófica señora de los vientos, y con Xaphan, el que avienta a todos los granujas a la olla hirviendo.
Entre la multitud estaba Alina Parra, una bella universitaria de Medellín, con unos verdes ojos incrustados en una piel morena, que echaban chispas y que llamaron la atención de la concurrencia. Tú debes ser la novia del Diablo, porque tus ojos echan fuego , le dijo alguien, y ella sonrió entre orgullosa y perversa.
Fue un día movido, donde todos se enorgullecían de tener el Diablo en el cuerpo, bailando y cantando, y recordándoles a los extraños que Satanás no es tan malo como lo pintan. Por lo menos el de Riosucio, que fue capaz de unir a los indios, a los blancos y a los negros, cuando se iban a matar por un pedazo de tierra.
Todo fue un espectáculo de la imaginación de los riosuceños que, con su culto al Diablo lograron atraer a la ciudad a investigadores europeos, asombrados por ese hermoso y peculiar folclor, único en el mundo.
A un lado de la iglesia de San Sebastián, entre tanto, el Diablo, al que le dicen groserías a las 4 de la mañana, según un niño campesino, espera ser incinerado mañana miércoles, último día de carnaval.
Entonces todos le dirán: Salud, rey , mientras alzan sus calabazos de guarapo de caña, la champaña con sabor a fuego dulce, que sólo saben fabricar los audaces paisas de Riosucio.